Dualidad

Viernes, 10 Marzo 2023 21:06

Hay pocas personas que reconocen que han actuado mal, que piensan que no tienen razón en algún punto, o en algún momento, y que, en cambio, esos que piensan lo contrario son los que están en posesión de la verdad. Los jueces, la mayor parte de las veces, tienen que escuchar a las dos partes de un litigio, tienen que valorar los fundamentos de Derecho, y prestar atención a los alegatos que, en su defensa, cada uno puede aportar, para saber a quién deben darle la razón y a quién deben condenar.

A veces ocurre que no hay pruebas suficientes para poder condenar a alguien, que no hay testigos presenciales, que las fuerzas del orden no han emitido ningún informe, declarando cómo han podido ocurrir los hechos, y en ese caso, no le queda más remedio a los que administran la justicia, que absolver a ambas partes, al no poderse probar la responsabilidad de nadie.

Si una persona, ajena al litigio, escucha la versión que una de las partes da de los hechos, es fácil que piense que el culpable es el contrario; pero, de la misma forma, si escucha al contrario, puede pensar que la culpa es del primero. Está claro que nadie tira piedras a su tejado, y que cada uno tiende a suavizar su forma de actuar para dulcificar su actuación, y que se piense que no hay nadie más inocente que ese que así actúa. Lo mismo que ocurre con la forma de actuar, ocurre con la forma de pensar. Todos creemos que nuestras ideas son las mejores, que nuestra ideología es la más correcta, que los demás sólo dicen disparates, o que lo que dicen o hacen siempre es en beneficio de ellos mismos y nunca en beneficio de la comunidad, y eso, a los políticos, por ejemplo, no se les perdona.

Es muy fácil criticar la forma de actuar de aquellos que no piensan como nosotros, y nos gustaría que nos dieran la razón, aunque no la tengamos. También es muy fácil para la oposición criticar de una forma despiadada lo que hace el gobierno; pero lo difícil no es hacer oposición sino gobernar, y gobernar para todos, o para una mayoría, no gobernar sólo para nuestros amigos o nuestros familiares.

Deberíamos pensar que contentar a todo el mundo es imposible, siempre habrá alguien que se considere perjudicado, por muy bien que se hagan las cosas, por mucho que se beneficie a la mayoría, o por mucho que se intente velar por los más desahuciados, por los más pobres o por los más necesitados. Siempre habrá alguien que crea que todos esos son unos aprovechados de la situación y que sólo buscan chupar de la teta del Estado, es decir de los impuestos del resto de los ciudadanos, y es posible que haya alguien que se quiera aprovechar de las circunstancias, no podemos negarlo, pero tampoco podemos pensar que porque haya una manzana podrida en la cesta, todas las manzanas van a estar podridas.

Lo dual siempre está ahí: Lo blanco tiene su contrapartida en lo negro. Lo bueno en lo malo. Los ángeles en los demonios. Y en nuestra política, lo azul y lo rojo, aunque ahora haya una serie de colores entremezclados, que le dan más verosimilitud, más credibilidad a unos que a otros. Sin embargo, las cosas no son siempre como parecen, y siempre hemos de escuchar a las dos partes para, al final, tirar por el camino de en medio. O no hacer caso a nadie.


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