Torre del camino. Un cuento de verano (1ª Parte)

Viernes, 28 Julio 2023 21:06

Una vez pasadas estas últimas semanas de campaña, en las que la actividad política y el análisis de los diferentes grupos han estado a la orden del día, vamos a refrescarnos un poco con un pequeño relato veraniego. Dice así:

El autobús había salido puntual de Bilbao y en una hora y media llegaría a Lezo. Desde allí a Torre del camino, que está a unos diez kilómetros, no sabía cómo iría, aunque tomar un taxi siempre es lo más socorrido.

Subí al autobús y enseguida localicé mi asiento. Junto a él, al lado de la ventanilla, estaba ella. Había sacado un libro y estaba leyendo la contraportada.
—¡Hola!
—¡Hola!

Nuestras miradas se cruzaron una fracción de segundo y la suya volvió a concentrarse en la contraportada del libro. Las dos huían. Su mirada y la mía. Se intuía.

Yo no sabía de qué huiría ella, pero sí que sabía de qué huía yo. En Torre del camino iba a hacerme cargo de una vieja casa en la playa que mi abuela me había dejado en herencia. La recordaba de mi infancia. Allí pasé unos veranos extraordinarios con mis primas. Entonces la montaña todavía era salvaje y la playa virgen. Ahora la montaña parece que está recauchutada de hormigón. Numerosas viviendas la inundan en urbanizaciones que se han ido construyendo sin ningún control urbanístico, y la virginidad de la playa se ha perdido ante tanto turismo.

Huía de mi familia, de mis padres, de mis hermanos, de mis tíos. Todos querían la casa de la playa, pero la abuela Virtudes me la había dejado a mí. Yo era su nieto preferido y eso se notaba.

Me había perdido en mis pensamientos, y noté una fugaz mirada de ella, una mirada entre pícara y desinteresada, pero concentrada en un interés especial.

—¿Vas a Lezo?
—Sí.
—Todavía nos queda una hora larga.
—Sí.

Todo eran monosílabos. Monosílabos fugaces y concretos.

—Yo voy a Torre del camino.
—¡Qué casualidad! Yo también.
—¡Vaya!
—¿A qué vas?
—Voy a ver una casa en la playa que me ha dejado mi abuela.
—¡Qué bien!
—¿Y tú?
—Voy al instituto.
—¿Eres profesora?
—Sí. De inglés. No sé que haré pero tendré que buscar algún sitio donde quedarme. De momento voy a hacerme cargo de mi plaza y a ver cómo está todo.

Los monosílabos ya no eran tanto, pero en su mirada seguí viendo una huida que no calibraba bien a qué podría deberse.

—He quedado con el director.
—Muy bien. Yo he quedado con un constructor. Me imagino que habrá que hacer alguna reforma.
—¿Lleva mucho tiempo cerrada?
—Unos cinco años. Cuando se murió mi abuelo, mi abuela se fue a una residencia, hasta el año pasado que falleció también.
—Lo siento.
—Ya eran mayores los dos.
—¿Qué piensas hacer con la casa?
—No lo sé. De momento la arreglaré, cambiaré los muebles y ya veremos si me la quedo para el verano o qué hago con ella.
—¿Vives en Bilbao?
—Sí. ¿Y tú?
—Yo vivo en Baracaldo. Soy de allí. Y ahora, pues me imagino que me quedaré a vivir unos años en Torre del camino, hasta que pueda solicitar otro destino más cercano a Bilbao.

Tenía unos ojos muy grandes, color chocolate negro, profundos. Muy bonitos. Y hablaban por sí solos.

Dejó el libro aparcado junto a su bolso.

—¿A qué te dedicas?
—Soy periodista.
—¿Periodista?
—Sí. Trabajo en La Sinrazón.
—La Sinrazón parece que ya no es como antes.
—No. No lo es. Nació para ser la contrarréplica de La Razón, pero con el tiempo se ha ido acomodando, o más bien aburguesando.
—Es una pena, porque yo recuerdo que al principio era muy caustica, y eso me gustaba.
—Sí. Cuando yo empecé a trabajar allí, así era.
—¿Qué sección llevas?
—Política nacional.
—Pues tendrás trabajo.
—Bastante.

Seguirá la próxima semana.


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Lo último de José Manuel Pedrós García

 

 

SUCESOS

SALUD