Cuando todos son enemigos

Escrito por David Navas Pires
Viernes, 01 Mayo 2015 23:34

Llegan las elecciones, con el mismo ímpetu que nos llega a todos el 1 de diciembre a la espera de las navidades. Se nota el jolgorio callejero, los movimientos ciudadanos, las prisas en la prensa, los artículos y las opiniones plagadas de filosofía y la lógica aplastante. Llegan las ropas de tela impoluta, las corbatas y las sonrisas de medio lado. Llegan los proyectos infinitos, la construcción de puentes a la luna, el agradecimiento a los agricultores y las danzas sutiles en las huelgas y las manifestaciones. Ahora todos somos ciudadanos, pero ciudadanos hostiles a lo que no es de mi casa.

Aquellos que creen que el crecimiento es la base de la construcción del mundo. Una vorágine de datos cuyo único destino es la destrucción del territorio, el enriquecimiento de 4, y la excusa de los puestos de trabajo. Y si para ello, he de destruir montañas enteras lo haré. Montañas que llevan aquí mucho antes de que el ser humano caminara por su cuenta. Ecosistemas híbridos, mitad belleza, mitad vida, que no necesitan al ser humano más que para su mantenimiento. Pero aquellos que creen que el dinero es el único ungüento para curar los males, se revuelcan entre el fango de los puestos de trabajo que tanto anhelan los Populares para hacer su propaganda. Una propaganda que daña. Lo único importante es crear empleo, y si para ello, debo destrozar el territorio lo haré. Pronto veremos excavadoras negras, portadoras del fracking, en la que habrá 2.000 puestos de trabajo y 2.000 años de bulliciosa tortura. El PP alardeará, pero nuestros hijos deberán migrar porque la vida en ese lugar será imposible.

Capitalismo o socialismo, dinero o sociedad, trabajo o ecosistema, edificios o plantas, polvo u oxígeno. Todos estos dilemas son inocuos. Todas estas luchas morales carecen de sentido cuando es el Poder el objetivo. Manchemos las almas de quienes nos leen, de quienes creen en aquello que digo si con ello consigo mi asiento de cuero.

Luchas infinitas desde que los movimientos sociales aparecieron por primera vez. Ya no es lucha de clases, ya no es lucha de rico, lucha de pobre, ya no es lucha, ahora es sacrilegio. Los recursos naturales son nuestra religión, son aquellos a los que deberíamos agradecer día a día, y atacarlos debería ser castigado como sacrilegio. Creer que la naturaleza es nuestra, es lo más absurdo que el ser humano ha podido discurrir. Pero el ser humano ya no discurre, el ser humano ya no promete, el ser humano ahora es egoísta. Nos ciega con los puestos de trabajo, con el crecimiento, con un supuesto bienestar, y nos mantiene en la ceguera de llenar nuestra cartilla pero vaciar nuestros pulmones. Todo vale para ganar dinero, todo vale para mantenernos en el poder.

Miles de metros cuadrados en los que plantar, miles de metros cuadrados en los que practicar nuevas formas de energía, miles de horas de sol, miles de horas de viento, miles de personas a las que preguntar, de empresas, de ideas, y solo se nos ocurre matar montañas porque el dinero es lo único que quiero. Valencia es una fuente de riqueza. Podríamos ganarnos la vida con la agricultura, con la educación. Podríamos ganarnos la vida con fiestas, con playas, con un Castillo que sale en todos los libros de historia. Podríamos ganarnos la vida con investigaciones, con nuevas tecnologías, con nuevos medios y formas de energía. Podríamos ganarnos la vida con rutas culturales, enseñando nuestro patrimonio, con la pesca, con el puerto marítimo, con el ocio, con los bailes, las fiestas, las competiciones, la pequeña empresa, la que más dinero da a nuestro PIB y no factura en Suiza. Podríamos ganarnos la vida de la forma más humilde, que no es otra que labrando nuestra tierra. Pero no, las grandes firmas nos ciegan con anuncios de la felicidad, con neoliberalismo y mentiras en estado puro. Las grandes firmas pretenden destrozar nuestras vidas desde la impotencia.

El crecimiento es importante, es necesario, pero como toda espada, podremos cortar ramas o podremos cortar piernas. El crecimiento no puede ser objetivo de los organismos públicos. No sin antes reparar en los daños que puede causar el poner esos datos a una tabla. El crecimiento debe estar al mismo nivel que el desarrollo humano, que la tecnología, que la sostenibilidad. De nada me sirve una fábrica de manufactura de radiación nuclear, con sueldos de 12.000 € mensuales, si lo que fabrico mata a mis ciudadanos. De nada me sirve el crecimiento de fábricas de carbón y sueldos millonarios, si mantengo a mi ciudad cubiertas en toxinas y mueren todas mis tierras. El crecimiento no puede ser más importante que la sostenibilidad, no puede estar por delante de la naturaleza, de los animales, de la belleza de su creación. Pero por desgracia, existen esas formas de ver el mundo. La del enriquecimiento a toda costa y el que diga lo contrario miente.

Invirtamos en educación, preparemos a nuestros ciudadanos, consigamos que haya una fusión entre las personas, el desarrollo, la sostenibilidad, y si viene después, el crecimiento. Y es que para los que apoyan el crecimiento como arma, dejando de lado el desarrollo o la sostenibilidad, todos somos enemigos.

David Navas Pires

 

 

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