La política

Viernes, 19 Mayo 2023 21:07

Muchos recordamos con cariño aquellos años de la década de los 80 del siglo pasado —que suena como algo muy lejano pero que, en realidad, están ahí, muy cerca de nuestro pasado juvenil— en los que cuando había votaciones —y daba lo mismo que fueran municipales, autonómicas o generales—, íbamos con orgullo, con la frente alta, pensando que nuestro voto podría ser útil para que la siguiente legislatura fuera mejor que la anterior.

Habíamos estado casi cuarenta años sin poder ejercer la soberanía, sin poder decidir a qué políticos les podríamos otorgar nuestro voto para que actuaran en nuestro nombre, que una vez liberados de aquellos yugos impuestos por el franquismo, creíamos que nuestra libertad ya estaba plenamente conquistada. Y esto, ahora, nos hace pensar en aquellos versos de Jorge Manrique: «cualquiera tiempo pasado fue mejor», aunque cabe decir que el poeta no quería expresar que fuera mejor el pasado. La clave está en los versos: «Cómo a nuestro parecer / cualquiera tiempo pasado fue mejor». Es decir: «Cómo a nuestro parecer».

Sin embargo, si hablamos de política, podemos pensar que sí, que aquella política que se practicaba en los años 80 y 90 era mejor que la actual. Seguramente en aquel entonces habría muchos políticos que en sus campañas electorales prometían el oro y el moro, y después, cuando estaban gobernando, como dice el dicho «si te he visto no me acuerdo»; pero quizá no había una mentira generalizada, quizá había muchos que tenían buenos principios, que estaban dispuesto a derribar los muros del franquismo para que corriera el aire, y pudiéramos ver el horizonte de una forma diáfana. Incluso la figura del rey (el campechano) nos parecía positiva, aunque no fuéramos monárquicos. Por lo menos podíamos pensar que era él el que nos había traído la democracia, aunque fuera una democracia imperfecta y él hubiese sido designado por el dictador.

Habría algunos políticos que intentaban engañar al electorado, y que lo conseguían, pero en la actualidad este punto se ha sistematizado. Nos toman por necios a los ciudadanos. Creen que nos pueden engañar poniéndonos delante la zanahoria, como se le pone al burro para que ande, sin saber que nunca va a conseguir atraparla.

A veces se añora aquella política en la que el trato entre los políticos era más amable, aquella política en la que, en lugar de criticar despiadadamente al adversario, se exponía el programa de lo que se pensaba hacer. Qué sencillas, pero que sabias y que certeras, aquellas palabras de Julio Anguita, cuando decía: «Programa, programa, programa», aludiendo al compromiso que un político debía tener con sus votantes.

Ahora hay programas, pero son programas que nadie lee y que nadie cumple. Ya sé que es importante no distraerse de la oferta que a los ciudadanos se les ha hecho, que es importante intentar cumplir con todos aquellos puntos prometidos, aunque sea difícil, en una legislatura, cumplirlos todos. Pero si se prometen diez mejoras y se pueden conseguir seis, al menos los políticos podrían sacar un aprobado. Lo malo es cuando se promete algo que no se cumple, o cuando se promete algo y después se hace todo lo contrario; y los que tenemos algo de memoria, sabemos que eso se ha hecho en más de una ocasión. Recordemos, sin ir más lejos, la frase: «OTAN, de entrada no», y después ¿qué pasó?, que se nos convenció para que votásemos lo contrario de lo que antes se había propuesto.

De cualquier forma, comprobemos lo que han hecho los políticos que nos han estado gobernando, recordemos lo que hicieron los que nos gobernaron con anterioridad, saquemos las conclusiones necesarias, y acudamos a las urnas con la frente alta, sabiendo que lo que vamos a votar va a ser lo que más va a beneficiar a una mayoría.


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