Nacido en el Puerto de Sagunto en 1966. Es actor, director escénico y autor de obras de teatro. Se inicia en la escritura dramática con la pieza El afilador de pianos. Tras participar en varios talleres y cursos de escritura dramática ha escrito casi una decena y, prácticamente, ha estrenado todas. Comienza en el teatro como actor en la compañía Moma de Valencia y Horta Teatre. En 1992, funda junto a Cristina García la compañía Grieta Teatre que tuvo apenas tres años de vida y dos producciones: El afilador de pianos y Un hombre, otro hombre. En 1995, Lola López, Lluïsa Cunillé y el propio Zarzoso fundan una nueva compañía: L'Hongaresa de Teatre. Han llevado a escena piezas como Vacantes y El asunto, de la autora catalana, textos de escritura compartida como Intempèrie, Viajeras y Húngaros y obras del propio Zarzoso como Mirador, texto con el que, precisamente, ganó el premio SGAE de 1999. Su dedicación y trabajo al mundo de la cultura ha sido reconocido en diversos certámenes nacionales e internacionales. Le fue otorgado, por ejemplo, el premio Marqués de Bradomín por su obra Umbral, el premio Max Aub de Teatres de la Generalitat Valenciana por L’altre, el premio SGAE de Teatro por Mirador y por Ultramarins el Ciudad de Barcelona y el premio Serra d’Or. Su última pieza teatral ha sido l’Eclipsi estrenada en julio de 2014 en colaboración con el Teatre Nacional de Catalunya. Este polifacético porteño, que incluso se ha atrevido con la gran pantalla, lleva alrededor de quince años impartiendo talleres de arte dramático. Ahora está trabajando en una nueva pieza que espera ver pronto sobre los escenarios.
Actor, director, autor de obras de teatro... ¿Cómo se definiría usted?
Diría que soy un hombre de teatro, sencillamente. La verdad es que he trabajado en todas las facetas y me ha gustado algo de cada una de ellas. De hecho, creo que todas estas facetas están interrelacionadas. Seguramente, de no haber sido actor mi escritura teatral sería más literaria y no tan escénica. Por otro lado, ser autor me permite conocerme mejor y mejorar como actor. Tengo algo de misántropo y disfruto mucho los momentos a de soledad que me regala el escribir pero también me gusta la otra parte, el teatro como acto social.
Hablemos ahora de su último trabajo ¿Cómo surge la idea de L’Eclipsi?
L’Eclipsi fue un encargo del Teatro Nacional de Cataluña en el que se quiso hacer una ópera contemporánea. Contactaron con Alberto García Demestres para la música y luego conmigo para que hiciera el libreto.
¿Era la primera vez que usted se enfrentaba a este tipo de género?
Sí, y fue toda una experiencia. Al final la escritura del libreto me resultó muy cómoda porque la opera anima mucho a salirse de la caja, el think out the box, y a salirse de la realidad.
¿Qué se va a encontrar el público en esta ópera?
Inventé una historia muy loca: Es la boda de dos mujeres. El primer acto acontece durante el día, en un jardín. Por motivos extraños, la boda termina celebrándose de noche y en un cementerio. Ese es el eclipse. La obra habla de las zonas oscuras y tenebrosas del ser humano, de la corrupción de la carne y del espíritu. La obra funcionó muy bien y tuvo muy buena acogida.
¿Qué significa para usted que la opera haya ganado el Premio Max a mejor espectáculo musical?
Es un premio muy prestigioso y estamos muy satisfechos. Es algo muy importante para mí ya que, además, era la primera vez que tocaba este género. Ahora que estoy descubriéndolo y me siento cómodo en él. De hecho este año he escrito otra ópera llamada El mal vino junto a un compositor valenciano y la experiencia, de nuevo, ha sido muy buena.
Una de las ideas recurrentes en sus obras era el problema de la identidad, la incomunicación, la soledad, el desamor… ¿Porqué este interés por estos temas?
Me interesan los temas relacionados con las preocupaciones del ser humano. Creo que en el teatro de todos los tiempos hay unos temas que son recurrentes: el paso del tiempo, el amor, la soledad, la muerte… El mejor teatro es aquel que habla de los temas que nos interesan y nos vienen interesando desde siempre. Lo que hago es mezclar estos temas tradicionales con temas más actuales.
