Casas Baratas XVI

Escrito por Luis Ballester Moreno
Lunes, 06 Septiembre 2021 12:32

Cierto día que Patrik había ido a unos talleres que le estaban fabricando unos moldes pero que Lucas no lo sabía, fue a la fábrica a recoger unas muestras que tenía que llevar a un laboratorio, y cuando un operario le dijo que no estaba pero que las muestras las había dejado en su casa, (distaba no mucho de la fábrica) se acercó a por ellas. Llamó a la puerta y no salía nadie y como no estaba cerrada, entró. Llamó fuerte a Lola y le contestó desde dentro diciéndole:

- Pasa Lucas que estoy en la ducha, ahora salgo.

Pero al querer coger la toalla, se dio cuenta que se le había olvidado, y le dijo que hiciera el favor de acercársela. Así lo hizo y alargando el brazo, se la iba a dar cuando se abrieron las dos hojas de par en par, y sin pudor ninguno, allí estaba Lola con todo su cuerpazo frente a Lucas.

- Sécame la espalda por favor, le dijo.

Y no hizo falta más; Lucas la cogió en brazos y con la toalla en el suelo, hicieron el amor como dos que se tenían ganas hacía tiempo. Fue la primera vez pero siguieron otras. Pensando en esa primera vez, Lucas se decía a si mismo que tenía que haberse dado la vuelta y no caer en los cantos de sirena de Lola pero… en fin, hecho estaba. Ahora había que hacer frente a lo que pudiera traer de consecuencias porque más tarde o temprano, las tendría.

Mientras tanto, la vida de sus amigos había cambiado. Manuel una de las veces que volvía a Madrid, conoció a una chica de Galicia y, en poco tiempo, se casaron. En su boda se reunieron de nuevo todos los amigos pero aunque en el fondo fueran los mismos, la realidad era muy distinta. Era natural, las obligaciones de cada uno de ellos, había desplazado a los sueños de antaño. Aquellas ilusiones de hacer algo en su pueblo entre todos había perdido la fuerza, menguada por la necesidad de buscar el pan para sus nuevas y crecientes familias. No obstante seguían prometiéndose que aquello quedaba pendiente pero no olvidado, que no era tarde aun para realizar los viejos deseos.

El matrimonio fijó su residencia en Madrid; la aventura de Toronto terminó. Ninguno esperaba que Manuel sentara la cabeza tan pronto, en verdad fue una sorpresa para todos, porque sabían que le gustaba vivir un poco a salto de mata y ser libre como los pájaros. Pero valla usted a saber lo que se cuece en la cabeza de cada uno. Alfonso por el contrario seguía soltero. Tiempos atrás cuando éramos jovencitos, había una chica que le gustaba dentro de la charpa de amigos, y la familia de ella, se trasladó a Sevilla y mira por donde en uno de sus viajes porque hacía muchas rutas con sus camiones, la vio. (Claro que antes averiguó su dirección) Y a partir de ahí, cada vez que viajaba por esa zona aunque no fuera precisamente a Sevilla, el camión sin que nadie se lo dijera, se iba a casa de Rosa, que así se llamaba. Salieron varias veces y parecía que la cosa marchaba bien para los dos y en una de esas salidas, Alfonso le dijo a Rosa:

-Vente conmigo-

Y Rosa contestó-: ¡Anda tonto!

- Te lo digo en serio

- Cómo me voy a ir contigo, ¿quién te crees que soy, qué diría mi familia?

- No tienes que preocuparte, después se lo decimos.

- Que no, te he dicho ,”ale”, adiós. Y Rosa dio media vuelta y lo dejó con dos palmos de narices. El camión refunfuñó y armando más ruido que nunca, enfiló a su destino. Alfonso tenía que competir al día siguiente en una prueba atlética, así que puso su atención en lo que tenía que hacer y cambió el chip en su cabeza.

Fermín que no había salido del pueblo, transformó su bar en un restaurante, y no solo amplió su negocio si no que se había metido en politiquilla y a veces recibía a clientes que no parecían lo que eran. No es que estuvieran tramando nada importante, pero sí que querían intentar cambiar algunas cosas que clamaban cambios, y como no veían intención de que se fueran a hacer por parte de quienes tenían la obligación de hacerlo, buscaban la manera de entrar en algún organismo o institución que les permitiera ir sacando adelante sus propuestas de mejorar ciertas cosas. Gozaba de buena reputación en el pueblo y era considerado un gran impulsor económico de la zona, y gracias a él, se habían mejorado algunos servicios públicos como por ejemplo los transportes, al conseguir las conexiones entre el ferrocarril y las líneas de autobuses, que resultó mucho más cómodo para la ciudadanía.

Seguirá.

Luis Ballester Moreno

 

 

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