Más allá del Muro

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Domingo, 08 Noviembre 2009 01:00

Tertulianos de televisión, de radio y políticos, de esos que se autoproclaman demócratas (ellos mismos se dan esa categoría, no necesitan el permiso de nadie) celebran con todos los jolgorios y alabanzas posibles el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, ya que ellos establecen una clara relación; la caída del muro simboliza la caída del comunismo, lo que en cierta medida puede ser cierto, ya que supuso la continuación del declive de un cierto tipo de gobierno comunista en un momento determinado. Como para ellos el comunismo es totalitario y debió someter a sus ciudadanos a poco más que un infierno terrenal, dicen alegrarse de que ahora esas personas vivan en libertad y armonía, y ni la actual crisis económica ni sus altos niveles de paro podrán eclipsar este festival ¿Debemos, por tanto, entender filantropía en sus sentimientos? En política hay que partir de que la neutralidad no existe, y la meta de ésta radica en la consecución de objetivos. Por tanto, cualquier decisión, acto o declaración albergará una estrategia que se hallará detalladamente pormenorizada. Otra cuestión interesante a plantearse sería ¿Qué intereses podrían haber en  la celebración de la caída del Muro de Berlín?

Es inevitable tener que señalar ciertas pinceladas históricas que ilustren de que manera defendieron sus intereses éstos que hoy celebran dicho acontecimiento. Nos debemos remontar a 1945 cuando los occidentales devastaron innecesariamente la ciudad alemana de Dresden, sabiendo que quedaba cerca de la influencia soviética. Al acabar la guerra, la Alemania que quedó bajo la influencia occidental era la que se hallaba en mejor estado y con más recursos. Incluso EE.UU. al abandonar Turingia y Sajonia, que correspondían a la zona soviética, se llevaron unos 10.000 vagones con material por valor de 400 – 500 millones de dolares, así como gran cantidad de oro, por lo que de partida ya se aseguraron que las dos Alemanias partieran de situaciones desiguales.

Posteriormente los EE.UU. llegaron incluso a llevar a cabo actos de colaboración con Reinhard Gehlen, un criminal de guerra que fue jefe de los servicios secretos nazis en el frente ruso, condecorado en su día por Hitler. Como con otros tantos antiguos nazis que ocuparon cargos relevantes en la RFA. En el terreno económico la democracias occidentales tuvieron especial interés en que la RFA fuera un referente europeo que supusiera un freno importante al comunismo, por ello se llegó al Acuerdo de Londres del 27 de febrero de 1953 que estableció todas las medidas necesarias para que la RFA despuntara a nivel económico. Es obvio que tenían todo el derecho a hacerlo, pero nuevamente quedan claras que dichas actuaciones iban encaminadas a la obtención de un objetivo muy determinado.

Por supuesto, los dirigentes de la RDA cometieron errores (de hecho) de no haberlos cometido no habrían sido anexionados por la RFA. Conviene recordar que los habitantes de la Alemania Oriental nunca votaron la constitución de la Alemania Occidental, y que ésta, les fue impuesta. Sin embargo, el sabotaje sufrido por los países comunistas, sabotaje por cierto al que nunca fueron sometidas las democracias occidentales, consiguió tener suficiente impacto como para que la RDA del pleno empleo terminara por caer, como también  lo hizo el muro. Así las empresas estatales de la RDA, a través de la Treuhand, fueron vendidas a privilegiados grupos empresariales del oeste, con la consecuencia de dejar sin trabajo a más de 3 millones de personas.

Esta ínfima muestra, datos sin embargo que nunca citan los autoproclamados demócratas, sirve para corroborar la naturaleza maquiavélica de cierto tipo de política, y para dejar al desnudo la ironía de que los mismos políticos que en este país apostaron por el ladrillo y la construcción como motor económico, a pesar de lo manifiestamente insostenible del modelo, aplaudieran con vehemencia cuando otra construcción caía.
El hecho, por tanto, va más allá de si el muro representaba el bien o el mal, la verdadera causa de su molestia es que esa construcción les impedía ejercer la hegemonía de la que hoy disfrutan a nivel mundial.

Resulta imposible ignorar que el fin supremo de la política es la obtención del poder. De este modo, en un mundo hegemónico que se halla políticamente unilaterizado, se sigue potenciando la idea de que vivimos en «democracia». Así los partidos políticos afines al sistema gozan de poder sin límites, éstos se prestan a simular competición contra su partido hermano, en elecciones en las que nada hay en juego, y tratan de hacer creer importantes, las que en realidad, son nimias diferencias. Disfrutan negociando con grandes empresas jugosas financiaciones que luego le son devueltas en forma de ley. Se encargan de administrar los frutos del esfuerzo de los trabajadores, sobre los que se sustentan los privilegios de los poderosos. Y por último, mancillan sin pudor los votos de los ciudadanos, pues en ese teatro al que llaman Parlamento, no se representan más que a ellos mismos.

Juan Carlos Calomarde García, es estudiante de Ciencias Políticas y de la Administración y Secretario Político de las Juventudes Comunistas del País Valenciano en el Camp de Morvedre

Modificado por última vez en Domingo, 08 Noviembre 2009 01:00

 

 

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