Imprimir esta página
José Manuel Pedrós García

Para Miguel

Jueves, 29 Julio 2021 21:07

La semana pasada, mi amigo Miguel Álvarez hablaba en su columna de Pilar Bardem, y terminaba con una alusión a los carmelitas descalzos, a la derecha política y a la Iglesia católica, asegurando algo sobre lo que «parcialmente» estoy de acuerdo. Me explicaré.

Habitualmente leo su columna de El Económico, y casi siempre coincido con lo que escribe, aunque en algunos momentos me parezca demasiado crítico y ligeramente cáustico. Respecto a la columna de este último viernes, estoy de acuerdo con él sobre lo que dice de Pilar Bardem. Me ha parecido siempre una persona muy ecuánime con sus ideas y con su posición ante la vida, a pesar de todas las críticas que ha recibido, que, como siempre pasa, le han llegado desde el sector de la derecha, ese que siempre piensa que no se puede vivir de una forma desahogada y ser socialista o comunista, porque para serlo hay que ser pobre de solemnidad.

Estoy también de acuerdo sobre lo que dice de los carmelitas descalzos, o sobre otras órdenes religiosas que practican la pobreza más austera como una forma de desvincularse de las cosas materiales y encaminar su alma hacia lo espiritual, algo que, desde luego, y desde su punto de vista, me parece admirable. Sin embargo, en el último párrafo, dice textualmente: «Por eso los que dicen que Jesucristo fue el primer comunista no saben la estupidez que sueltan por su boca: es más que evidente que los países cristianos son los que más sañudamente persiguen a los comunistas». Este párrafo, a mi entender, creo que habría que reconsiderarlo. Creo que es cierto que la derecha persigue a los comunistas, y si no los persigue, porque estamos en un país supuestamente democrático y cualquier idea hay que respetarla, al menos, los aborrece, y muchos de los que se consideran de derechas están a favor de las tesis cristianas. Sin embargo, creo también que nada tiene que ver la forma de actuar y la vida que llevó Jesús de Nazaret, con lo que la Iglesia católica predica. Es decir, el modelo de lo que fue Jesucristo no es el que la Iglesia nos quiere proponer. Jesucristo no predicaba la pobreza sino la igualdad; Jesucristo no vivía de una forma austera, comía con los ricos, acudía a las bodas y a los banquetes a los que le invitaban sus amigos adinerados, bebía vino y no se privaba, ni él ni sus apóstoles, de nada. Él, simplemente, creía (y es una opinión que se puede discutir) en la igualdad, en la humildad y en la solidaridad.

El término «comunista» es evidente que no existía en el siglo I, por lo que no se puede decir que Jesucristo fuera el primer comunista; pero creo que si hoy viviera, o si volviera a nacer, como la Iglesia siempre ha creído, su semblante y sus postulados se acercarían más a las ideas progresistas que a las conservadoras; y la Iglesia ha adulterado su mensaje, lo ha manipulado, y lo ha retorcido de tal manera, que los que ahora predican esas ideas son aquellos a los que la Iglesia (o una parte de ella) considera sus enemigos más acérrimos. Por eso, la cúpula de la Iglesia, en general, odia a los comunistas, lo vemos a menudo en las homilías de muchos obispos, que critican de una forma hiriente y vejatoria todas las medidas de progreso y todo aquello que proviene de la izquierda, aunque sea algo que sólo pretende hacer mejor la convivencia y la vida de los ciudadanos. Pero después están las bases, los que no aplauden las voces de obispos y prelados y se desviven por hacer el bien y por ayudar a los más necesitados; y todos lo que, sin formar parte de la Iglesia actual, se sienten solidarios, respetuosos, tolerantes con las ideas de los demás y humildes, es decir todo lo que la Iglesia católica debería ser y no es.


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Lo último de José Manuel Pedrós García