Dioses y ciencia

Viernes, 06 Octubre 2023 21:05

Hemos empezado el último trimestre del año 2023, la humanidad ha evolucionado y ha crecido hasta unas cotas de conocimiento, sabiduría y cultura que nunca se habían producido. Los descubrimientos científicos han sido y son cada vez más numerosos, lo que nos demuestra que nuestro paso por la Tierra podría no ser baldío. Sin embargo todavía nos queda un poso en nuestro interior del que nos cuesta desprendernos, fruto de años y años sin comprender ciertos fenómenos que atribuíamos a un ser o a unos seres superiores. Un poso interior que atribuía cualquier virtud a la fe, aunque hace dos mil años hubiese dicho «el jefe» de todo aquel tinglado religioso que la fe sin buenas obras era fe muerta.

Hemos progresado, evidentemente, en muchas materias y en muchos estamentos, y es la ciencia la que nos ha servido en bandeja todas las evidencias y todas las razones que algunos todavía se resignan a aceptar. Y tenemos muchos ejemplos de todo ello.

La ciencia ha demostrado que lo que se atribuía a los dioses, no eran los dioses quienes lo producían, aunque haya todavía muchos con los ojos vendados, que crean más en los argumentos tradicionales, impuestos por una corte de ministros divinos, que en las evidencias actuales. El sol y la luna no son dioses. Esto, creo que una mayoría lo acepta ya, como acepta que los rayos no los lanza Zeus, Thor o Júpiter. Las malas cosechas no son un castigo divino, sino que son la consecuencia de determinados procesos climatológicos que las deterioran, o de parásitos que las destruyen. La epilepsia sabemos que se produce debido a un fallo neuronal, aunque algunos todavía consideran que se trata de una posesión diabólica.

El hombre no ha sido creado del maíz, ni ha sido hecho de barro, ni procede de los dientes de ningún dragón, como han creído algunas de las religiones más ardientes. El ser humano es el resultado de la evolución que durante miles de años se ha ido produciendo, y esto fue la ciencia quien se encargó de demostrarlo, sin ser ayudada por ninguna mano divina. Tampoco la Tierra se ha creado por un acto de magia. Ha sido la atracción gravitatoria la que ha producido el «milagro».

Nunca ha encontrado nadie prueba alguna de que haya podido existir algún dios. La ciencia es tan poderosa porque se basa en pruebas, en evidencias, para explicar el mundo. No existen conjeturas, ni sospechas, ni creencias en todo lo relacionado con la ciencia. Todo eso pertenece al ámbito de la religión, que siempre ha atribuido al «capricho de los dioses» todo aquello oculto o desconocido que sobrepasaba el ámbito de lo considerado como natural.

Si todos los logros científicos se eliminaran de repente, no habría médicos, solo existirían brujos, como en los albores de nuestra civilización, brujos que creerían en el cielo y en el infierno y nos amenazarían con ello para poder subsistir, porque esos «brujos» lo único que han hecho durante su vida es atemorizarnos con las penas del averno para llenar sus arcas con nuestras dádivas. No habría transportes que fueran más rápidos que los caballos. Desparecerían los ordenadores y con ellos todo el potencial científico y cultural que almacenan. No tendríamos libros impresos, ni agricultura avanzada diferente de aquella de subsistencia que conocían nuestros antepasados; pero si desaparecieran mañana todos los logros de los teólogos, nadie notaría ninguna diferencia, porque sus avances no sirven para nada, no significan nada. La teología es una disciplina totalmente intrascendente e innecesaria.

Alguien nos podría decir que nos movemos entre unos parámetros en los que la materia lo abarca todo, y es cierto, porque es lo único que conocemos. La materia nos envuelve por completo, es lo que nos forma y lo que nos deforma. El mundo del espíritu nos es desconocido todavía, pero por ese mismo motivo no es práctico, ni viable, el hacer elucubraciones que no van más allá de las meras suposiciones: Hipótesis sin ningún fundamento, que no nos van a resolver nuestros problemas cotidianos, que solo han servido para enfrentarnos, para provocar guerras fratricidas en las que las diferentes religiones, como las diferentes ideologías, han tenido mucho peso. Y todo eso se puede evitar.

Entre todos hemos de construir un mundo mejor, más equitativo, más justo, más razonable, más sostenible, más objetivo. La religión nunca lo ha conseguido, pero la ciencia sí que lo puede conseguir, y eso es lo único que debería importarnos, al menos mientras sigamos siendo materia, porque nunca nadie ha demostrado que alguna vez dejemos de serlo y nos convirtamos en espíritu o en energía.


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