Vivimos en una sociedad que nos bombardea constantemente con mensajes publicitarios y que nos anima a comprar y acumular cada vez más y más cosas. Nadie está a salvo de esta cultura en la que parece que cuanto más tienes, más vales y más feliz serás. Sumado al valor sentimental que tienen muchos objetos o el irremediable pensamiento de que los podemos necesitar en un futuro, acabamos sintiendo un apego a los objetos que hace que nos resulte increíblemente difícil deshacernos de ellos, aunque ya no los necesitemos.
De esta relación esclava que tenemos las personas con las cosas han surgido hasta negocios, como el de Marie Kondo y sus libros. Yo reconozco abiertamente que soy una de esas personas a las que les cuesta deshacerse de las pertenencias materiales, así que me lancé de cabeza a leer La magia del orden, a ver si así me daban ganas de regalar cualquier cosa que ya no usara. Spoiler: no pasó. Y lo cierto es que en muchos puntos este libro me parece demasiado radical, pero sí que me ha ayudado, de alguna manera, la comprensión de que los objetos nos ofrecen un servicio en cierto momento y puede que, más adelante, ya no los necesitemos, entonces, es el momento de darle las gracias por lo que nos dieron en algún momento y dejarlos ir. Vale, dicho así, suena absurdo despedirse de un libro o una raqueta de tenis. Pero a nivel mental, es reconfortante coger ese jersey que ya no te vas a poner más y decir «me gustaste en su día, me abrigaste, me vestiste, pero ya no eres de mi estilo, te voy a dejar ir».
Todas las personas en mayor o menor medida acumulamos en casa más de lo que necesitamos, pero, sin embargo, puede ser liberador, deshacernos de las cosas que ya no necesitamos y liberar espacio físico y mental para nuevas experiencias y posibilidades, el exceso de cosas puede resultar abrumador. Ahora pues, tomada la determinación de desechar algo que ya no nos sirve en nuestras vidas, hay muchas opciones. Si es algo roto o en mal estado, evidentemente no queda más remedio que tirarlo, pero con mucho cuidado de dónde y cómo, que estoy harta de ver trastos alrededor de los contenedores, una mala costumbre que ensucia el pueblo y da trabajo extra al personal de la SAG. Es de cajón, pero unas cuantas personas insolidarias parece que aún no se han enterado de que nuestro pueblo cuenta con un punto limpio para reciclar y un servicio de recogida de enseres.
Por otra parte, cuando lo que queremos sacar de nuestras casas está en buen estado, se abren muchas otras posibilidades sostenibles: vender, intercambiar, regalar… Así han surgido el boom de las aplicaciones de venta de productos de segunda mano. Ahora bien, en una época en la que el dinero parece ser el rey en nuestras vidas, los mercados de trueque han surgido como una buena alternativa a los sistemas monetarios tradicionales. Intercambiar y regalar son excelentes opciones para que nuestras posesiones pasen a las manos de otra persona que les dará provecho. Por eso, me alegro de que la asociación de vecinos y vecinas de La Victoria esté organizando de forma periódica un mercado de trueque en la Plaza de la Independencia de Puerto de Sagunto. Participé en el anterior y participaré en el próximo que es el domingo 26 de febrero de 10:30 a 13 horas en el mismo lugar.
De mi experiencia participando en el mercado no solo me quedo con el intercambio de objetos, también con el encuentro social que supone, hablar con unos y con otros, conocer a personas diversas y a entidades sociales y solidarias del municipio que también montan su parada. Además, acudí con el objetivo de encontrar vestuario y atrezzo para la obra que estamos montando en la Escuela Municipal de Teatro y no puedo más que agradecer a todas las personas que nos donaron todo tipo de objetos y ropa sin pedir nada a cambio y que, encima, se interesaron por nuestra obra porque y querrán venir a verla cuando la representemos en junio. Mercados como estos hacen que recupere la fe en las personas.
