Nacionalismos

Viernes, 07 Julio 2023 21:08

La semana pasada recordaba al numeroso grupo de personas de las que jamás hablan las estadísticas y que casi nunca aparecen en las noticias sino es con ánimo de causar morbo, los mayores damnificados de una guerra como la de Ucrania: las familias compuestas por personas pertenecientes a etnias y/o nacionalidades distintas.

Las guerras nunca se ganan, todo el mundo pierde. En las guerras se vence. El vencedor es aquel que queda en condiciones de aprovecharse de los vencidos y de los incautos que lucharon para que su caudillo venciese. Jamás se ha pasado tanta hambre en España como cuando «en nuestros reynos nunca se ponía el sol» salvo, quizás, en los tiempos en que caminábamos «por el imperio hacia Dios por las rutas de los mares». Estoy seguro de que, hace solo veinte o veinticinco años, si le hubiesen dicho a un ruso, o a un ucraniano, que en cosa de dos décadas se iban a estar matando entre ellos… se hubiesen reído, lo hubiesen visto imposible. Como si hoy nos dijesen a nosotros que dentro de veinte años los catalanes y el resto de los españoles nos estaremos matando. Diríamos que tal cosa es imposible, que eso jamás sucederá.

Pero ¿cómo? ¿Por vivir en lugares distintos? Si mis primos (tíos, amigos de la mili, socios de mi empresa…) catalanes son gente estupenda, personas con las que nos llevamos muy bien y somos como uña y carne…

Pues eso es lo que siempre sucede: en Bosnia, en Líbano, Sudán, aquí hace 87 años y, ahora, en Ucrania y en Rusia. Millones de personas saturados de ira y odio, deseando exterminar “a los otros”: unos al lado de Putín y los multimillonarios y mercenarios que le apoyan, y, otros, al lado de Zelenski y sus mercenarios nazis, apoyados por la OTAN. ¿Quién vencerá? Pues yo creo que serán los fabricantes y traficantes de armas afines o cercanos al Pentágono y a las grandes corporaciones. Los demás, el pueblo ucraniano, ruso, pero también los europeos, como siempre, seremos los perdedores: El pueblo norteamericano también perderá, pero, eso sí, de un modo distinto: no es lo mismo que desaparezcan la mitad de tus seres queridos, que encuentres tu casa derribada, en ruinas la ciudad donde vivías, que aquellos otros que se piensan recompensados porque les han hecho creer que han vencido, mientras sus patrones les obligan a apretarse el cinturón porque hay que pagar los gastos de guerra.

La pregunta del millón es: ¿Qué hace a los pueblos tan borregos, tan dados a matar o morir, no por una idea, (por una idea son muy pocos los que lo hacen) sino por sentimientos nacionales o religiosos… o la irresistible mezcla de ambos?

La respuesta, creo, es clara y obvia: los nacionalismos. Así nos va.


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