El servicio de transporte de viajeros entre el municipio de Sagunto y València y, particularmente, desde el Puerto, ha llegado a una situación límite y realmente insostenible. Los usuarios ya no saben a quién reclamar para que se pongan medios, porque la saturación es muy complicado que pueda ir a más, aunque, eso sí, llegado el caso, todavía se podrían acomodar en el techo de los vehículos, donde, por lo menos, irían sentados. Como estamos en Europa y no en India, donde la gente viaja tan ricamente en la cubierta de los vagones, es bastante evidente que alguien no ha hecho muy bien su trabajo, quizá todo lo contrario, es decir, ha dejado acreditada su total y absoluta incapacidad y falta de previsión para gestionar un transporte público mínimamente decente, no digo de calidad, que sería lo deseable.
Ya decía el dirigente vecinal, Ricardo Fernández, que les iría mejor a los usuarios si les aplicaran la Ley 7/2023, de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales, cuyo contenido, precisamente, prohíbe el hacinamiento en su transporte, pero, visto lo visto, da un poco igual que las personas viajen como sardinas en lata. Hasta que un día haya un accidente y vengan las lamentaciones. Ya saben que una cosa es la España real, la de la gente que se levanta bien temprano para ganarse la vida a pulmón, y otra bien diferente la de los políticos, da igual el color, que tienen por encomienda gestionar los servicios públicos. A la vista está que los resultados no pueden ser más lamentables.
Una de las personas que mejor conoce la realidad del transporte de viajeros entre Puerto Sagunto y Valencia es Miguel Ángel Piqueras, que lo ha sufrido durante muchos años, por eso sabe bien cuáles son sus carencias. Desde aquellas veces en las que el vehículo se quedaba a mitad de camino, escacharrado por una avería, hasta los problemas de masificación, sobre todo, en las horas punta, que ya se registraban a principios de este siglo. Pues bien, con toda esta problemática, la implantación de la Tarjeta SUMA ha venido a terminarlo de arreglar. Está claro que, si se aplican descuentos y gratuidades, la masificación irá a más, sí o sí. Lo sorprendente del caso es que, sabiendo cuáles son los antecedentes, no se hayan tomado las medidas para evitar estos problemas que se repiten a diario.
Si esta es la cruda realidad del presente, ¿cuál será el futuro que nos aguarda en materia de movilidad, tras la llegada de la Gigafactoría, prevista para 2027? El ‘cacao maravillao’ que se va a montar puede ser monumental, pero aquí, nuestros políticos, me refiero a los que están al mando, se verán desbordados por la situación y, como no podría ser otra manera, pagará los platos rotos el sufrido ciudadano, pues, aquí, de planificación y de adelantarse a los problemas, nada de nada. Aún nos pasa poco.
