¿Existe democracia en España?

Escrito por Armando Álvarez Álvarez
Viernes, 20 Diciembre 2013 00:18

Dentro de este régimen que ingenuamente denominamos democrático, sólo tenemos derecho al pataleo. Sin embargo, el Gobierno, en su ilimitado afán de poder (inconcebible cuando ya lo tiene todo), quiere apoderarse de la calle para que el pueblo no pueda exteriorizar su inquietud y malestar. Con una iniquidad sobrecogedora, la cúpula del PP, por medio del Ejecutivo, intenta domesticar y amordazar a la gente.

Tan descomunales sanciones significan que los ciudadanos deben desfilar por la calle como si fueran un hatajo de borregos. Estas aviesas y canallescas pretensiones que figuran en el texto de la Ley nos retrotraen al año 1960. Por tanto, la Ley de Seguridad es un producto del franquismo puro y duro.
Pasando revista a la infame, sangrienta y truculenta dictadura franquista, nos encontramos con un ramillete de leyes de carácter represivo, como Ley contra la Masonería y el Comunismo, Ley contra el Bandidaje y el Terrorismo, Ley contra Vagos y Maleantes.

A tenor de los que recoge el texto de la actual Ley de Seguridad, se suscitaron multitud de  comentarios y opiniones. En este sentido, predominan los que sostienen que dicha Ley tiene un gran paralelismo con la Ley de Vagos y Maleantes. Puede que analizada en sus diversos parámetros, no llegue a tales extremos. En cualquier caso, es obvio que no encaja en un sistema democrático.

¿Qué democracia es ésta?. ¿Depositar una papeleta en la urna y luego en virtud de los resultados de los votos emitidos después del escrutinio, el que dispone de una mayoría absoluta puede disponer de patente de corso? Esta democracia, independientemente del lastre que arrastra desde sus orígenes, actualmente, tal como dije en otras ocasiones, se halla bastardeada y falsificada. Partiendo de estos postulados, para mi sólo merece un completo desprecio.

Cuando los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial están férreamente controlados por el Gobierno del PP ¿qué garantías democráticas existen en este país? Ninguna.
La hegemonía del insaciable  del PP no tiene límites. De ahí que, en aras de llevar a cabo sus desorbitadas ambiciones, consiguió establecer su dominio sobre las demás instituciones del Estado. Así ocurre con el Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Consejo de Estado y Tribunal de Cuentas. Con todos los organismos del Estado en sus manos, Rajoy ya no tiene que dar cuenta a nadie. Una dictadura perfecta. En este aspecto, es coherente con los métodos de Franco.

Con tanto poder acumulado, evidentemente La Moncloa se ha transformado en El Pardo, fortín donde radicaban los omnímodos poderes del Movimiento Nacional que montó el más dictador de los dictadores.
En contra de esta amarga y lacerante realidad, topamos con una espuria y desguazada democracia que tantos veneran, enaltecen y pregonan con frases grandilocuentes. Una democracia carente de todas las instituciones del Estado, puesto que están usurpadas por un solo mandatario, no puede ser reconocida como tal. Yo diría que es un totalitarismo disfrazado de democracia. Si ésta es la democracia que hay que magnificar e incluso sacralizar, no solamente la pongo en solfa, sino que me declaro radicalmente antidemócrata.

¿Qué funciones desempeñan en el Congreso los diputados de la oposición? Absolutamente ninguna, como no sea de figurar como comparsas y justificar los emolumentos que perciben al precio, claro está, de ser marginados, humillados y, a veces, vilipendiados por los trabucaires de la cutre y casposa derecha. Estamos, pues, ante una monumental farsa. Eso de control al Gobierno y elaboración de las leyes, no deja de ser nada más que un sainete, un sainete grotesco.

¡Ah!, pero nos queda el «rutilante Poder Judicial» como una aldaba donde agarrarse, piensa alguna gente. Craso error. Para los pocos españoles que todavía creen en la justicia, les diré que para la inmensa mayoría existen razones empíricas para justificar el rechazo a una institución que debía ser la garante de la aplicación de la ley con rapidez y equidad. ¡Pero cuán lejos está este objetivo! Yo creo que nos hallamos a años luz de alcanzarlo. Por eso el PP dispone de carta blanca para hacer totalmente lo que le venga en gana: contabilidad «b» y todo un conjunto de enorme magnitud de perversas acciones.

El PP y su Gobierno se hallan incursos en irregularidades que comportan unos hechos que requieren una actuación judicial que no se puede soslayar. Por tanto, necesitan acciones rápidas y contundentes. El caso Gürtel es un monstruo de centenares de cabezas que se extiende por varias Comunidades. En este contexto, se halla la mayor red de corrupción que tuvo lugar durante el periodo correspondiente a lo que denominamos democracia. Este tormentoso fenómeno delictivo recogido en los tribunales ¿cuándo terminará y cuál será su resultado? Suplico que estén atentos, puesto que cualquiera podrá vaticinar que el proceso será largo. Durará años y años y al final contemplaremos un fiasco total. Rellenarán cientos de miles de folios de papel para luego archivarlos o tirarlos a la papelera, y de ahí no pasará. Contra la «patente de corso» no se puede luchar.  ¿Dónde está el Estado de derecho?. «Rindamos tributo a la impunidad».

