Almudena

Viernes, 01 Diciembre 2023 21:07

Almudena Grandes siempre fue para mí una de las escritoras de referencia. De hecho, le puse su nombre —en honor a ella— a una de las protagonistas de mi última novela, y no solo porque el nombre me parezca bonito, sino por la carga simbólica que posee como nombre en Madrid.

No sé si lo he dicho alguna vez, pero desde aquella lejana novela, Las edades de Lulú, que en principio —y debo admitirlo— la leí por su temática, ya empecé a intuir en ella el principio de una gran narradora. El tiempo, el centrarse en la historia y solazarse con la vida de los perdedores de nuestra guerra civil, me ha demostrado la sensibilidad de esta mujer, el coraje para investigar situaciones y darlas a conocer, y la alegría, al mismo tiempo, que demostraba en su quehacer cotidiano, y todo eso nos hace a algunos que sea algo así como nuestra musa preferida, siendo su literatura la reseña o la crónica de un tiempo que siempre le gustaba recrear: El testimonio de los oprimidos.

Dicho esto, y para ser objetivos, aunque uno aplauda lo que hace alguien a quien estima, siempre puede haber algo de esa persona con lo que esté en desacuerdo, aunque no sea un desacuerdo total sino parcial. Y he sacado un párrafo de ella que dice así:

«Si encontrara a una persona que me pagara por leer novelas no escribiría novelas, me gusta mucho más leerlas. Leer es siempre algo que haces por placer, y escribir se hace por necesidad; tiene ingredientes diferentes. La literatura en principio, para mí, tuvo mucho que ver con la vida: la literatura, desde el principio, era vida de más. Y puede que sea eso lo que engancha a los lectores en los libros. Precisamente ése es el objetivo: que el lector se proyecte, que se zambulla en lo que lee y que pierda el control. Para mí fue una emoción inmensa que un lector calificado, un crítico, me diga que ha tenido que leer el libro dos veces porque la primera vez no se podía fijar en el texto para la crítica posterior. Leen para llegar al final de la historia y para saber qué pasa. Han dicho que tienen que leer otra vez para ir ya fijándose en la escritura. Ese es el elogio más importante que te pueden hacer».

Pues bien, en mi caso, aunque me apasione la lectura y sea un lector medianamente empedernido, debo decir que yo no escribo por necesidad, al menos, por necesidad económica, como ella parece que apunta, aunque quizá no quería decir eso y yo estoy confundido. Sin embargo, sí que escribo por una necesidad anímica. Yo no concebiría la vida —no la he concebido nunca— sin poder escribir, y esto me ha pasado desde la infancia. Me voy de viaje, aunque sea por placer (que siempre lo es), y tengo que llevarme mi ordenador, porque siempre me surge algo que debo plasmar por escrito, o debo concretar o perfilar algo que tengo entre manos, aunque esto no está en total desacuerdo con lo que ella dice. «La literatura tiene mucho que ver con la vida».

Yo no concibo que uno se considere escritor cuando ha escrito un libro y no tiene demasiadas expectativas de seguir escribiendo, o cuando ha escrito algo como quien vomita las palabras, sin prestar atención a los signos de puntuación, a la ortografía, a los tiempos verbales adecuados, a las metáforas que huyen de todo aquello que se encuentra ya trillado. Escribir es algo más serio, es tener necesidad de comunicarse, de inmiscuirse en los problemas sociales, de analizar situaciones; es destapar tu interior, implicarte en ideologías y en sentimientos, aunque sea a través de tus personajes; es mostrar una sensibilidad especial con todos aquellos marginados, con los necesitados, con los desahuciados.

En cambio sí que es importante el recorrido de un libro, o de una novela. Es mucho más importante que ese final al que desean llegar muchos lectores para ver ‘qué pasa’. Y es agradable para un escritor, como apunta ella, que un lector cualificado lea un libro tuyo para situarse en la acción, para ver de qué va, para ver qué ocurre, y después lo vuelva a leer por el placer de analizar tu literatura o recrearse con la narrativa.

El 27 de noviembre de 2021 falleció Almudena Grandes, a la que conocí en la Feria del Libro de Madrid de 2018, cuando la periodista Thais Villas la entrevistaba y pasaron por delante de la caseta en la que yo estaba firmando ejemplares de mi última novela. Hace unos días que se cumplió el segundo aniversario de su muerte, pero sus palabras ya son eternas, y su narrativa permanecerá siempre con nosotros, como permanecerá siempre su sonrisa, su espontaneidad y su afecto hacia los perdedores de una guerra que ‘nunca’ debió de existir.


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Modificado por última vez en Viernes, 01 Diciembre 2023 13:00

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