En 1919 se instauró la jornada laboral de ocho horas diarias en España, aunque, entonces, la jornada semanal era de 48 horas. Hasta entonces, los trabajadores y trabajadoras podían enfrentarse a jornadas laborales extremadamente largas, que podían llegar a las 12, 14 o 16 horas. La reducción de la jornada laboral fue un importantísimo hito del movimiento obrero y sindical en la lucha por los derechos laborales y la mejora de las condiciones de trabajo. A partir de ese momento, las personas empezaron a tener algo de tiempo libre y a equilibrar la vida laboral y personal.

Después, en el año 2000, la Ley de Reducción de la Jornada Laboral fijó las horas máximas de trabajo por semana en 40. Fue un gran avance, pero ya han pasado casi 25 años, los tiempos han cambiado y el mundo del trabajo tiene que adaptarse al aumento constante de la productividad que han traído los procesos de automatización y digitalización en todos los sectores. Ocho horas siguen siendo muchas horas, sumado a los tiempos de desplazamiento al puesto de trabajo, muchas personas dedican la mayor parte de su día al ámbito laboral. Es el momento de evolucionar y apostar por jornadas laborales más breves y más flexibles que faciliten el disfrute de la vida particular y la conciliación familiar.

En un país en el que el horario laboral parece extenderse interminablemente y los trabajadores y trabajadoras se enfrentan a largas jornadas de trabajo, la propuesta de Yolanda Díaz de reducir la jornada laboral a 32 horas semanales es una bocanada de aire fresco. Esta medida, que pretende ser implementada a partir de 2024 con una reducción progresiva, no solo beneficiará a los trabajadores y trabajadoras, sino que también tendrá un impacto positivo en la productividad y en la calidad de vida de las personas.

Yolanda Díaz argumenta que España es una anomalía en términos de horarios sociales y de trabajo y no le falta razón. Muchas empresas en nuestro país siguen manteniendo jornadas laborales largas, con horarios que se exienden más allá de las 18 horas. Esta cultura del presentismo no solo afecta negativamente a la productividad, sino que también tiene consecuencias en la salud y el bienestar de las personas empleadas.

La propuesta de reducir la jornada laboral a 32 horas semanales sin reducción salarial es una estrategia inteligente para fomentar un equilibrio entre la vida laboral y personal. Numerosos estudios han demostrado que trabajar menos horas conlleva un aumento en la productividad y la satisfacción laboral. Al acortar la jornada laboral, los trabajadores y trabajadoras tienen más tiempo para descansar, recuperarse y dedicarse a actividades fuera del ámbito laboral, lo que se traduce en un mayor compromiso y motivación en el trabajo.

La iniciativa de Sumar también busca promover el diálogo social con los diferentes actores implicados, como los sindicatos y las empresas, para encontrar la mejor manera de implementar esta reducción de la jornada laboral. Es importante destacar que no se trata solo de reducir las horas de trabajo, sino de establecer políticas que permitan a los trabajadores y trabajadoras mantener un nivel salarial adecuado y garantizar que los sectores que requieren servicios esenciales, como la sanidad, no se vean afectados.

La propuesta de la ministra de Trabajo también aborda la necesidad de regular los horarios y los descansos semanales en el sector sanitario, así como en otras profesiones que requieren servicios mínimos fuera del horario estándar. Esto demuestra un enfoque integral y la voluntad de garantizar que los trabajadores de estos sectores también se beneficien de una reducción de la jornada laboral, sin que esto comprometa la calidad y la atención que brindan a la sociedad.

Es el momento de avanzar como país con medidas valientes como esta. Es hora de dejar atrás la cultura del presentismo y avanzar hacia un modelo laboral más humano y equitativo, donde el tiempo de descanso y la conciliación sean una prioridad. Trabajar para vivir y no vivir para trabajar.