¿Cómo cree que han evolucionado el tratamiento de estos temas desde del teatro clásico?
Hay unos temas que son permanentes pero en cada época cambia la concepción del mismo. La temática familiar no es la misma en el teatro clásico de Edipo, en los años 80 y en la actualidad. Un mismo tema se percibe de forma diferente según en la época en la que te encuentres. Pero en cierta medida sí que van variando, incluso han aparecido nuevos temas. Las relaciones amorosas con personas del mismo sexo, las nuevas tecnologías…
Ver representados estos temas en un escenario puede servir al público de catarsis teatral ¿Qué cree que aporta el teatro al desarrollo personal?
El teatro es un lugar maravilloso para compartir las preocupaciones, un lugar en el que el dolor se vuelve humor e incluso puede transformarse en belleza… Hay una parte sanadora en el teatro, una parte terapéutica. Hay personas que entran tristes o enfadados a un teatro y salen contentos y felices.
¿Cree que su vida ha condicionado su obra?
En cierto modo sí. Decía Chejov: «cada día me convenzo más de que no se trata de formas viejas ni de formas nuevas; se trata de que el hombre escriba sin pensar en formas, de que escriba porque así le sale espontáneamente del alma». Cuando escribes teatro hablas de lo que a ti te preocupa aunque sí que es verdad que el teatro es un espacio que te permite jugar y transformar la realidad y darle una parte imaginativa. Pero también ocurre al revés, la vida condiciona el teatro y el teatro condiciona la vida.
Se dice que usted construye sus personajes con el máximo rigor, ¿qué moldes utiliza? ¿Dónde se inspira?
Construyo personajes complejos, con dos caras. Cualquier persona, por muy sencilla que sea tiene sus contradicciones y así lo quiero reflejar en mis personajes. Me gusta crear personajes aparentemente invisibles pero que esconden grandes secretos.
Se aleja usted, pues, de los personajes típicos del teatro clásico.
Intento alejarme de los arquetipos, sí. No me gusta cuando los personajes aparecen como feos, malos, buenos, guapos. Lo bueno del ser humano es que es muy complicado y en ocasiones obscuro.
En sus textos el personaje está influido por el entorno en el que usted los enmarca ¿Qué va primero, el personaje o el escenario?
Me gusta mucho trabajar la relación entre el personaje y su espacio. El personaje es también su tiempo y su espacio. En mis obras es muy importante el territorio, el lugar. El gran teatro ha invertido mucho en la atmósfera porque es lo que comparte con el público.
¿Qué tipo de público es el que comparte esa atmósfera con sus personajes?
Un público curioso, sin más. No escribo para un espectador en particular. Hemos representado obras delante ciudadanos analfabetos en el centro de argentina y también delante de un público más formado. Ya sean niños o mayores, el teatro es simplemente para personas con ganas de reírse, estremecerse, enamorarse y emocionarse. Mis textos van dirigidos al corazón de las personas.
Decía que el teatro es un lugar en el que el dolor se puede convertir en humor y es precisamente ese humor el que envuelve muchas de sus obras ¿Cree que es necesaria la utilización de la risa para tratar este tipo de temas?
Es la mejor herramienta. Cuando vamos al teatro sentimos que podemos reírnos de nosotros mismos, de nuestras flaquezas, heridas y debilidades, al fin y al cabo lo que somos. Yo reivindico el teatro como lugar de encuentro. Es una gozada poder quedar con un grupo de personas y reír juntas, y eso es lo que nos proporciona el teatro.
El teatro valenciano se ha hecho un hueco en el panorama teatral español gracias a directores como usted ¿Cree que es más difícil destacar cuando se escriben obras en valenciano?
En Valencia falta por normalizarse el valenciano. Parece que si se trata de una obra en valenciano a la gente le cuesta más ir y es algo que en Cataluña, por ejemplo, no pasa. Lo que hay que hacer es reivindicar el buen teatro. Si es una buena obra, es interesante conocerla en su idioma original.
