La cultura se respeta

Viernes, 15 Septiembre 2023 21:06

La cultura es uno de los tesoros más valiosos que tenemos como sociedad. La cultura nos hace viajar a sitios imaginarios, nos transporta a mundos lejanos y desconocidos sin necesidad de ir demasiado lejos. A través de la literatura, el teatro, el cine, la música, el arte y otras expresiones culturales, somos capaces de explorar perspectivas y realidades que, de otro modo, nos serían ajenas. Es esta capacidad de la cultura para abrir nuestras mentes y ampliar nuestro horizonte, lo que la convierte en un tesoro invaluable. La cultura es un reflejo de la identidad, la historia y la creatividad de un pueblo y debe ser tratada con el respeto y la consideración que merece.

Disfruto de todas las expresiones culturales, pero una de mis favoritas sin duda es el teatro, porque encarna la magia de la narración de una manera vívida y cercana. El teatro es un universo en sí mismo, donde los actores y actrices se convierten en personajes que respiran, sienten y viven ante nuestros ojos. Hay algo profundamente cautivador en la experiencia teatral que me atrae de manera irresistible, el teatro es una fuente inagotable de disfrute para mí. Me seduce la manera en la que la dramaturgia nos permite explorar lo profundo de la humanidad, conectarnos con las emociones más intensas y apreciar el arte en su forma más auténtica y efímera.

Me cuesta entender que no todo el mundo tenga el mismo cariño y respeto que tengo yo por el teatro y por el trabajo actoral. Por ejemplo, este verano, en Sagunt a Escena, mientras se representaba una versión de la tragedia de ‘Coriolano’ de William Shakespeare, un pequeño coro de espectadores empezó a charla y comentar en voz alta cada giro de la historia, como si estuvieran en el salón de su casa, para disgusto de toda la gente de alrededor, claro. Otro día, durante la obra de una compañía local, un grupito, en lugar de prestar atención a la representación, no paró de hacer comentarios en voz alta y de reírse, distrayendo a las personas que sí que estábamos sumergidas en la historia.

Por no mencionar una vez, que en medio de la representación, una luz deslumbrante inundó la fila de butacas en la que yo estaba. Una espectadora, supongo que aburrida, se puso a revisar durante un buen rato su teléfono móvil, iluminando con la pantalla bien brillante su rostro y deslumbrando a todas las personas que estábamos cerca.

Incluso en la obra de final de curso que hizo mi grupo de segundo año de formación actoral en la Escuela Municipal de Teatro sonó un teléfono móvil, a pesar de que nuestro profesor había insistido reiteradas veces en que los apagaran. Si para un actor o actriz profesional es complicado mantener la concentración ante las interrupciones, imaginen lo que supuso para nuestro grupo de novatos. Este verano en Sagunt a Escena, durante la representación de ‘Pandataria’, hubo algún tipo de incidente médico y Cayetana Guillén-Cuervo siguió concentrada en su texto pese al evidente revuelo en la zona de las gradas. Eso son tablas y lo demás son tonterías. Qué calidad de programación e interpretaciones que hemos tenido este año, por cierto. Y qué miedo me da la próxima edición, en la que la organización quedará ya totalmente en manos del conseller-torero y compañía.

Qué sabrán los toreros de cultura, si no paran de decir que la tauromaquia lo es. Los toros pueden ser una tradición obsoleta de algunos lugares, pero, desde luego, no pueden considerarse una expresión cultural legítima. La cultura enriquece los valores de una sociedad, la tauromaquia los embrutece con un espectáculo obsceno de maltrato animal. En este municipio se da la paradoja de que tenemos al mismo tiempo la belleza de Sagunt a Escena y el horror de los espectáculos taurinos de las fiestas, ¿cómo es posible? Crueldad pagada con dinero público para el disfrute de unos pocos. Mientras tanto, en València ciudad, PSPV y Compromís ponen el grito en el cielo porque la nueva alcaldesa María José Catalá va a permitir de nuevo la celebración de bous al carrer. Los mismos PSPV y Compromís que aquí aplauden y jalean la celebración de espectáculos taurinos. No sé si es que en València son modernos cosmopolitas que miran al futuro y aquí nos consideran paletos de pueblo que necesitan un poco de barbarie anual. En fin, la hipocresía.


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