Grito de libertad

Escrito por Ximo Estal Lizondo
Viernes, 29 Septiembre 2017 16:45

Me acabo de despertar, nuevamente una vez más, esta noche. No ha amanecido todavía. Las noches son eternas. Los días insorportables. Así desde que me encerraron por defender mis ideales de libertad, por defender lo que yo consideraba y considero legal: La voluntad de mi pueblo, su igualdad, su poder expresarse. Desde hace días estoy encarcelado, por lo que ellos, los que no creen como yo, consideran mis errores, mis ideas, mis pensamientos, mis culpas. Esto para mí, día a a día, se está convirtiendo en una condena a mis ideales, a los ideales de mi pueblo, y lo que es peor, un tormento, por no comprender el porqué. Antes, cuando estaba amaneciendo, cuando el claror del amanecer entraba por la pequeña abertura de los barrotes de mi celda, soñaba despierto que todavía era un crío, que todo lo podía hacer, que todo era libertad. Me sentía libre, vivo, alegre.
 
Corría por el monte, mientras el aire acariciaba mi piel. Mi vida, mis ideales, mis pensamientos, me pertenecían. Pero ahora, no me dejan expresarme y mi mente me repite una y otra vez, que quieren destruir mis ideales, mi libertad a expresarme, a pedir libertad. No encuentro palabras en estos momentos. Hace días me encerraron. Aún podía entender y comprender algunas cosas y acciones, aunque no las comprendiera y compartiera.
 
Ahora sin embargo no reconozco a mis vigilantes, ni sus deseos débiles y vacilantes e inteligibles por acabar con todos nuestros ideales, que amemos la libertad, que luchemos por la igualdad. Solo veo mentiras, engaños, manipulaciones. Todo sirve para acallar el grito de libertad. Y lo peor es que siento que esto va a ir a peor, que sus acciones demostraran lo peor del ser humano y que por desgracia intentaran que mis ideas no puedan comunicarse, ni conmigo mismo y que lo que desean es que mueran.
 
Siento un vacío. Solo soy para ellos un idealista anticonstitucional y radical. Muchas veces, siento envidia de todas aquellas personas que ya han muerto y que han visto que sus ideales se hicieran realidad. ¡Qué suerte han tenido! Ellos también soñaron, como yo; pero por desgracia cuando me duermo por agotamiento, me veo encerrado en una jaula pequeña que casi no me deja respirar y mis piernas y brazos están fuertemente atados y unas mordazas cubren mi boca y mis ojos. Escucho gente, les grito que me liberen, pero la mordaza me lo impide. Ellos hablan, ríen, lloran, pero no me ven. Intento hacer ruido. Pero nada sale de mis labios. Quiero incorporarme, moverme en la jaula para que me vean, pero solo consigo asfixiarme más y mucho más dolor. Así noche tras noche. ¿Cuando soñaré con la hierba fresca y húmeda del amanecer?, ¿cuando mis manos se podrán deslizar por ella y mi voz podrá volver a expresarse con libertad?
 
No, estos me lo quieren impedir, no quieren que grite. Pero lo que no saben, es que hagan lo que hagan, fuera otros y yo mismo, desde aquí, seguiremos gritando con fuerza LIBERTAD, y con eso no van a poder ni nos van a callar.
 
Ximo Estal Lizondo
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