La literatura

Viernes, 24 Noviembre 2023 21:06

A menudo me muevo en unos ámbitos en los que la literatura y la cultura casi todo lo ocupan y entre personas cuyo quehacer habitual es encontrar en la letra impresa el mundo fascinante que llene sus vidas; y creemos —tanto yo como aquellos con los que me relaciono— que esto que hacemos es lo más importante que se puede hacer, y que la lectura, junto con la escritura, es eso que nos puede salvar de la mediocridad donde las fuerzas políticas y sociales que rigen nuestros destinos nos han llevado.

Sin embargo, cabría pensar: «¿Es esto lo más importante del mundo, o solo lo es para nosotros, los “ratones de biblioteca”?». Seguramente, para los que se dedican a la conquista espacial, eso será lo más importante; como lo será la moda para los que se dedican al mundo de la alta costura; aunque no lo sea tanto como, por ejemplo, y siendo objetivos, los que luchan a diario por la paz en África, que sí podría ser algo importante; y así podríamos llegar hasta el infinito, y pensar que nuestra «locura» solo lo es para nosotros, y no va a salvar al mundo de nada, porque el mundo, si necesita salvación, no es por la impronta de un determinado grupo, sino por la concienciación colectiva, esa que no se llega a producir, porque todos estamos tan imbuidos en nuestro mundo particular que no vemos más allá de él.

No sé si fue García Márquez, o quizá Saramago, quien dijo una vez que si uno no es feliz con la lectura es mejor que la deje y que se dedique a eso por lo que siente verdadera pasión, y es cierto, si uno no es dichoso con algo concreto, es mejor que se dedique a algo que llene su vida, porque al final lo que cuenta no es lo que hacemos, ni por qué lo hacemos, ni para quién lo hacemos, aunque pensemos que eso a lo que nos dedicamos, de alguna forma puede servir para contribuir a que el mundo sea un poco mejor. Si nosotros estamos satisfechos con lo que hacemos, eso es, por encima de todo, lo que de verdad nos debe de importar y no otra cosa. De la misma manera, cuando hacemos algo hemos de pensar que a nosotros es a los primeros que nos debe parecer bien. Si estamos conformes con eso, sea lo que sea, lo podremos ofrecer a los demás, sin caer en el descrédito o en la vergüenza que supone lo mal hecho, aunque también hay gente que es muy osada y cree que lo que ha hecho es lo mejor del mundo y no tienen ningún pudor en exponerlo donde sea.

Pero hablamos de nuestra profesión, de nuestros anhelos, de nuestra familia, de nuestras metas, de la cotidianidad de nuestras vidas, y no vemos que cada uno tiene la suya, como tiene sus preferencias, sus ambiciones y sus deseos.

No, no es lo que hacemos lo más importante del mundo para los demás. Seguramente el ser humano dejará de existir algún día y nada de lo que con tanto ahínco hemos construido perdurará. Nadie nos recordará más allá de dos o tres generaciones, todo seguirá su rumbo, el progreso será, posiblemente, cada vez mayor, pero si nos preocupamos para que nuestros hijos vivan en un mundo mejor que el nuestro ¿sabemos lo que ellos harán con eso que han heredado?

No hemos de hacer conjeturas ni cábalas, aunque se ensanche el camino y el asfalto sea nuevo. Lo que sea, será, y será como quieran que sea nuestros descendientes, les beneficie o les perjudique, por lo tanto no pensemos en catastrofismos ni en mundos idílicos, vivamos el presente, sintiendo el cariño por lo que tenemos entre manos, y el destino, o el porvenir, tendrán la última palabra, porque el futuro no nos pertenece a nadie, y menos aún si no estamos construyendo un presente digno.


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