Ya se han pasado las elecciones, las urnas se han guardado hasta los próximos comicios, se ha hecho el recuento de las papeletas y en la mayoría de las poblaciones, aunque con un margen no demasiado amplio en muchas, ha ganado el PP. ¿Ha sido esta la mejor opción en estos momentos? Seguramente, no, pero parece que la ciudadanía ha querido castigar en las ciudades y en las comunidades el que Pedro Sánchez se haya tenido que enfrentar a la Covid y a la guerra de Ucrania, y que lo haya hecho de esa forma y no de otra, aunque puede ser que lo que la ciudadanía ha castigado del PSOE es el que haya pactado con los catalanes y con Bildu, y no sé por qué. También Aznar en su día pactó con ellos y no pasó nada, pero nuestra memoria es frágil.
Sin embrago, creo que el PSOE podría haber sido la opción menos mala, digamos que podría haber sido el centro civilizado, o el centro tranquilo, ese centro que puede pactar con las opciones de izquierda para que el país progrese, funcionen las instituciones, la crisis se note menos y el nivel de vida pueda ser más adecuado, estabilizándose, al mismo tiempo, los precios de los productos, sobre todo los de los más necesarios.
La izquierda siempre está ahí, aun a costa del enojo de la derecha, para presionar lo necesario, porque es importante que sigamos avanzando en derechos. No podemos detenernos, no podemos volver atrás, como desearían los poderosos. Hace tiempo que salimos de las cavernas, hace tiempo que conquistamos la libertad y hace tiempo que el pueblo dejó atrás la ignorancia en la que el caciquismo le había sumido, para comprender que todos tenemos las mismas obligaciones, pero también los mismos derechos, y que el mundo, la economía, el progreso, la estabilidad y todo eso que conforma nuestra sociedad no es algo que pertenezca en exclusiva a una clase elitista, sino que todos debemos disfrutar de lo que la vida y la naturaleza nos ofrece de una forma equitativa y racional.
Ahora le toca a los partidos políticos que han conseguido más apoyos en las urnas lo más importante, pactar entre ellos para que todo se distribuya de una manera justa y coherente, pero eso ¿lo puede hacer el PP? Veremos.
El siglo veintiuno avanza de una forma inexorable y no podemos detenernos, porque paralizar las cosas es retroceder, y los cangrejos solo caminan hacia atrás para ver mejor lo que está delante, pero nosotros no necesitamos hacer eso porque nuestra mirada siempre está al frente, y allí, hacia el futuro es hacia donde debemos dirigir la vista.
Todos, en la medida de nuestras posibilidades, debemos colaborar para que el país funcione cada vez mejor. No podemos dejar solo a los políticos la responsabilidad de hacer las cosas bien, mientras los demás nos dedicamos a dormir a la bartola y recoger después la cosecha. No, no es ese el camino. El camino es largo, y la mayoría de las veces no es recto, y entre todos hemos de ladear las piedras hacia la orilla, para que nuestros pies no caminen sobre los escollos que el polvo y los riscos producen. Y si la clase política que hemos elegido es la que debe controlar y dirigir el allanamiento del camino, nosotros somos los responsables de que con nuestra actitud mantengamos limpio el asfalto. Esto es similar a lo que ocurre cuando un día de asueto vamos al monte a pasarlo con nuestra familia. ¿Quién es el responsable de que el monte quede en el mismo estado en el que lo encontramos? Nosotros, evidentemente. Y si después de haber comido en armonía, recogemos todo y lo dejamos como estaba para que nadie note nuestro paso por allí, igual debemos hacer con el resto de las cosas, colaborando y exigiendo la colaboración a todos los que nos rodean. Es la única forma de que todo circule por los cauce de la concordia y la cordialidad.
