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Alejandro Mayordomo Buendía

Ansiedad añadida

Martes, 13 Diciembre 2022 13:23

Como no sea para vender motos en forma de “productos educativos”, —teorías más o menos fundamentadas, pero, sobre todo, peregrinas—. Como no sea para inocular “productos ideológicos intencionales” pensando en las dificultades “a futuro”. Como no sea para salvar el pellejo personal, ya sea funcionarial o laboral. Como no sea para vigilar que los “aparcamientos educativos” sigan funcionando, e incluso, aumenten sus servicios de guarda y custodia. Como no sea para “cubrir las apariencias”. Como no sea…, digo, el tema educativo, como Derecho Humano, prácticamente, ha desaparecido de las preocupaciones de los que se eligen y “mandan”, que no hacen nada más que improvisar, cubriendo el expediente, teniendo cubierto el ego y cobrando un buen sueldo a final de mes —aunque muy obedientes ante las necesidades de la OCDE—. También, en el objetivo de las familias.

Desde comienzo del curso escolar 2022-23, dada la improvisación y tardanza en el desarrollo de la enésima ley educativa (es un decir; yo más bien le llamaría “productiva”) los profesionales, funcionarios o interinos, mujeres y hombres, de una y otra etapa de las enseñanzas, han navegado en la zozobra a poco que mostraran algo de interés y preocupación por ejecutar su función profesional y social de la manera más diligente posible...y permitida. A la tardanza en disponer de los términos conceptuales que incluye —el “nuevo vocabulario” inclusive— en un intento de marear, confundir, tener entretenido, desesperar —y que se claudique, que no va a pasar nada— o de justificar cursos y cursillistas que lo traduzcan y aclaren en los inútiles, llamados, cursos de formación, le siguió el “agobio” de la necesidad de las llamadas programaciones de curso, para cada grupo, asignatura, ámbito o departamento. Folios/archivos inútiles a renovar cada curso con cada Ley. Le podemos añadir cómo hay que interpretar las “situaciones de aprendizaje”; y plasmarlas. A las próximas fechas de la llamada “primera evaluación”, le ha precedido un periodo de hincar el diente a la “nueva” forma-manera de evaluar (ya no se sabe muy bien “el qué”, el “para qué”, “por quien") con distintos “sistemas” (“autonomía autonómica”, y de Centro) para reflejar los aprendizajes alcanzados por el alumnado, en donde lo que era un “cate” reflejado en un 1, ahora es un sobresaliente de eso: “de número 1” en la competición. El 5, que antes era un “aprobado raspado” pues… Luego ya se encarga “el equipo” de opinar para que la tutora/tutor, si quiere, pueda escribir unas líneas sobre otras “valoraciones halagadoras”, o menos “laudatorias”. Mentalizarse, para ello, creo, me dicen, cuesta (sobre todo si no se entienden las razones esgrimidas).

Pues bien. Me llega, desde fuera, que el personal de la Enseñanza anda algo inmerso en estados de cierta ansiedad, incertidumbre, desorientación, afectando a la “vocación”, a la “moral para afrontar”, al desinterés por ver los resultados positivos de su quehacer —cada vez más parecido a una cadena de montaje—, con bajas, malestares, afectaciones sobre la vida personal, laboral, familiar, social, de la salud. Incertidumbres en dosis añadidas a las que todos soportamos. (Sobre todo, los de abajo.) A todo ello, parece ser, el altavoz en los Medios de los “gurús educativos” mandamases que cortan el “bacalado”, anda “preocupado” porque «Un grupo de docentes de todas las etapas educativas ha decidido responder a lo que consideran unos mensajes muy nocivos que canalizan el malestar docente hacia discursos antipedagógicos que reivindican ideas como la cultura del esfuerzo o la educación concebida como una carrera de obstáculos que solo culminarán los mejores, los que se lo merezcan». No sé: apenas se habla ya del Derecho a la Educación, como lo hacía Gonzalo Anaya, de todo ser humano. Quizá, todo esté encarado a producir y a consumir. Ansiedad me entra.


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