La transición energética es necesaria para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y combatir el cambio climático, solo así podremos garantizar un futuro sostenible y un mundo habitable para las generaciones presentes y futuras. Además, la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de los países de mejorar su soberanía energética y reducir la dependencia de los combustibles fósiles importados. La transición energética es esencial, pero, en ningún caso, eso justifica que se haga de forma irracional, porque si no, puede acabar siendo más perjudicial que beneficiosa.

La transición energética tiene que ser planificada y justa tanto a nivel ambienta como social y, por desgracia, no es, precisamente, lo que está moviendo la promoción de proyectos de energías renovables. Lo estamos viendo en nuestra propia comarca con la destrucción de 250 hectáreas de la partida de Montíber para la instalación de dos macroplantas fotovoltaicas. Las grandes empresas eléctricas, de la industria del automóvil o fondos de inversión, ven en las renovables un lucrativo negocio ante el acelerado ocaso de las energías fósiles y eso lleva a que estén planteando numerosos proyectos de macroplantas solares y eólicas que, en muchos casos, suponen la destrucción de hábitats naturales y la pérdida de biodiversidad. Se aprovechan de la urgencia de realizar una transición hacia fuentes de energía renovables para justificar un modelo de desarrollo salvaje. Ahora, además, con la bendición del gobierno del España, que acaba de aprobar que los proyectos de plantas solares y eólicas de más de 50 MW no necesitarán declaración de impacto ambiental. Bastará con los informes de las propias empresas, que es algo así como dejar al zorro cuidando de las gallinas, una auténtica barbaridad.

¿Rechazar este tipo de planes supone rechazar el reemplazo de combustibles fósiles? No, claro que no. Renovables sí, pero desde luego que no a cualquier precio. La implantación puede ser mucho más racional, utilizando espacios que ya existen y que serían ideales para la instalación de plantas fotovoltaicas como los tejados de viviendas, naves industriales o zonas de parking. En el caso de las plantas fotovoltaicas en Montíber ligadas a Volkswagen, desde ‘La Plataforma en Defensa del Territori del Camp de Morvedre’ ya han señalado que existen mejores emplazamientos de lugares con suelos degradados y antropizados. No es necesario emplear un espacio de valor ecológico y con capacidad de producción agrícola. Por cierto, que tampoco es un asunto menor el cómo estos planes pueden atentar contra la soberanía alimentaria. Cuando nuestro territorio esté arrasado, tendremos energía eólica y solar a espuertas, pero no tendremos nada que comer porque habremos acabado con el suelo agrícola. Ni es un mal menor, ni los puestos de trabajo que se pierden en el sector agroalimentario son menos importantes que los del sector industrial, es más, todo lo contrario, porque comer es simplemente esencial y quiénes nos dan de comer, también lo son.

No solo se trata de rechazar este tipo de proyectos perjudiciales para el territorio, sino también de visibilizar y evidenciar que existen alternativas viables. Como no, aquí en seguida han salido los másteres de la demagogia a decir que criticar el plan de la fotovoltaica es ir en contra de la gigafactoría de Volkswagen. Plantean un falso dilema entre la prosperidad de la comarca y la defensa del medioambiente para generar temor y crispación en la ciudadanía que ve en la nueva fábrica una oportunidad de empleo. Pues bien, creo que la crítica es legítima y los intereses tienen que hacerse compatibles por el bien de toda la ciudadanía y el futuro de la comarca. En ningún caso, la implantación de energías renovables tiene que ser una especie de actividad colonial que los lugareños tienen que aceptar sin importar las condiciones. Con una ubicación racional del parque fotovoltaico podemos tener energía renovable para la planta, empleo y sostenibilidad, solo hay que hacer el esfuerzo de escuchar y buscar opciones.