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Eligiendo Dios

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 22 Julio 2016 16:31

Dentro de la vorágine política que venimos viviendo desde hace ya muchos meses, hay noticias que, por su gravedad e impacto, dejan atrás los rifirrafes de la formación de nuevo gobierno para hacernos ver que hay otros asuntos que deben preocuparnos, cuanto menos, por igual.
 
El pasado jueves, coincidiendo con la pre-inauguración del fin de semana y, para muchos, del comienzo del descanso estival, nos dormíamos (o lo intentábamos) con la noticia del ataque terrorista a Niza. Una vez más, la realidad, esta vez en forma de camión asesino, nos devolvía la conciencia de lo vulnerables que somos y lo sencillo que resulta matar cuando la víctima no tiene nombre y apellidos pre-definidos.
 
De lo mucho que leí durante los días siguientes al atentado, me llamó especialmente la atención el mensaje del hijo de una de las víctimas que decía “mi madre profesaba un verdadero Islam, no como el de los terroristas”. ¿Quiere, con esto, decir que no hay un solo Islam? ¿Quiere decir que, además de la pluralidad de religiones, hay una variedad de entendimiento de cada religión? ¡¡Por supuesto que sí!!
 
Siempre he defendido que uno de los más grandes aciertos de Dios fue el de ser invisible. Es la mejor forma de que cada uno podamos crearnos y creernos el dios que más nos guste, sin necesidad de que esa visión tenga que ser, necesariamente, compartida ni discutida con nadie. Pero dentro de esa libertad que cada uno tenemos, nace también la obligación de respetar la libertad de los demás. Nadie tiene derecho a opinar, ni a juzgar, ni mucho menos a agredir a nadie porque el dios al que imagina sea distinto al que otros pensamos que debería imaginar.
 
Por eso me parecen tan absurdas las guerras, los crimenes y las agresiones basadas en la religión y en la creencia de que la fe no compartida es una fe contraria a la nuestra. Lamentablemente, vivimos en un mundo cada vez más lleno de fundamentalismos y fundamentalistas, de imposiciones y de intolerancias. Algunos casos se expresan con muerte, otros con violencia, pero todos con destrucción. No es necesario irnos a buscar en el Islam para encontrar agresiones en nombre de la religión. Mucho más cerca de casa encontramos situaciones que nos invitan a pensar si la religión, en este caso la más cercana a nosotros, nos otorga algún derecho a imponer nuestros criterios aplastando, con ellos, los de los demás.
 
La respuesta es obvia: no. Religión y tolerancia deben ir siempre cogidas de la mano, en una relación directamente proporcional. La religión debe partir siempre de una base de respeto a la vida, la libertad y a los derechos de los demás, y de una manifiesta intención de implícita permeabilidad en la sociedad sobre la que quiere influir.
 
Pretender imponer a los demás los criterios con los que cada uno ha elegido su dios, no es ser más religioso ni muestra un mayor convencimiento hacia sus ideas. Únicamente muestra incapacidad de entender que la diversidad de pensamientos y la libertad de opciones facilitan nuestra vida en democracia. Siempre, claro, que la religión no sea la excusa, como es el caso, para acabar con la democracia, la libertad y la tranquilidad en la vida de los demás.
 
Nos queda mucho por aprender acerca del significado de libertad y respeto, igual que nos queda mucho por aprender acerca del significado religioso de la religión. Y, como consecuencia, nos queda mucho por aplicar acerca de todo esto que aún debemos aprender. Sin tolerancia, no hay sitio para la religión, ni para la política, la democracia o la convivencia o, lo que es lo mismo, no cabe un concepto de sociedad moderna como ese en el que todos decimos que nos gusta vivir. Es necesario entender que los demás pueden ser, pensar y creer como quieran, en la misma medida de ese mismo derecho que pretendemos reservarnos para nosotros mismos. Lo demás es solo una búsqueda de excusas para imponer nuestro criterio allá donde no llegan nuestras razones.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites