Hace un par de semanas nuestros representantes municipales, el equipo de gobierno y el alcalde, se involucraron de lleno en unos extraños festejos religiosos que los ciudadanos del Puerto no conocíamos. Estos festejos, o lo que fueren, no se sabe (o yo no lo sé) a cuenta de qué, culminó en una procesión que cortaba los dos únicos viales transitables de la zona sur del pueblo. Esto, lo de los dos viales, según me cuentan, molestó a los vecinos que dejaron las calles y aceras desiertas al paso de la procesión. Lo curioso es que estas celebraciones fueron apoyadas por aquellos que se declararon Ayuntamiento Laico hace ahora seis años.

Para entender de qué va este tema, parece oportuno explicar, aunque sea sucintamente, a aquellos que puedan estar interesados y no sepan demasiado del tema, de qué va ese concepto conocido como Laicidad.

Digamos que la Laicidad se podría definir como un principio de concordia entre los seres humanos, basado en aquello que nos une y no en lo que nos separa, todo ello en pro de un régimen social de convivencia para el conjunto de la ciudadanía. No se trata, como algunos parecen creer, de un movimiento antirreligioso ni tampoco cosa de ateos o agnósticos; una persona que defienda la Laicidad puede tener cualquier clase de ideología o pertenecer a cualquier tipo de religión.

Tampoco es lo único, pero sí lo principal, que todo ciudadano debe tener claro que ser laico significa responder consecuentemente a un ideal de emancipación de la esfera pública de cualquier tipo de poder religioso. Esa lacra, especialmente en este país, lleva siglos haciendo mucho daño.

Los pilares en que se basa la Laicidad son la Libertad de Conciencia, la Igualdad de Derechos y la Universalidad sin discriminaciones de la Acción Pública. De estos pilares se derivan algunos principios básicos, como son la Libertad de Conciencia; la separación del Estado de las confesiones religiosas; la igualdad de trato para todos los ciudadanos y, la busca del Bien Común como única razón de ser del Estado.

La Laicidad no es ni puede ser contraria, como algunos parecen creer, a la fe religiosa ni a ningún sentimiento de trascendencia espiritual, pero si enemiga mortal del clericalismo porque sabe que este es una ILEGÍTIMA deriva política de la religión, es decir, la pretensión de dominación civil de una opción espiritual sobre el conjunto de la esfera pública y los ciudadanos.

Se puede deducir de todo ello que el Laicismo se basa en la lucha por la Libertad de las Conciencias, o, dicho de otro modo, la lucha por la abolición de cualquier clase de tutelaje de las conciencias.

De ahí su especial relación con la Racionalidad y el Libre Pensamiento, o sea, con la Razón y el Ser.