El reto de Sumar

Viernes, 02 Junio 2023 21:06

Las elecciones del 28 de mayo fueron un absoluto fracaso para las izquierdas. Se perdieron gobiernos como el del País Valencià, Baleares o Aragón y los ayuntamientos de ciudades como València o Barcelona. A pesar de que, afortunadamente, ayuntamientos como el de Sagunto han resistido el envite. Se constata la tendencia general del avance de la derecha y la extrema derecha y la conmoción es total. ¿Qué ha podido pasar? Nos preguntamos las personas progresistas. ¿Por qué se ha perdido el Botànic pese a contar con una buena valoración de su gestión? Con cosas mejorables, por supuesto, pero estos últimos ocho años de gobierno valenciano han sido imprescindibles para reconstituir los servicios públicos después de años de recortes y saqueos en manos del PP, revertir la privatización de hospitales, construir más centros educativos, hacer frente a la especulación inmobiliaria, poner en marcha medidas como la renta valenciana de exclusión o agilizar la ley de dependencia. Políticas que ya sabemos que corren un grave riesgo en manos del previsible gobierno de coalición de PP y Vox.

Queda claro que el problema no ha sido de gestión, sino de relato. Las derechas no se han centrado tanto en sus propuestas políticas como en agitar el miedo a supuestos enemigos: okupas, ETA, migrantes o quien sea. La derecha consiguió que las elecciones del 28M se convirtieran, a muchos niveles, en un plebiscito contra Pedro Sánchez o, más bien, contra una caricatura de Pedro Sánchez. Con la inestimable ayuda de muchos medios de comunicación y aliados en redes sociales encargados de envenenar, especialmente a las personas jóvenes, con peligrosos discursos neoliberales, machistas y racistas.

Todavía no habíamos empezado el análisis de la derrota electoral de las izquierdas, cuando Pedro Sánchez apareció por televisión para anunciar que tendremos elecciones generales el 23 de julio. Para algunas personas, esta convocatoria es una genialidad, para otras, una completa locura, yo me limitaré a decir que un movimiento así solo lo podía hacer un presidente como Sánchez, que siempre va con su manual de resistencia debajo del brazo y que si ha sido un acierto o un fracaso solamente lo sabremos a ciencia cierta el día 23 de julio por la noche. Aunque cabe reconocer que con este movimiento ha logrado que, en buena medida, se deje de hablar de la victoria electoral de las derechas, que las formaciones a la izquierda del PSOE —a las que va a necesitar para gobernar— se ponga en modo turbo para reorganizarse y, la guinda del pastel, un giro discursivo por el que hemos podido ver a un presidente del gobierno más izquierdista y combativo que nunca porque sabe que, con todo en contra, no es momento para medias tintas.

Desde la convocatoria de las elecciones, hay una cuenta atrás en marcha: 10 días para registrar coaliciones. Lo que implica que Yolanda Díaz y su equipo tienen 10 días para obrar prácticamente un milagro: unir a las izquierdas en un frente amplio que garantice la máxima representación parlamentaria y presente un proyecto ilusionante que resista el cambio de ciclo político. Este juego se juega con unas normas y una de ellas es la Ley D’Hondt, el sistema con el que elegimos a nuestros diputados y diputadas, que favorece la unidad por encima de la dispersión. La fragmentación entre distintas opciones políticas similares puede implicar que muchos votos se queden sin representación y, en un momento como este, es algo a evitar a toda costa. Sin embargo, recoger los pedazos de la izquierda destruida tras el 28M y pegarlos no va a ser, ni de lejos, suficiente para esta misión. Necesitamos más, precisamos una unión sincera en la que los partidos políticos sepan leer la urgencia del momento y se dejen de chiquilladas. Estos días se ven unos comentarios en redes y medios de lo más irresponsables en unas circunstancias como estas en las que, si algo no nos podemos permitir, es seguir hurgando en las diferencias y atacando a quiénes piensan de forma similar.

Mi esperanza e ilusión están puestas en Yolanda Díaz y en Sumar. Solamente espero, especialmente tras el 28M, que este nuevo proyecto venga cargado de nuevos aires y nuevos liderazgos. Sería un desastre si Sumar únicamente sirve para revivir proyectos políticos fracasados y líderes desgastados. Para que Sumar sea un movimiento capaz de ilusionar a la gente, arrastrar votos y ser la clave de un nuevo gobierno progresista, debe apelar a la ciudadanía en positivo y no con mensajes negativos que se han demostrado inútiles. Los ataques a Yolanda Díaz y Sumar se intensificarán conforme se acerque el verano y sus comicios, pero, una vez salvados los matchballs de la formalización de las candidaturas, la izquierda tienen la labor de convencer al abstencionista de que nos jugamos mucho en las elecciones generales. Del mismo modo, los religionarios de cada organización que conformarán la coalición, tienen que ser conscientes que esta será la única fórmula de éxito para ser una de las tres primeras fuerzas que den la llave de los escaños en las provincias más pequeñas, que reparten menos representantes y en las que se suele decidir mucho.

En las próximas elecciones generales es crucial que la izquierda no se quede en casa, mientras que la derecha acude en masa a votar, como ocurrió en el 28 de mayo. Igual que no podemos permitirnos que la izquierda vaya dividida, mientras que la derecha se vuelve cada vez más compacta, especialmente tras la desaparición de Ciudadanos. El futuro de nuestro país se está decidiendo en este momento y no tenemos más opción que construir un proyecto sólido, capaz de convencer y, sobre todo, de emocionar, para seguir creyendo en un modelo de país que brinda prosperidad y bienestar a toda su ciudadanía.


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