Esa es la idea por la que surgió Hongaresa de Teatre ¿Cómo nace esta compañía teatral?
Nace fruto del encuentro entre Lola López, autora porteña, Lluïsa Cunillé, escritora reputada, y yo mismo. Decidimos crear una compañía donde pudiéramos representar nuestras obras. Nuestra primera pieza se estrenó precisamente aquí, en Puerto de Sagunto, no podía ser de otra manera. Al final, lo que empezó como un juego se ha convertido en una realidad de la que estamos muy orgullosos.
Ahora es su 20 aniversario, ¿cómo os sentís?
Muy satisfechos. Hongaresa teatre ha sido una gran aventura, un viaje muy complejo pero que ha dado sus frutos. Hemos crecido mucho como autores, directores y actores. Ha sido un gran encuentro entre amigos gracias a las diversas colaboraciones con otras compañías u organizaciones. Por suerte seguimos teniendo ideas y ganas de seguir y en eso estamos.
¿Cuáles son los retos al dirigir una compañía de teatro?
Nunca hicimos un teatro fácil ni estuvimos en los circuitos más comerciales y creo que la crisis ha sido uno de los grandes retos de la compañía. Ha sido difícil amoldarse a la realidad cultural. Se ha desmantelado una gran parte de los circuitos teatrales al igual que muchos otros servicios públicos. La falta de ayudas y apoyos se nota mucho. Es el peor momento para el sector teatral de los últimos 20 años. La compañía nunca fue concebida como una empresa de teatro sino como una compañía de amigos que hacía teatro y eso nunca nos ha abandonado. Esa ha sido la herramienta para continuar.
¿Ha escrito en alguna ocasión condicionado por un criterio de viabilidad?
Sobre todo intento que la obra me guste a mí. Creo que la única manera de llegar al espectador es hacer el teatro que queremos hacer. Siempre hemos tratado de hacer algo diferente, no hemos repetido ninguna fórmula. No hemos tenido tiempo para aburrirnos, si no sacas dinero, por lo menor diviértete. Hemos hecho tragedias, comedias, hemos introducido música en directo y ahora estamos creando una obra relacionada con el cine.
Se define a sí mismo como un hombre se teatro pero también ha coqueteado con la gran pantalla.
Estuve un tiempo trabajando en la tele. Estuve colaborando, como guionista, en una serie de canal nou, sacamos también un corto y he estado con un guión cinematográfico. Pero me he centrado mucho más en el teatro que en el audiovisual.
¿Qué influencias ha recibido Paco Zarzoso?
Desde los grandes autores clásicos hasta mis compañeros contemporáneos. Creo que el teatro está muy hermanado con todas las artes: la música, la pintura, el cine…Para mi última escritura he investigado sobre la música barroca, por ejemplo. Siempre les digo a mis alumnos que la dramaturgia es un gran oficio porque para hacer teatro tienes que trabajar con todas las artes. El teatro tiene una parte musical, de partitura, una parte pictórica, la atmósfera, una parte cinematográfica, una literaria… El buen teatro hay que trabajarlo con todos los sentidos.
¿Cómo se sabe si una pieza teatral es buena? ¿Se deduce de lo que comenta que no se puede apreciar en una simple lectura en papel?
Es un misterio. Es muy difícil hacer un obra que enganche de principio a fin. Sin embargo, creo que se sabe cuando llegas a ese momento de conexión con el espectador. Cuando notas que el público late al mismo tiempo que la obra. El buen teatro es el que logra atrapar al público, el teatro que hace sentir.
¿Ha llegado a sentir esto con alguna de sus obras?
No se puede elegir a un hijo. Pero Umbral nos ha hecho muy felices tanto a mí como a la compañía. Una obra que hemos podido ver en Brasil, en Chile, en Argentina, y en nuestro país. Ver como todo el mundo ríe con lo mismo o siente lo mismo en lugares tan diferentes la verdad es que ha sido muy satisfactorio.
Hablemos de proyectos futuros ¿en qué está trabajando ahora?
Siempre hay alguna obra por ahí. Con la compañía estamos trabajando en Serenata, un país sin serenos y por mi cuenta estoy terminando una obra que espero que se pueda representar pronto.
