Casas Baratas IV

Escrito por Luis Ballester Moreno
Miércoles, 20 Enero 2021 11:31

Jugábamos mucho; teníamos que ayudar a “la casa” de muchas formas, pero también disfrutábamos de lo lindo. Las noches de verano las familias sacaban sillas a la calle y se formaban tertulias hasta las tantas de la noche. Pero luego había que levantarse temprano para buscarse la vida incluido los chicos pero aun así, no queríamos recogernos.

Mi padre se levantaba a las cinco de la mañana y se iba a ver que podía traer a casa. Nunca venía de vacío y a pesar de las pocas explicaciones que daba, tampoco nos hacía mucha falta. La cuestión es que dentro de lo malo, a nosotros no nos faltó nunca de comer.

Mi madre, que fue una mujer muy valiente, cogía sus cestas y se marchaba a la estación, subía al tren y viajaba a otros pueblos a comprar quesos, chorizo, aceite y cuanto podía que luego vendería ganándole unas perras. Pero todo esto había que hacerlo con mucho cuidado y arriesgando tanto la compra como las sanciones e incluso la libertad. La Guardia Civil vigilaba los trenes y si te cogían, no solo te quitaban el género o te multaban sino daban parte a la fiscalía y te creaban un expediente, fichándote por si se repetía. De hecho, a mi madre la metieron en la cárcel. Estuvo tres meses por el delito de buscar comida para sus hijos. Esos tres meses hubo que llevarse a sus dos hijas más pequeñas, éramos cuatro hermanos,  porque no tenía con quien dejarlas.

Mi padre se hizo con un carrito de dos ruedas y acarreaba mercancía desde la estación hasta las tiendas o empresas que le daban el encargo, pero el que tiraba del carro era él. También yo le ayudaba cuando podía. Era un trabajo agotador, sobretodo porque a mi padre le faltaba una mano y un ojo, fruto del choque idealista entre españoles que retrasó el crecimiento de España cien años. Los vencidos no tenían derechos ni pensión o paga, así que como habían sido malos, no merecían atención ninguna, al contrario si se les podía castigar más, pues se hacía y punto. Más tarde, se compraría un burro y al menos se podía llevar un poco mejor.

La casa donde vivíamos tenía un patio en la parte delantera bastante grande e hicimos un huerto donde plantamos hortalizas y otras cosas, y teníamos pollos, conejos y una cerda que se puso muy grande que por cierto hubo que sacrificarla porque se comía a los pollitos cuando sus mamás los sacaban a pasear por el huerto. Seguirá.

Luis Ballester Moreno

Modificado por última vez en Miércoles, 20 Enero 2021 11:32

 

 

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