Cada cuatro años, no hace daño

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Miércoles, 04 Mayo 2011 02:00

España vive en Democracia. Es de Perogrullo, es la verdad del barquero. Lo saben hasta los zulúes, los japoneses y los del Atleti. Somos envidiados por muchos pueblos del mundo. No todos disfrutan del derecho de gobernarse a sí mismos. A nosotros no se nos olvida. Lo recordamos constantemente. A todas horas aparecen las fuerzas democráticas por la tele, la radio, los periódicos y los tebeos. En los debates nos planteamos si, por ejemplo, los jóvenes aprecian los valores democráticos en su justa medida. Continuamente, como setas después de llover, surgen encuestas de opinión popular sobre la valoración que las masas hacen de la gestión del gobierno democráticamente elegido, la valoración de su democrático líder, la valoración de previsión de voto democrático o la valoración del democrático FMI. La opinión popular cuenta. Eso es Democracia. Una Democracia de la hostia.

Etimológicamente hablando, Democracia es una palabra que inventaron los griegos, mezclando otras dos. Demos, que viene a querer decir Pueblo, y Kratos, gobierno. Agitando la coctelera, nos sale gobierno del Pueblo. El Pueblo gobierna, el Pueblo manda. Aquí tenemos cientos de ejemplos que lo demuestran.
El Pueblo va cada cuatro años a un colegio y vota. El Pueblo va cada cuatro años a un colegio y gobierna. El Pueblo va cada cuatro años a un colegio y elige, entre varias opciones, la lista de decisiones (es decir, el programa político) que quiere que sus representantes sigan cuando gobiernen por él. El Pueblo dice que quiere que trabaje todo el mundo. Se consiguen casi cinco millones de parados, una reforma laboral que abarata el despido y unas empresas de trabajo temporal que, entre otras cosas, te tiran a la calle antes de lo que se tarda en decir «Estatuto de los Trabajadores». El Pueblo decide que todo el mundo tiene derecho a una educación pública y de calidad. Votando, el Pueblo consigue una reforma consistente en la reducción y masificación de los centros educativos y un descarado desvío de fondos públicos a centros privados de educación, en su mayoría religiosos, que se pasan por el forro de la Biblia el programa educativo oficial. El Pueblo se lee la Constitución, y está de acuerdo en que todo español tiene derecho a una vivienda digna. Vota, cada cuatro años, y consigue que tanto su Gobierno como su principal partido opositor defiendan a la Gran Banca de los intereses constitucionales del Pueblo, impidiendo la dación en pago de la hipoteca. El Pueblo vota y consigue que su Ayuntamiento modifique los planes urbanísticos y se gaste un pastón en urbanizaciones y obras faraónicas de lamentable mal gusto para que los banqueros y especuladores de la construcción los llenen de edificios y espeluznantes rotondas, forrándose hasta las orejas y dejando tras de sí una enorme cantidad de parados, desahuciados y endeudados cuando ya han tenido bastante. A grandes rasgos, esto es lo que el Pueblo consigue si se limita a ejercer la Democracia tan sólo una vez cada cuatro años.
Porque lo que se intenta en cualquier democracia capitalista, en cualquier democracia de y para los poderosos, los bancos, la patronal y los grandes accionistas, lo que se intenta en una democracia como la nuestra, es limitarla a ejercer el derecho al voto periódicamente. Y si el periodo es largo, mejor que mejor. La democracia es el gobierno del Pueblo en todo momento, y no una vez cada cuatro años. Sin embargo, el tiempo que transcurre entre una jornada electoral y la siguiente no está ni dirigido ni controlado en absoluto por el Pueblo. Si lo estuviera, España no sería, como se suele decir, un país «de izquierdas». No. Sería un país de sadomasoquistas socioeconómicos a los que les iría mucho torturarse practicando recortes presupuestarios en los más variados campos de la cobertura social: pensiones, desempleo, vivienda, educación, cultura, deportes... O eso, o la mayoría de los que viven por aquí están de acuerdo con la lamentable política económica, social, laboral y tributaria que se nos aplica a los que intentamos trabajar para subsistir. Que también puede ser.

Evidentemente, no será el propio aparato estatal el que nos facilite esa mayor capacidad de dirección, de decisión y, en definitiva, de gobierno que debe ser la Democracia. Deberemos ser nosotros mismos, el Pueblo, quienes nos saquemos las castañas del fuego. Y el único camino pasa por organizarnos. Uno a uno no somos nada frente a la maquinaria de los poderosos, pero todos juntos infundimos más respeto. Organizarnos en asociaciones de vecinos, en juntas escolares, en sindicatos, en plataformas, en internet. Y también, por qué no, en organizaciones políticas. Los partidos mayoritarios sólo tienen dirección. Afiliados, o hay cuatro o simplemente no cuentan. Y cuando a un partido político no se le marca el camino desde la base, cuando la democracia falla hasta en el interior de una organización por definición democrática, pasa lo que pasa. Pasa que, en treinta y cinco años años desde el 75, hemos tenido unos cuantos domingos de Democracia, intercalados con periodos de cuatro años de promesas olvidadas.

Rafa Garzó: Portavoz provisional de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca del Camp de Morvedre (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.) y Candidato a las elecciones municipales por EU Sagunto.


Modificado por última vez en Miércoles, 04 Mayo 2011 02:00

 

 

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