Benedicto XVI

Viernes, 20 Enero 2023 21:07

La muerte reciente del papa emérito, el último día del año que dejamos atrás, nos puede servir de reflexión sobre su trayectoria, sobre la necesidad de la existencia de la Iglesia y los sacerdotes, sobre la hipotética bondad del papa, o de los papas, y sobre lo útil o nefasto de todas las religiones.

Estamos acostumbrados a ensalzar las virtudes de aquellas personas que ya han fallecido y ocultamos sus defectos, pero cuando una persona tiene la magnitud popular de la índole de un papa, de un jefe de estado o de un rey, hay que hilar muy fino y no valorar solo lo positivo, que siempre lo hay, sino también todo aquello que ofrezca cierta oscuridad en su trayectoria.

¿Por qué dimitió como papa Benedicto XVI? Parece ser que fueron varias las causas, pero son muchas las voces que dicen que una de las principales fue el tema de la pederastia de los sacerdotes y de los obispos. Él, que había sido en su juventud bastante progresista, se convirtió después en un ortodoxo hermético. ¿Podría haber destapado esa lacra? Podría haberlo hecho, y debería haberlo hecho, pero dimitió para no verse en esa tesitura. ¿Eso lo convirtió en cómplice? Posiblemente, no, pero podría haber sido más combativo, y eso se lo hubiesen agradecido muchos sectores de la sociedad. ¿Puede Francisco hacerlo? Puede y debe. ¿Si se permitiera a los sacerdotes contraer matrimonio se eliminaría la pederastia? Seguramente, no, al menos no del todo, pero sí podría eliminarse una parte muy importante de este estigma.

Segunda parte: ¿Tiene sentido que exista la Iglesia hoy en día? No podemos discutir que una parte muy importante de sacerdotes, religiosos y monjas hacen una labor fundamental, como misioneros, en cuestiones sociales, con ancianos… Todo eso hay que valorarlo, pero también hay muchos laicos que hacen lo mismo, o sea que necesario, necesario, no es que existan religiosos, máxime cuando hay muchos «príncipes de la Iglesia» —y hay demasiados— que viven como reyes, de una forma opulenta, y actuando de forma totalmente contraria a la que predican; y todos esos (cardenales, arzobispos, obispos… prelados, en general) sí que, realmente, sobran, porque, además, hacen mucho daño a los que se consideran creyentes, lo que hace que baje de una forma ostensible, todo tipo de adeptos. Eso sin hablar del inmenso patrimonio histórico-cultural y de las riquezas generadas a lo largo de la historia, y de las cuales no se desprenden, sino que siguen acumulando.

Las religiones nacieron todas, no para intentar explicar lo inexplicable, sino para, haciendo un acto de fe, atribuirle a alguien superior, desconocido e inmaterial, todo aquello que nosotros, como humanos no somos capaces de comprender; pero la ciencia avanza a pasos agigantados, y eso es lo importante —o debe ser— para todos. Por lo tanto, las religiones, solo sirven, en general, para adoctrinar, para cercenar la libertad, para «oclusionar» (esta palabra creo que aún no existe, pero debería existir) la imaginación y la fantasía. Es decir, un pueblo libre, inteligente, despierto, y no sujeto a ningún tipo de presión, ignorancia o censura, no debería necesitar para nada la religión. De hecho la separación Iglesia-Estado existe en la mayoría de los países occidentales, aunque en alguno (como el nuestro) solo sea en teoría.


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