¡Adiós Pepe!

Viernes, 03 Marzo 2023 21:07

Se nos ha ido, hace unos días, el Sorro, Pepe Sorroche, el amigo cercano, amable, complaciente, el hombre bueno, aquella persona que todo el mundo desea tener como amigo, aquel que sabes que nunca te va a fallar.

Siento no haber podido acompañarle en su viaje a su última morada, me pilló fuera del país, pero leí lo que se escribió y se dijo. Suscribo todo lo que se dijo de él: todas las alabanzas se quedan cortas, pocas veces una persona puede suscitar tanto consenso, tanta unanimidad como buenos recuerdos de un ser humano tan honesto como intachable.

Todos terminamos un día u otro, por irnos con los pies por delante. Es ley de vida y así hay que tomarlo. Es algo natural y hasta deseable según en qué circunstancias. No pasa nada. Cierto que la mayoría nos vamos con poco ruido, únicamente con los murmullos, sollozos o llantos de allegados y familiares, pero hay personas que, a lo largo de sus vidas y debido a sus actitudes o aptitudes sociales, han conseguido convertirse en líderes, en ejemplos de buen hacer, en maestros, en referentes para sus seguidores. Suele ser que la medida de la relevancia de estas personas, al llegar a su final, la da lo importante que haya sido el movimiento o las empresas en que se haya visto involucrado y el éxito obtenido en ellas. Para los dolientes seguidores lo que cuenta no son, al menos principalmente, los detalles personales, la cercanía, ni siquiera la honestidad de la persona difunta, sino su significancia en el movimiento, doctrina o fe por la que luchó y en la que se convirtió en representante. Lo que de verdad cuenta en estos casos no es la persona: es el personaje.

No es este el caso de nuestro amigo Pepe Sorroche. Allá por los años sesenta y setenta, de joven, mientras como otros jóvenes de su misma edad se dedicaba a crear su propia familia, a su trabajo y aficiones, él, además, se la jugaba militando clandestinamente en el Partido Comunista y en Comisiones Obreras. Lo principal no es que fuese una decisión valiente, que lo era. Lo principal, lo esencial, era que había que ser muy generoso para adoptar una decisión de tipo social que podía pagar muy cara personalmente, todo ello ante la impotencia de sus amigos y compañeros y la indiferencia del resto, acomodados o no en el franquismo sociológico.

Los tiempos cambiaron, pero él no. Siempre continuó en esa misma línea recta, inquebrantable. Sorroche fue siempre, antes y después, un hombre generoso, amable, discreto, el que siempre estaba ahí para ayudar, compartir, para socorrer, para trabajar, siempre en su natural papel de PERSONA, lejos, muy lejos de intentar o pretender convertirse en un personaje. Todo un ejemplo de vida.


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