Podemos

Lunes, 22 Enero 2024 11:10

Unas cumplen años y otros están de conmemoración/aniversario. Diez años hace (enero 2014) en que, desde el teatro del Barrio de Lavapiés, en el Madrid capitalino, se dio el pistoletazo de salida a un, digamos, proyecto político que, un año más tarde, cosecharía un primer éxito electoral insospechado; y, comprobable, comenzó a tocar “cacho de poder”: Podemos. Medió un movimiento social esperanzador, el 15M; quizá porque era necesario coyunturalmente como respuesta a lo que, desde 2008, nos era impuesto a la gente de bien. Posiblemente las personas más lúcidas sentían necesidades de cambiar algo (no mucho, la verdad). Surgieron unos “líderes”; un presunto ideólogo (con coleta —la anécdota—) aupado por una cadena televisiva y, dicen, diseñado en bambalinas, en la trastienda (y otras alcantarillas) política/financiera del propio sistema por el llamado, y conocido, IVEX. Estos debían sacrificar un poco de bipartidismo atado y bien atado para salir del atolladero en el que se habían metido; y reconducir. Hasta hoy, ahora, en el décimo aniversario en que ya sabemos y conocemos…

A mí, todavía, me pilló en estas tierras porteñas. Como docente. Como desilusionado ya de una militancia que no dio los frutos deseados. La mayoría “de aquellos” se habían instalado, tomando posiciones. Íbamos de francotiradores, por libre. Ya, ni votábamos. Profesionalmente no habían podido conmigo pese a tres expedientes disciplinarios como funcionario. Un año antes (2013) había comenzado mis colaboraciones públicas en este medio porteño, consciente de “cavar mi fosa” por ello. Aún me faltaría otro en mi haber: el cuarto (2015). Y quise darme una oportunidad. En mi pueblo de residencia, me acerqué a escuchar y olfatear, al primer acto explicativo, de una animada Sandra Mínguez que había generado alguna ilusión en un páramo plano. Era, decía, un proyecto estatal, abierto, participativo, en círculo… y bla, bla, bla. Me solicitaron el email si quería seguir informado. Lo di. Finalmente me impliqué para, desde lo local, seguir conociendo y aportando. Con aquel email ya me consideraron inscrito. Me compré las novedades: “Podemos. Deconstruyendo a Pablo Iglesias”, por ejemplo. Leía y escuchaba. Muchos extremos, no los veía claros. Trataba de influir en otros. Pronto me entró la desconfianza: lo que va desde julio a septiembre 2014. Portazo, insistir para que no me consideraran “inscrito” con derecho a. Pronto, por estas tierras, el “debate” era si “Podemos” o “Podem” (algo que viví en directo en el antiguo cauce del rio Turia).

Insistir, y hurgar, en un árbol político caído (y si quieren los más adeptos, derribado) pues no me apetece añadir mucho sobre el devenir y la realidad de lo “cosechado”. Si acaso, recordar que lo que parecía que iba a poder ser, no fue. Y sólo queda un hándicap más a superar en lo político/ideológico (como si tuviésemos pocos a estas alturas). El “YO” del líder por ahí sobrevive a duras penas. Para ejercer de “muleta” del PSOE, y reconducir “a las masas” al recinto parlamentario de las Cortes —desmovilizando— no hacía falta tanto diseño, “vociferio” mediático; ni tantos bandazos, ni tanto ministerio, ni tanta “unidad”, ni feminismos, ni mareas. Y menos, egos, rencillas y zancadillas. No transformaron nada. Restaron a la emancipación. No alcanzaron el cielo por ninguna vía. Primó la complicidad. Cayeron en la red. Y ahora…


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