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José Manuel Pedrós García

La propina

Viernes, 21 Septiembre 2018 13:29

Cuando se viaja por algún país, sobre todo si es un país emergente o con un nivel económico inferior al nuestro, aunque también ocurre lo mismo en otros con un nivel superior, se observa con frecuencia cómo muchos guías turísticos te indican que la propina, aunque no sea algo obligatorio, la agradece el que la recibe, porque es una muestra de reconocimiento hacia su servicio o hacia su gestión. Incluso hay algunos países que tienen institucionalizada la propina, con un determinado tanto por cien sobre el importe de la factura a pagar, fundamentalmente en bares o restaurantes, como recompensa por la atención recibida.

Personalmente, creo que todos los que hemos trabajado en el sector servicios, conocemos esta práctica, y hay algunos que no sólo la agradecen, sino que la fomentan, como si su gestión, o la atención hacia el cliente, no tuviera que estar avalada sólo por la nómina que la empresa abona, sino también por la dádiva del cliente o el consumidor. Y también creo —y es, por supuesto, una opinión personal— que se debería desterrar esta práctica, no se debería fomentar, pero tampoco aceptar. Uno tiene que hacer su trabajo con profesionalidad y responsabilidad, y todos los clientes se merecen el mismo trato desinteresado y cordial.

Es la empresa a la que el trabajador se debe la que ha de tener en cuenta la valía del empleado, y si se es autónomo, él mismo el que se debe a sus clientes y, por supuesto, atenderlos de una manera inmejorable, pensando que en el importe del servicio ya debe estar incluida esa exquisita atención.

El salario debe ostentar siempre la suficiente dignidad para que el trabajador del sector servicios no tenga que esforzarse sobremanera en parecer simpático o agradable (estas dos cualidades se deberían llevar ya de serie en este sector, y en la vida en general), esperando con la propina una compensación que su empresa no le retribuye, mientras hace, al mismo tiempo, que esas cualidades a las que hemos aludido se fomenten o se disparen.

Nunca he aceptado en mi trabajo ninguna propina, aunque alguna vez haya habido alguien que se ha ofrecido a compensar con ella mi servicio, y lo he hecho, precisamente, por ética y para no mostrar ninguna diferencia entre los que creen que con una pequeña gratificación pueden obtener un servicio mejor o más rápido, y los que opinan lo contrario; y es que, salvando las distancias, para mí la propina viene a ser como un pequeño chantaje a posteriori, y no como una recompensa al esfuerzo, algo que, insisto, debe ser algo inherente al propio servicio.


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