El perdón

Viernes, 06 Octubre 2023 21:06

Una característica que siempre ha distinguido a la Iglesia Católica por encima y sobre todas las confesiones que yo conozco ha sido la del perdón. Cierto que según la doctrina que me enseñaron de pequeño y que supongo que, básicamente, no diferirá mucho con la que actualmente adoctrinan en los colegios a nuestros jóvenes estudiantes, cualquier cosa, menos toser, era pecado; tenías y continúas teniendo, que yo recuerde, pecados clasificados como mortales, veniales, capitales… en fin, un muestrario bastante interesante y variado.

Recuerdo que, de adolescente, cuando tenía que miccionar me la cogía con mucho cuidado solo con dos dedos y, aun así, siempre me quedaba la duda de si estaba iniciándome subrepticiamente en un goce desordenado que más pronto o más tarde me conduciría o me podría conducir a la lujuria, y de ahí, a la alta posibilidad de terminar abrasándome sin solución de continuidad en el mismo infierno.

Pero esto, que era compartido por todas las iglesias cristianas, en el catolicismo siempre ha sido más fácil de llevar porque es la Iglesia del perdón. Tú se lo contabas todo al cura y este, por obligación, no tenía más narices que perdonarte en nombre de Dios. Además, tenías la ventaja de que si habías contado que en tu pecado también estaban como colaboradores necesarios (uno, por ejemplo, no folla solo) Antoñito o Antoñita, el cura estaba obligado a callar por secreto de confesión. Aquello era una gran ventaja puesto que, una vez le cogías el tranquillo a la cosa, podías tirarte al Antoñito o a la Antoñita delante incluso de las narices del párroco y luego confesarte: tú quedabas limpio y perdonado y el pobre párroco sin podérselo contar a tus padres. De ahí, sin duda, viene la famosa frase: «Que Dios te pille confesao».

Por ese tipo de cosas, seguramente, cuando el vicepresidente de VOX, el Sr. Ortega Smith-Molina, explicaba que en el franquismo se fusilaba con amor no mentía, puesto que siempre que se podía y no había una urgencia, cada pelotón de fusilamiento llevaba su cura. Más no se podía hacer.

El personal, normalmente no entiende porqué la Iglesia protege tanto a los curas pedófilos y los perdona una y otra vez, los cambia de parroquia y vuelven a reincidir: pues porque se confiesan e inmediatamente son perdonados. En estos casos no es Dios el que te pilla confesao, porque no te has muerto: el que te pilla confesao es el Obispo.

Bueno, al final no era de esto de lo que quería hablar, me he enrollado. Yo lo que quería decir es que no entiendo como en esta Iglesia Católica del perdón sale nada menos que la Conferencia Episcopal a decirle ¡al Presidente del Gobierno! que no puede perdonar al Puigdemont, que eso queda feo. No lo entiendo.


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