Nos acercamos al final de la legislatura sin que la presencia de Unidas Podemos en el gobierno consiga impedir o evitar que la Iglesia se zampe anual y vorazmente su desorbitada ración de millones. El gobierno encabezado por Pedro Sánchez, ni mueve ni moverá un solo músculo para evitarlo. Está claro que el problema del histórico anual atraco de la Iglesia a las arcas del Estado solo se podrá abordar cuando tengamos realmente un gobierno de izquierdas.
A mí no se me ocurre responsabilizar de esto, ni de la no derogación de la Ley Mordaza, o lo de participar en la guerra de Ucrania y otras lindezas, a los representantes en el Gobierno de Unidas Podemos; porque son minoría, y, porque a pesar de ello hacen, según mi particular visión, lo que pueden. Por supuesto que me gustaría que llegasen más lejos, mucho más lejos en libertades y conquistas sociales, pero tenemos lo que tenemos… y gracias.
Me disgustan, por no decir que me indignan, los comentarios negativos y lamentaciones de personas que dicen ser de izquierdas y, después votan Felipe, Rubalcaba, Zapatero, Sánchez. ¿Qué necesitan para enterarse de que el PSOE no es de izquierdas? ¿Se puede ser de izquierdas y meter a tu país en la OTAN para comprometerlo como parte activa de la posible o inminente III Guerra Mundial?
Ya me gustaría comprobar un día en las urnas, que es donde se comprueban estas cosas, que al fin los electores de izquierdas van comprendiendo lo que significa votar socialdemócrata. Votar socialdemocracia es darle tu voto a esos partidos que no son carne ni pescado, ni social ni antisociales. Ser socialdemócrata significa estar dispuesto, solo si te dejan, a negociar con empresarios, banqueros, multimillonarios, en bien del país. Si te dejan… negociar... pero… ¿Luchar? No existe un solo medio ni partido político de derechas que no opine que eso de que el pueblo luche, reclame o intervenga en algo es caca, feo… puede que hasta terrorismo. Son muy cucos: ellos saben muy bien que los avances sociales o se consiguen luchando o no se consiguen, que aquí nadie regala nada.
Luchar no significa echar mano a unas pistolas que no tenemos ni deseamos. Luchar, para el pueblo, es plantar cara colectivamente de modo masivo y continuado a situaciones injustas. Luchar es hacerle saber a aquellos políticos sinvergüenzas que predican que lo privado es más eficiente que lo público, que ya están tardando en marcharse a una empresa privada; luchar es no permitir que tus hijos ni los de nadie sean adoctrinados en la escuela pública por alguna comunidad religiosa; luchar es reclamar que las listas de espera se reduzcan hasta desaparecer.
Luchar es impedir que te hurten ante tus propios ojos un sistema sanitario que era eficiente y asequible hasta ayer.
