Casas Baratas XIX

Escrito por Luis Ballester Moreno
Viernes, 09 Septiembre 2022 11:33

Los primeros años de Lucas en Madrid, tenía su residencia en la calle Toledo, barrio de La Latina, a dos pasos de la Plaza Mayor. Un lugar viejo y con mucha solera y que por cierto en el Teatro del mismo nombre, más de una vez vio con su pareja de turno, la revista de Lina Morgan. Más tarde se trasladó a la Plaza de Tirso de Molina. Allí, con un amigo de Santander que era vecino de habitación, tuvieron una aventura con dos chicas canadienses que paraban como huéspedes en el mismo sitio y que según ellas, habían venido a divertirse y pasarlo bien. Y tanto que lo pasaban bien; no se cansaban nunca de estar de juerga y más que nada, de cama. A Cesar, que así se llamaba el santanderino, y a Lucas, los dejaron agotados en los veinte días que duró aquello. Menos mal, que decidieron irse a Barcelona y dar por terminada su estancia en Madrid, pero ya nos dejaban razón de que volverían a Madrid antes de regresar a Canadá.

A Lucas le absorbía bastante tiempo su trabajo y además, trataba de acelerar su dominio del inglés con vistas a ese viaje que planeaba a Australia. De todas formas los domingos no había quien le quitara pasar las mañanas jugando al fútbol en la casa de campo. Tenían hecho un equipo de amigos que se medían con otros en plan de aficionados. Por cierto que en uno de esos encuentros se hizo un esguince que le costó casi un mes de baja.

Transcurría el tiempo sin grandes acontecimientos. Pasaron por allí algunos amigos del pueblo, entre ellos Rafa, con el que había hecho algunas travesuras tiempo atrás y que era un tío muy atrevido. No le tenía miedo a nada; a Lucas le metió en follones más de vez, pero siempre salía bien librado porque como él decía,- “tranquilo amigo, esto es pan comido”- “Sí Rafa contestaba Lucas, pero ya no somos niños y algún día nos la buscamos”- ¡va, no te preocupes, la vida hay que afrontarla con decisión porque si te acojonas te ganas todas las hostias y además no te diviertes! Y en parte tenía razón; siempre será mejor dar un paso adelante que no hacia atrás porque así tendrás ocasión de rectificar si fuera necesario.

También vino a verle Carmen; una chica con la que había flirteado un poco en el célebre “llano” en el paseo del pueblo. Pero ésta no pasó a verle por casualidad, traía una intención diferente. Una vez, allá en su tierra, se le ocurrió decirle: “si yo te cogiera en Madrid ya te enterarías” Tenía un hermano que no los dejaba tranquilos cuando los veía juntos y el muy gilipollas, la tenía tomada con Lucas.

A la chica se le había metido en la cabeza que si quería “cazar” a Lucas, tenía que irse un tiempo a la capital y sirviéndose de que tenía buena amistad con una familia que vivían allí, habló con ellos y se fue a su casa un tiempecito. Era una chica dulce, agradable, un poco gordita pero con buen talle y una cara guapa y eso sí, algo sosilla. A Lucas no le disgustaba pero de ahí a tomarla en serio, no, no pasaba de ser una buena amiga. Salieron muchas veces, la movió por Madrid y se divirtieron, hasta que ella se dio cuenta de que no pasaría mucho más allá de lo que estaba viendo y con dignidad y muy amablemente, le dijo que se volvía a su casa. La prueba no le salió bien a Carmen, pero al menos lo había intentado y tampoco le achacaba nada a Lucas, que se había comportado con ella magníficamente. Las cosas son así y aceptó con tranquilidad y sin amargura lo que pasó. Fueron unos días estupendos con él y siempre se acordaría de lo bien que lo pasaron. Por su parte, Lucas no había quedado satisfecho del resultado, pero no podía hacer otra cosa, ella vino a lo que vino y él no podía darle falsas esperanzas, sería una mala faena y él no era así. Quedaron como buenos amigos y el asunto quedó zanjado.

Para entrar en Australia en aquellos tiempos, se necesitaba contrato de trabajo, ser técnico o especialista en alguna profesión o estar ya por alguna empresa contratado o, como turista por tres meses. El hermano de Lucas era jefe de grupo en la cadena de montaje de coches de la famosa marca Ford, y había preparado ya los caminos para colocar a su hermano en la factoría, pero antes de viajar allí, debía llevar certificados de donde trabajó en España y qué profesión tenía. Se las arregló para hacerse con ese papeleo y se presentó como especialista en el diseño de piezas de repuesto, algo que según le había indicado su hermano, tendría buena acogida.

Su intención era no estar mucho tiempo, pero tampoco tres meses como sería si hubiera ido en plan turista. Por tanto, decidió prepararse para trabajar allí y así podría estar el tiempo que le pareciera suficiente según sus planes. Apretó en el inglés, trató de ponerse al corriente en cuanto concernía a la profesión que decía tener (era falso total) para al menos no desentonar demasiado y cuando todo estaba casi a punto, se fue a ver a su gente al pueblo. Ni que decir tiene que allí estaba Tania.

-Hola Tania ¿cómo estás?

– Bien Lucas ¿y tú?

Y cuando él intentó acercar su cara para ese contacto amistoso, ella le alargó la mano. Fue un saludo un tanto frío, pero los dos sabían que eso era superficial.

Continuará.

Luis Ballester Moreno

 

 

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