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Entre dos tierras

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 15 Octubre 2021 21:02

Hay rutinas que, en política, parecen vivir en una nevera de la que salen de vez en cuando para ponerse sobre la mesa. Una de ellas, desde que entraron en vigor los efectos de la Constitución es la descentralización gubernativa y administrativa. Esta semana, como no podía ser de otra manera, Ximo Puig pretendía desviar la atención de su desgobierno autonómico solicitando al Gobierno de Madrid una mayor descentralización de instituciones y de funcionarios.

Consejos vendo, que para mi no tengo. Una vez más, el President pretendiendo un carácter reivindicativo que no tiene, deja a la vista sus vergüenzas por cuanto no aplica en casa lo que para otros predica. Además de que debería empezar dando ejemplo en la Comunitat que preside, a Ximo Puig se le olvida que no es tan necesario un reparto de instituciones como un adecuado reparto competencial entre las ya existentes.

La descentralización, para Puig, vendría a ser como meter un masclet en una bolsa de palomitas de maíz. Cada una saltaría adonde pudiera y nadie pensaría en lo más importante: la coordinación entre instituciones.

El tiempo nos ha demostrado que la creación de las comunidades autónomas no era la solución a una gestión descentralizada. En muchas de las competencias delegadas, las autonomías se han mostrado incapaces de mejorar la gestión que antes se hacía desde el Estado y, lo que es peor, han generado diferencias entre ciudadanos de un mismo país. Esto de los miniestados puede estar muy bien para jugar al Risk o repartirse el mundo en un Monopoly adaptado, pero no para mejorar la vida a los ciudadanos.

Para Puig, “España es diversa y plural”. No lo pongo en duda. Es más, esto no lo ha descubierto el President que ya son pocos los españoles a los que se les escape esta realidad. Pero esa pluralidad debe tratarse desde la realidad de cada territorio, atendiendo necesidades específicas y buscando soluciones a cada problema generado en esa diversidad.

En poco tiempo, volveremos a estar en elecciones (demasiado nos está durando la paz) y volveremos a oír hablar de la España vaciada, esa a la que el Gobierno no se ha vuelto a referir desde la jornada de reflexión de las pasadas Elecciones Generales.

Descentralizar es llegar a todos, es hacer que no haya ciudadanos de distinta categoría según su lugar de residencia. Si nos dejan elegir, a todos nos gusta ser “de primera” y mientras la España rural no disponga de servicios e infraestructuras asimilables a los de las áreas metropolitanas, el éxodo es inevitable y necesario para conseguir una vida con oportunidades.

Lo curioso es que, mientras con una mano se pide la descentralización, con la otra se maniobra para hacer desaparecer las diputaciones provinciales y, desde la Generalitat, se devuelve a los ayuntamientos a un proceso de tutela que poco hace en favor de la evolución democrática. Las diputaciones deben ser, junto a las ciudades intermedias, los verdaderos entes descentralizadores, los que acerquen la gestión a los ciudadanos y permitan revertir el proceso de despoblación que se vive en la práctica totalidad de regiones de España.

A Ximo Puig se le ha olvidado que son muchas las comarcas de nuestra Comunitat, y de nuestra provincia, cuyos pueblos tienen una seria amenaza de quedarse sin habitantes o con una población preocupantemente envejecida. A esos lugares es adonde hay que hacer llegar la descentralización administrativa. Es adonde tenemos que procurar que no falten recursos para la generación de infraestructuras que permitan una revitalización de la actividad económica y, con ella, el anclaje de su población.

President, para gestionar bien hay que mirar hacia abajo, hacia lo que se puede gestionar desde las propias competencias. Reivindicar, reclamar o pedir responsabilidades es algo que se le da bien a todo el mundo. Lo complicado es asumirlas, desarrollarlas y hacerlas eficientes. En eso es en lo que hay que estar y no en pensar qué deberían estar haciendo otros. Empecemos por ver qué podemos hacer cada uno y, cuando todo eso esté ya acabado, estaremos en condiciones de pedir a los demás que nos deleguen aquellas competencias que no hayan sabido desarrollar.

No empecemos la casa por el tejado. Primemos que la redistribución y la coordinación de la gestión autonómica llegue a todos los puntos de la Comunidad y no olvidemos que son muchos los municipios y las comarcas que necesitan una gestión más eficaz y eficiente desde la Generalitat Valenciana. Si cada gobierno se centra en gestionar aquello que le corresponde, y evita entrometerse en aquello que no puede decidir, nuestro territorio saldrá reforzado y evitaremos, a unos y a otros, tener que vivir entre dos tierras.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites