Suspiros de España

Escrito por Bernardo Bartolomé de la Plaza
Viernes, 18 Diciembre 2015 16:04

Se llama Carlos y tiene veintipocos años. Hace dos terminó una Ingeniería pero todavía no ha conseguido trabajar “en lo suyo”. Por ahora se resigna  a ser Técnico de Distribución en Proximidad de Bienes Comestibles. Repartidor de comida a domicilio, vaya. Y digo que se resigna porque Carlos ha perdido toda esperanza. A sus veintipocos años.

Nos conocimos hace dos meses. Era de noche y llovía. Se presentó en mi casa empapado como el grumete de un barco atunero  en medio del temporal. Alzó la visera de su casco y exclamó un sonoro “coño” que retumbó  en toda la escalera. Yo a ti te conozco. Tú eres el de upeidé, el del tuiter- me dijo-. En ese momento dudé en cerrarle la puerta en las narices. No se imaginan las ganas que nos tienen algunos por ser como somos: sinceros, directos, sin complejos. Por un  instante pensé “tate, Bernardo, la hostia que te estabas jugando te la van a calzar esta noche”. Y en batín y pantuflas- no conozco a nadie que pueda mantener la dignidad de tal guisa-. Al final decidí aguantar el envite.  Aquí hemos venido a jugar, pensé. Que salga el sol por Antequera. Y la cosa salió bien. Carlos nos votó las pasadas elecciones y además es un fiel  lector de mis artículos. Benditos dioses.

Desde entonces siempre requiero que Carlos me traiga el pedido. Hemos desarrollado una amistad peculiar. De dos minutos a la semana. De camaradas a tiempo parcial, como su contrato de diez horas semanales. Me cuenta sus preocupaciones, pero sin la convicción de obtener una respuesta que las solucione, solo para desahogarse. Me habla de su familia; un padre en paro desde hace cinco años, una madre que trabaja en el almacén durante la temporada de la naranja y un hermano pequeño que quiere ser médico.  Menciona de pasada sus condiciones laborales: está asegurado lo justo para que su jefe no tenga problemas en caso de  que se rompa el alma en una caída del ciclomotor. Que las ha tenido, y muchas. Hablamos de política, de cine, de libros y también de señoras estupendas, no vayan a creer que somos dos santos varones.

Esta semana Carlos me entregó el último pedido. Se despide porque ha encontrado trabajo. De lo suyo. En Friedrichshafen. Se marcha  asqueado de su patria, traicionado por sus mayores. Una tierra que le vio nacer y que observa impasible cómo emigran sus jóvenes talentos. Carlos se marcha, no huye. Huir es de cobardes y él demuestra tenerlos gordos como el caballo de Espartero. Nos dimos un abrazo y quedamos para tomar unas cañas a su vuelta; Carlos regresará algún día. Los españoles somos así, capaces de ciscarnos en nuestro país  pero con la necesidad de sentirlo permanentemente bajo nuestros pies. Mientras tanto espero impaciente que llegue la próxima semana. Cuando suene el timbre sabré que es Carlos el que llama. Porque todavía quedan muchos Carlos ahorrando para comprar su billete a Alemania.

Bernardo Bartolomé de la Plaza
Delegado local de UPyD en Sagunto

 

 

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