Contra la podredumbre. Defensa de Aminatou Haidar

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Lunes, 11 Enero 2010 01:00

Primera parte

 Cuando volvemos la vista atrás, hacia la Historia, nos apercibimos de las dificultades que han ido surgiendo en el camino de los hambrientos de justicia social y de los sedientos de libertad. Pero también podemos distinguir grupos humanos que se han esforzado por avanzar hacia una sociedad mejor, aunque, a veces, haya sido solamente a través de sus anhelos  e ideales.
Al llegar ese lucero del desierto, llamado Aminatou Haidar, al aeropuerto de Lanzarote, hemos entrevisto que la capacidad de soñar todavía no se ha extinguido.
 Aminatou Haidar es una mujer digna, en ese grado de cualidad suprema que María Moliner aplicaría a las personas que por su actuación merecen el respeto y la estima propia y de los demás, que no cometen actos que degradan o avergüenzan, y que no se humillan ni toleran que las humillen.
 Desde su aparente endeblez, ha conseguido que la llama de su luz ilumine y despierte nuestras conciencias. Ha puesto en evidencia que frente a la arbitrariedad y la actuación prepotente de los esbirros, que algún día deben de empezar a ver y a pensar por ellos mismos, está el muro de la dignidad.
 Abramos los ojos, preparemos nuestros oídos, pues estamos asistiendo a una lección magistral de humanidad y de amor de esta mujer.
Estos días nos han traído a la memoria las figuras de dos maestros de nuestro pueblo, José María Tarrazona y Santiago Barceló, republicanos e institucionistas ambos. Uno de ellos no aceptaba acudir a espectáculos públicos para no ser un mal ejemplo de sus alumnos. El otro, también heredero de esa conducta moral austera, después de ser depurado por el franquismo, se pudo y quiso volcar aún más en el afecto y la bondad hacia sus alumnos, especialmente los más humildes y débiles. Esas actuaciones se han grabado en las cabezas y los corazones de las niñas y los niños que les conocieron. Ahí tenemos el valor del ejemplo.
Asimismo hemos podido recuperar, nos ha devuelto la Sra. Haidar, ese fino hilo resistente de la no-violencia y de las huelgas de hambre que nos dio a conocer  Mahatma Gandhi en su búsqueda de la verdad. Nuevamente el valor de la ejemplaridad.
De tierras canarias, desde ese pequeño aeropuerto, nos llegan las crónicas y los silencios que denuncian la insatisfacción de los excluidos, golpeando nuestras almas con sus deseos que señalan su impotencia y su frustración, pero también su inconformidad. Nos viene el grito de los parias saharauís, los desplazados de sus casas, los vigilados y los cercados-amurallados. Y su boca, sus ojos, su rostro son los de una mujer, valiente y sabia para remover las conciencias y enfrentar, con medios pacíficos, la iniquidad y la opresión del autócrata.
En estas circunstancias, nos vendría bien a la ciudadanía occidental recordar el contenido de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la que se cumple en estos días su 61º aniversario, y recordárselo a otros. En su artículo 9º leemos “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”.
Así, frente al maquiavélico retorcimiento del que exige solicitar perdón al ofensor o la desfachatez pusilánime del que califica de provocación esa serena y límpida defensa del más elemental respeto humano, se ha erigido la delicada y, en apariencia, quebradiza figura de Aminatou Haidar.
En la perseverancia de la actitud de esa mujer, podemos ver una defensa de las mejores cualidades que nos caracterizan como seres humanos: la indomable dignidad de los frágiles frente a la tiranía y el despotismo de los que se creen todopoderosos; el innegociable deseo de libertad de los oprimidos. Y nos llega desde el desierto, con ese aire de dama apacible, en palabras de un poeta de nuestra tierra:
                        “Sonreír con la alegre tristeza del olivo,
                         esperar, no cansarse de esperar la alegría”.  (Miguel Hernández) Por ello, le estamos profundamente agradecidos a Aminatou Haidar, aunque la queremos y la necesitamos viva por muchos años.
     Concluimos estas letras, con nuestro respeto y reconocimiento más cálidos, citando lo afirmado en días pasados por el Premio Nóbel de Literatura José Saramago:  “Que la hayan conducido a esta situación lleva a pensar que la capacidad de desprecio por la naturaleza humana es infinita en la crueldad de algunos. No podemos permitir que esta mujer se muera. Vamos a ser moralmente más pobres si la dejamos morir.”   


Segunda parte

     Afortunadamente, esta historia ha tenido, de momento, un desenlace feliz. La noche del jueves al viernes, día 17 de diciembre, un avión, preparado por el Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno de España, transportó a Aminatou Haidar desde el hospital de Lanzarote, donde había sido ingresada el día anterior por vómitos y  fuertes dolores estomacales, después de 32 días de huelga de hambre, a su tierra saharauí, a El Aaiún. Recuperando su pasaporte, retenido por la policía marroquí, y pudiendo de esta manera llegar finalmente a su domicilio y reunirse con sus hijos, su madre y otros familiares.
Y hemos hablado de momentáneo buen final, pues el monarca de Marruecos ha concedido su autorización al regreso, al parecer, después de intervenir y gestionarla desde la presidencia de Francia  y de USA, además del gobierno español.
Sin embargo, las noticias que llegan no son alentadoras. Nos dicen que siete miembros de organizaciones defensoras de los Derechos Humanos en el Sáhara, Ali Salem Talek y otros, han sido detenidos y encarcelados por las autoridades marroquíes al regreso de su visita humanitaria a los campamentos de los saharauís desterrados y refugiados en el desierto, Tinduf.
     Nos hablan también del cerco policial sobre el domicilio y la barriada donde reside
la Sra. Haidar para evitar las visitas de vecinos y amigos que se interesan por ella, hasta el punto de tratar de impedir el paso a su médico personal.
     Parecería que el consentimiento marroquí a su vuelta se ha alimentado, más que de la generosidad y la magnanimidad reales, de la presión política y comercial de los terceros países antes mencionados, que han tenido la inteligencia y/o la compasión de escuchar la potencia que emanaba de esa mujer en huelga de hambre.
Sería triste que ello fuera así, pues no comprendemos que se pretenda gobernar o reinar desde la arrogancia y la impudicia, siendo insensibles al sufrimiento humano y miopes ante los abusos, ya que no se  sostiene por sí misma esa búsqueda de la eternidad (sic) a través del aplastamiento de la razón y de los corazones, sino es a costa del terror del silencio y de la paz de los cementerios.

Por ello, tenemos que inclinarnos y saludar a los que, como la sra. Aminatou Haidar, nunca desmayan ni desesperan en su lucha contra las injusticias. Y hemos de pensar que los avances hacia una sociedad más esperanzada y decente no han sido gratuitos, sino que se elevan sobre los esfuerzos, los sueños y los sacrificios de los agraviados que no bajaron sus brazos. Como nos recuerdan, por otra parte, las palabras de un ex – preso político marroquí, cuyo testimonio nos llega por medio del escritor y sociólogo francés Gilles Perrault, y que dicen:  “Porque la máquina ha querido destrozarnos, volvernos locos, y eso no se lo podré perdonar. La libertad no es una limosna, es un derecho inalienable, y para recuperarla no tengo porqué renunciar a mis convicciones, las de un hombre libre que ama la libertad y la vida en la diferencia.”


Buenaventura Navarro , es socio  de Amnistía Internacional.

La parte I fue escrita el día 12 de diciembre de 2009 y la II el día 1 de enero de 2010.
 
Modificado por última vez en Lunes, 11 Enero 2010 01:00
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