Volver a Baroja

Escrito por Juan Antonio Cereceda Sobrevilla
Miércoles, 03 Junio 2020 19:07

fotoopinionPío BarojaLA CUARESMA que nos han recetado como remedio severo para prevenir contagios ha tenido algunos efectos colaterales, cual ha sido el de volver a los clásicos y entre estos a los autores castellanos que tenemos situados en los libros de textos, yertos en unos apuntes de selectividad o almacenados en alguna estantería baldía de uso. Es el caso de don Pío Baroja que da nombre a una arteria importante de nuestra querida Valencia, por la zona del barrio de Campanar.

Se asocia normalmente a don Pío con el Norte de España, con Las Vascongadas. Y no faltan motivos: Una de sus obras monumentales son las Memorias de un Hombre de Acción, que constituyen el relato novelado con pulso y energía de las Guerras Carlistas que asolaron el País Vasco y Navarra a lo largo del siglo XIX. Baroja retrata con maestría la grandeza del pueblo llano español en su lucha contra el francés, ensombrecida por las debilidades, corruptelas y egoísmos de sus dirigentes, sean guerrilleros en sus taifas vecinales, sean los generales timoratos e indecisos, sean sus reyes juguetes del Corso y traidores a su palabra. Y es cierto que don Pío nació en San Sebastián, de padre ingeniero de Minas y de madre italiana.

Además de su raigambre familiar con las Vascongadas tuvo una gran ligazón afectiva con Navarra. Pasaba muchos veranos en Vera de Bidasoa y allí restauró una casona a la que dio el nombre de Itzea. En Vera le sorprendió el estallido de la guerra civil que estuvo a punto de llevárselo por delante, debido al fanatismo cainita. La dolorosa experiencia personal y la tragedia nacional marcan un antes y un después en su obra narrativa, que no volvió a tener el nivel de las obras anteriores a la guerra. Tampoco La Rioja es ajena a la obra barojiana. En la trilogía Las Ciudades aparecen personajes y paisajes estrechamente ligados al mundo riojano a ambas orillas del Ebro. De un pueblecito cercano a Laguardia extrae una frase latina que reza lapidariamente junto al reloj de la torre parroquial VVLNERANT OMNES, POSTRERA NECAT; “Hieren todas, mata la última”.

Sin embargo, el Baroja que alcanza su máxima calidad como novelista se cita en Madrid. Establecido en la tahona familiar y más tarde ya liberado de obligaciones laborales, arropado domésticamente por su hermana y su madre, dedica lo mejor de su creación al Madrid del primer tercio de siglo. Andarín incansable se pateó a conciencia todas las calles y rincones del Madrid de fin y principio de siglo y reflejó en las novelas las miserias y grandezas del pueblo llano castizo y madrileño. En la trilogía, método usado para sus novelas, denominada La lucha por la vida, aparecida en 1904-5, el autor nos sumerge en los bajos fondos del Madrid de los extrarradios, donde los personajes pelean a diario para buscarse la vida. La narración descarnada hace desfilar el Madrid de los marginados del submundo capitalino en el tránsito de un siglo a otro.

Pero también con Valencia tuvo amplia relación don Pío. Mientras cursaba cuarto de la carrera de Medicina, su familia se trasladó a Valencia por razones laborales del padre. Baroja continuó sus estudios en la universidad valenciana hasta obtener la licenciatura. Durante una temporada la familia residió en Burjassot. No debió de sentirse don Pío muy a gusto en el ambiente mediterráneo a tenor de las palabras que leemos en Martín Domínguez Barberá: “El novelista vasco, a pesar de estos contactos valencianos, mostró siempre una hosquedad abierta a todo color claro y risueño, a toda suerte de musicalidad.” Pero no debemos sorprendernos esta sequedad: la mirada acerada de Baroja clava sus adjetivos en la realidad descarnada de aquella España finisecular y traslada su óptica a la prosa lacónica y de párrafo corto que nos despliega una sociedad en harapos, contrahecha y de cortos alcances, no demasiado lejana del esperpento de Valle-Inclán.

Siempre es buen momento de volver a este clásico que nos regala las espléndidas Memoria de un Hombre de Acción, el Madrid aledaño al Rastro en las trilogías dedicadas al pueblo bajo alejado de la visión superficial y chusca del sainete y un retrato de la sociedad hispana y extranjera a raíz de sus viajes por Europa en acertadas observaciones y retratos. Parafraseando la sentencia latina del reloj de sol diríamos de sus novelas Delectant omnes, postrera explet.

Juan Antonio Cereceda Sobrevilla
Catedrático de Latín (Jubilado)

 

 

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