El futuro

Viernes, 30 Diciembre 2022 21:07

Se acerca un año nuevo, es decir, dentro de muy poco ingresaremos en el futuro, y al hilo de esto, y para amenizar la Nochevieja, voy a contar un chiste. Un chiste que dice así:

«—Vengo del futuro.
—¿Y qué tal nos va?
—¿No te estoy diciendo que he vuelto?»
.

Este chiste, que como todos los chistes, o como una mayoría, encierra una ironía, puede ser muy elocuente.

Siempre he creído en el progreso, he tenido esperanza en el futuro y en la humanidad, y he pensado que, aunque hayamos atravesado épocas penosas de guerras, algunas a nivel mundial, de epidemias, o de crisis económicas, al final el ser humano siempre ha tenido suficiente capacidad de reacción, se ha repuesto, ha salido del bache y ha encarado el futuro con optimismo y esperanza, lo que le ha hecho mejorar. Como dice el refrán «tras la tempestad llega la calma», es decir tras las épocas calamitosas vienen otras épocas de bonanza, económica, social, sanitaria, etcétera.

Sin embargo, no nos podemos «dormir en los laureles», no podemos pensar que todo nos va a venir dado, por lo que es necesario que nosotros, todos nosotros, pongamos los medios que tenemos a nuestro alcance para poder superar todas las adversidades, y que el futuro, el que dejemos a nuestros hijos o a nuestros nietos sea mejor que el que nos contempla en la actualidad.

Ya hemos visto una cosa importante, un índice que nos puede —o que nos debe— hacer pensar. Hasta ahora, todas las generaciones han vivido mejor que la generación anterior. Los que somos de la generación de la década de los 50 o de los 60 tuvimos una educación, una alimentación, una cultura y una vida mucho mejor que la de nuestros padres, que sufrieron las consecuencias de la guerra civil o eran muy jóvenes cuando la guerra se produjo. La generación de nuestros hijos, que nacieron al final de los años 70 o en la década de los 80 y siguientes, tuvieron una infancia y una juventud mucho mejor que la nuestra, con menos carencias y con más medios, sin embargo, laboralmente, y en términos generales, se encuentran ahora en una situación peor, o más precaria, que la que nosotros tuvimos cuando empezamos a trabajar, y eso a pesar de contar con una o dos titulaciones universitarias, y de hablar dos o tres idiomas, lo que supone tener una cultura y unos conocimientos muy superiores a los nuestros.

Si esto le está ocurriendo ya a nuestros hijos, ¿qué le puede ocurrir a nuestros nietos? No es cuestión de ser pesimista, yo, al menos, no pretendo serlo, pero también hay que ser realista y observar los comportamientos sociales, ver el rumbo que sigue la sociedad, percatarse de que la brecha entre pobres y ricos es ahora más ancha que hace quince o veinte años, y que, o cambiamos nuestra conducta, somos más solidarios, velamos más por todos los que lo necesitan y procuramos ser más austeros en muchos campos, y no derrochar como si no existiera un mañana, o estamos abocados a que el futuro sea cada vez peor.


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