Con el horizonte despejado y sin ningún obstáculo en el camino, los líderes del PP dieron rienda suelta a toda clase de desmanes: leyes franquistas, operaciones generalizadas de masiva corrupción, apabullante catarata de mentiras y obscenos métodos de manipulación e intoxicación de la gente. En esta siniestra andadura, atrás queda un reguero de decisiones gubernamentales estremecedoras refrendadas por un Parlamento fantoche donde subyacen consecuencias horripilantes para los españoles. Las tropelías que protagonizaron los ultras que dirigen los ministerios de Educación, Sanidad, Trabajo y Justicia tiene unos efectos devastadores. Las retrógradas leyes que hilvanaron responden a unos esquemas claramente franquistas y, a su vez, a los poderes económicos más inhumanos y desalmados. Llegado este punto, es ineludible abordar la dramática situación de las clases necesitadas: seis millones de parados, tres millones acuciados por el hambre, catorce millones de pobres, multitud de dependientes abandonados cruelmente, despidos constantes de trabajadores, con prestaciones miserables, sueldos irrisorios a los pocos que pueden encontrar un puesto de trabajo. Sólo en Uganda o Zambia se puede mostrar un panorama de estas características. Y en este angustioso y desgarrador ambiente, observamos que los ricos cada vez son más ricos y, por lo contrario, los pobres cada vez adolecen de mayor pobreza. 

Con la quinta parte de atropellos y desafueros perpetrados por el neofranquista PP, cualquier Gobierno de las 192 naciones que hay en el mundo presentaría la dimisión con carácter irrevocable. En cambio en España el Gobierno permanece incólume. Ellos creen que el legado que les entregó Fraga Iribarne y otra multitud de renombrados franquistas, les concede un privilegio especial, o sea, que viven al margen de la democracia y se atienen a la herencia recibida,  en cuya filosofía no se contemplan las dimisiones. Franco así lo estableció.

¡Lo insólito!  Aquí en España, para mayor escarnio, los protagonistas de las más repugnantes fechorías, los mandatarios del PP, singularmente Rajoy, aplauden a estos depredadores y los distinguen como personas excelsas. Ahí están para glorificarlos las admirables palabras de Rajoy, diciendo que Fabra (corrupto y cacique del PP de Castellón) era un político ejemplar. Asimismo, Camps le elevó Rajoy al cenit con calificativos excelentes y honorables; dijo Rajoy «es un hombre de suma entereza y de una honestidad intachable». Jaime Matas (el mayor corrupto de España), Rajoy lo definió como el «perfecto político al que todos debíamos imitar». A su íntimo amigo Bárcenas le dirigió un rosario de elogios y virtudes que bien podían elevarlo a los altares según los portentosos valores que le atribuye Rajoy. Los panegíricos de Rajoy los hizo extensibles a todos los que están pringados en la corrupción. Sin duda, los corruptos son los privilegiados de Rajoy. ¡Asómbrense ustedes!
No puedo pasar por alto la catastrófica situación que ahoga la Comunidad Valenciana que es el paradigma de la nauseabunda cloaca en la que está sumergida una gran parte del país, si bien esta región se desenvuelve en un marco de verdadera depresión. El panorama, pues, es pavoroso.

A la luz de hechos incontestables que he puesto de relieve, queda patente que las camarillas que han gobernado la Comunidad Valenciana se dedicaron al expolio, al saqueo, al latrocinio y al despilfarro hasta que lograron arruinar a una de las regiones más pujantes, ricas y prósperas de España. El fraude y la bazofia producen hastío. El caos, el empobrecimiento y la bancarrota (40 mil millones de deuda, 880 mil parados) en que se halla sumida la Comunidad ofrecen la más triste y espeluznante imagen. Los bancos y cajas que desaparecieron del mapa comunitario son el exponente del desastre. Además un referente mítico para los valencianos como es el Valencia Club de Fútbol se halla en la UCI, donde se encuentra abandonado a su suerte; y RTVV la cerraron. ¿Tiene el pueblo alguna culpa de esta debacle que asfixia a la Comunidad? A mi juicio, la ingenuidad y la torpeza de los valencianos son claras y evidentes. No se trata de un accidente, sino de cuatro o cinco legislaturas donde los valencianos tropezaron, no sólo dos veces en la misma piedra, sino tres, cuatro y cinco veces consecutivas. Esta desafortunada e inepta tesitura, me duele y desconcierta, dado que siempre consideré a este pueblo portador de unas cualidades admirables. Ahora bien, la candidez y la ignorancia hicieron estragos en la incauta población valenciana. Conocedores de lo manipulable que son las personas, la montaraz derecha, a base de indecentes falsedades, buscó los argumentos oportunos para, de una manera torticera y falaz, esgrimir los infundios adecuados. La cavernícola derecha difundió la mentira de que Cataluña quería agregar a Valencia a los Países Catalanes. Cosa que nunca existió. Una verdadera estupidez. Luego recurrió al agua del Ebro para implicar a los socialistas y a Cataluña como culpables en el trasvase. Por último, convencieron al desorientado y despistado pueblo valenciano de que todo lo malo provenía de Madrid, donde gobernaban los socialistas. Las calumnias y las mentiras persuadieron a un pueblo que reaccionó con una mentalidad pueril.

El pueblo valenciano es muy vulnerable. Por eso los impostores y farsantes del PP pudieron consumar sus abyectos y sucios planes de dominio sobre una ciudadanía endeble y sumisa. Esta fidelidad y fascinación que profesaban a los mandatarios de la arcaica derecha ¿fue recompensada de una manera tangible con concesiones óptimas? Todo lo contrario, como se trataba de una comunidad obediente y le seducía la mentira, le dieron como premio el más completo desdén. ¿Quién invirtió 6.000 millones de euros para traer el AVE a Valencia? Precisamente fueron aquellos políticos que los valencianos detestan. Así se escribe la historia. El populismo, la demagogia y la mentira hacen milagros.

Los  saqueadores condenaron la región a la hecatombe, de suerte que para evitar el embargo, fue la única Comunidad de España que tuvieron que rescatar.
Modificado por última vez en Viernes, 20 Diciembre 2013 00:32

 

 

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