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José Manuel Pedrós García

Ser cristiano

Viernes, 12 Julio 2019 16:58

Cuando yo era pequeño, me enseñaron en el catecismo que ser cristiano era ser discípulo de Cristo. Punto. «Discípulo» en el sentido de «seguidor». Nada más. Creo que eso, simplemente, es lo que debería ser. Discípulo sin Iglesia (Jesús de Nazaret las odiaba, por lo que suponían de imposición a los fieles, o a los vasallos). Discípulo sin jerarquías, sin credos y sin dogmas (Jesús de Nazaret estaba en contra de todo eso). Discípulo de un maestro que predicara la igualdad entre hombres y mujeres, entre amos y esclavos, entre ricos y pobres (todo esto lo hemos oído en los Evangelios hasta la saciedad).

Jesús de Nazaret no creó el cristianismo como religión, eso fue un invento de Pablo de Tarso, que quería erigirse en el Apóstol, con mayúsculas, es decir, por encima de todos los demás, aunque en sus homilías aparentara humildad, lo cual ya nos dice mucho de su personalidad controvertida; o un invento de Constantino, como apuntan algunas teorías nuevas.

Jesús sólo predicaba a los que querían escuchar sus palabras, pero también estaba en contra de las religiones, porque siempre suponían coacción, mandato y condena, y nunca libertad y perdón.

Muchos han dicho en más de una ocasión que Jesucristo fue el primer comunista (o socialista); y si nos leemos con detenimiento cualquier evangelio, en efecto, así es. También se ha dicho que si la Iglesia católica (o el cristianismo en general) hubiera seguido las enseñanzas de Jesús, y no las hubiera retorcido hasta hacerlas totalmente opuestas al sentimiento más profundo del nazareno, las teorías de Marx y de Engels no hubieran tenido ninguna razón de ser.

No sé si algún día la Iglesia católica volverá a la raíz de todo su ser, pero creo que debería volver, y si no lo hace tendría que tener al menos la suficiente humildad (y dignidad) para renunciar a todas sus prerrogativas, a todos sus poderes, a todas sus riquezas, y desaparecer.

El mayor problema es que en la actualidad el cristianismo, fundamentalmente, va de la mano de la derecha más rancia, más arcaica y menos tolerante. El cristianismo ha marcado durante dos mil años todo el devenir de Occidente, y el capitalismo más beligerante, que inunda nuestra sociedad occidental, se ha nutrido de todo eso que la «supuesta» Iglesia de Cristo ha predicado; porque todos los prelados de la Iglesia, históricamente, han estado al lado de nobles, aristócratas y reyes, esperando que les cayera su correspondiente «tajada».

Cuántas veces hemos oído eso de «¡Ay!, si Jesucristo levantara la cabeza». En efecto, si volviera a nacer (y eso lo espera la Iglesia desde el principio), volvería a criticar los modos de nuestra sociedad, de nuestra religión y de todas las demás religiones, con la misma contundencia y el mismo ánimo con el que Jesús criticó en su tiempo a la Iglesia judía y al Imperio romano. Sin embargo, creo que no debe tener muchas ganas de enfrentarse a todas las instituciones corruptas que en la actualidad hay en nuestra sociedad, y si existe como ser, o como entidad espiritual, el silencio que guarda es premeditado y lógico.


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