Dejando sitio

Escrito por Luis Ballester Moreno
Jueves, 28 Marzo 2024 12:33

Hace unos días me encontré con Ignacio Belzunces por el mercadillo y le dije: - Ya no os mando “cositas” para publicar- y me contestó:- ya me he dado cuenta- a lo que respondí:- Es que ya estoy muy mayor para contar historias que puedan gustar a los lectores-. Luego pensé, y por qué no. Habrá a quienes no les guste lo que yo cuente, pero tampoco a mi me agradan ciertas cosas que otros dicen.

Pero la cuestión no es esa; es que aun estando al día en muchas cosas con las que tenemos que convivir hoy y que uno ha ido asimilando con el paso del tiempo, es tanto lo acumulado de ese largo recorrido, que al escribir puedas hablar de ciertos temas que tengan algo de sabor añejo, y eso te hace dudar de si vale la pena despertar conciencias. Aunque mirándolo bien, no vemos que ni más jóvenes ni menos jóvenes nos den muchas lecciones de saber de qué manera hay que actuar para enderezar tanto entuerto como hay hoy.

Tanto si hablamos de política o políticos, de economía o economistas, de guerras o guerreros y en definitiva de hambre y miseria para medio mundo mientras hay superabundancia para el otro medio, que además es lo que ha habido siempre y no hay quien lo cambie, de cualquier cosa que podamos hablar o escribir que no sea poesía o teatro, música o novela y poco más, no merece la pena ni perder el tiempo en ello. No porque pensemos que no hay gente que le interesen cosas más sencillas que no esos grandes temas, sino porque estos otros arman tanto ruido que no dejan a la inmensa mayoría eso, que lean, oigan o vivan su vida sin que los estén agobiando continuamente contándonos sus peleas, sus insultos, su falta de respeto y dando unos ejemplos de educación y enseñanza dignos de mandarlos a que se den un baño de decencia.

Por otro lado, nuestra manera de ver la vida no es siempre la misma. Me he dado cuenta que puedes cambiar de enfoque según tu ánimo a lo largo de las horas durante un solo día. No en el fondo, porque cada uno tenemos ya formada nuestra opinión (aunque sea equivocada) de cómo funciona el universo humano. Pero la verdad es que influyen muchas circunstancias que te hacen mirarla con inseguridad e incertidumbre por las constantes dudas que nos rodean.

Viene esto a eso de que «según con el pie que te levantas así te irá el día» pero eso no es cierto porque si fuera verdad habría muchos descalabros. Cuando yo me levanto estoy para que el mundo me trague, pero una hora más tarde yo me comería ese mundo. Después a medida que pasan las horas, hay de todo: lo mismo soy capaz de hacer los cien metros libres en tiempo record, que me hundo en la piscina. Por eso todo depende de las cuestiones a resolver que se te van presentando y de lo capaz que seas.

Y no es para menos. Cómo puedes sentirte cuando oyes que un padre a matado a sus dos hijos para vengarse de su madre; o que un chaval de catorce años a muerto por inhalar una sustancia que otros como él, decían que «molaba mucho». Luego, cuando vienen tus nietos y todo tu silencio salta por los aires e inunda la casa de alegría, tu cabeza se libra de las nubes negras de la noticia anterior y ves la verdad de la vida: que lo mismo somos capaces de llorar que de reír, según cada incidente en cualquier hora del día

No, no es que nuestra capacidad de contar cosas haya disminuido; es que hay tan poco que pueda ser novedad, está tan trillado el campo en cuanto a lo cotidiano se refiere, que solo los más inteligentes saben decir algo que sea digno de leerse y guste a la mayoría de la gente. Los que posemos unos conocimientos de tercera división que solo nos valen para andar por casa, podemos contar pocas historias que lleguen a ser best-seller y cuando te das cuenta de ello, te preguntas si no es mejor estarte quietecito y dejar que todo valla como sea sin tener que intervenir con algún aporte tuyo que por otro lado no va a hacer que nada cambie.

Los que hemos llegado hasta aquí de una forma u otra, miramos la vida con enfoques muy diversos. Uno, con los recuerdos de nuestro pasado, que son los cimientos de nuestro presente; otro, éste presente, con el que tratamos de entendernos lo mejor posible y, uno más al menos, que lo llamaremos Futuro. El primero, (pasado) pasó, ya está, no podemos hacer nada. El segundo (presente) estamos en ello, procuramos sacarle el máximo provecho tanto particular como colectivamente. Hay días buenos, regulares, malos, ánimos arriba, ánimos abajo, reímos, casi lloramos, nos entendemos, a veces no pero tenemos la voluntad de hacerlo, y así, día tras día.

Mientras tanto, vives con una sensación de que no estás del todo, o sea, que sí pero no, que parece que estás fuera de lugar, como si no te correspondiera ya éste tiempo, como si estuvieras haciendo trampa. Estas entre tu gente, son los tuyos pero a pesar de estar rodeado de quienes te quieren y que tu quieres también, estas solo. La mitad que se llevó quien lo compartió contigo tantos años, te hace falta para estar completo y seguramente es eso lo que te hace sentir esa sensación de inseguridad.

Ya en este punto, nos queda algo muy importante: El Futuro. Y qué futuro ¡¡madre mía!! No alcanzo a vislumbrarlo. Por supuesto el mío sí lo conozco pero el de los hijos, aunque ya hace tiempo que se las ventilan solos y a pesar de haberlos encauzado en el camino a seguir, no puedes estar tranquilo porque con los cambios que da todo hoy nunca se sabe qué te tocará ver mañana.

Pero y los nietos, ¿estarán arropados por sus Hadas Madrinas? ¿podrán crecer y hacerse hombres o mujeres sin que les alcance la metralla del bombardeo continuo de tanta mentira, de tanto fanatismo, odio y locura de poder que sigue reinando en el mundo, conseguirán ser ellos o ellas y no un dibujo creado por alguna inteligencia artificial, los absorberá la globalización robándoles su voluntad, haciéndoles ser un número más dentro del cálculo político para un aborregado rebaño?. No quiero ni pensarlo; menos mal que si algo de esto ocurre y aunque no me sirva de consuelo, ya estaré lejos para sentir dolor.

Por eso y después de haber ocupado un asiento en este tren que nos transporta a todos, cedo mi alegórico espacio a quien corresponda con la seguridad y el deseo de que lo haga mejor y sepa disfrutarlo.

También quiero decir, que he llegado a una conclusión que recomendaría a quien quiera aceptarla: No queráis entender la vida, no se puede.

Luis Ballester Moreno

 

 

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