Dos huevos envueltos en plástico

Viernes, 09 Diciembre 2022 21:07

Seguramente habrán visto una imagen que se ha hecho viral estos días en las redes sociales: dos huevos a la plancha, ya cocinados, envueltos en plástico y puestos a la venta en un conocido supermercado, por el ‘módico’ precio de 1,80 €. No es el único abuso ridículo de plástico que ha circulado por Internet en los últimos tiempos, en otros establecimientos hemos podido ver una mandarina desgajada presentada en una bandeja de corcho blanco y plástico o un plátano troceado en similares condiciones. Algo bastante innecesario y grotesco cuando las propias pieles de estas frutas ya son de por sí un buen envase resistente y ecológico. Una cáscara de fruta tarda alrededor de 6 meses en biodegradarse, mientras que un envase de plástico puede tardar en descomponerse entre 100 y 1.000 años, con consecuencias fatales para la salud del planeta y de las personas que lo habitamos.

Se suele decir ‘no sabe hacer ni un huevo’ para expresar que alguien no tiene habilidades para la cocina porque consideramos que el freír un huevo es el mínimo que cualquier persona debería de saber. Por eso esta imagen se ha hecho tan viral, nos parece el culmen del absurdo que los supermercados hayan llegado al extremo de ofrecer ya preparado este plato tan básico. Esta es una imagen que encarna mucho de lo que está mal en nuestra sociedad, más allá de la contaminación, si un supermercado lanza este producto es porque confía en que hay un mercado para él, es decir, que habrá personas consumidoras dispuestas a comprarlo. Esto habla mucho y no precisamente bien de nuestra sociedad, de vidas absolutamente aceleradas en las que el tiempo para comprar, cocinar y comer de forma saludable es un lujo que no todo el mundo se puede permitir. Ante tal problema, el mercado tiene una respuesta, con un importante sobreprecio, claro.

No estoy en absoluto de acuerdo con quien ha defendido el producto alegando que puede estar pensando en personas con movilidad reducida o problemas motrices, primero, porque ese envase replastificado no parece nada fácil de abrir, y segundo, porque establecimientos de estas características jamás han presentado gamas de productos especializados para estas personas y dirigen sus lanzamientos a nichos de mercado más amplios. Por otra parte, me parece un disparate intentar generar un dilema entre ecología y vida independiente, las soluciones tienen que apuntar más alto y que las personas con dificultades para cocinar puedan obtener desde los servicios públicos una asistencia correcta que les permita alimentarse bien, su solución nutricional no pueden ser dos huevos revenidos en una caja de plástico.

Estas grandes superficies distribuidoras de alimentación nos están tomando el pelo al hacer subidas de precios por encima del IPC o aplicando triquiñuelas como la reduflacción, que consiste en mantener el precio reduciendo la cantidad de producto para que las personas consumidoras no perciban la subida. A esto le sumamos nulos esfuerzos por hacer envases más sostenibles y nuevos productos que producen más plásticos de forma innecesaria. Unos envases que después podrá procesar la entidad que tiene el monopolio de gestión de residuos plásticos en España que es Ecoembes, un consorcio de empresas del que, casualmente, forma parte este conocido supermercado que vende los huevos en plástico. Por sintetizar, hablamos de que quien genera residuos plásticos cobra por gestionar estos mismos residuos que ha producido (y encima mal, porque millones acaban sin reciclar). Un negocio perfecto, una tomadura de pelo mayúscula.

Uno de cada cuatro envases plásticos proviene de la industria alimentaria. De las ‘tres R’ que aprendemos en el colegio, reciclar y reutilizar son importantes, pero reducir es la fundamental porque el mejor residuo es el que no se produce. En la medida de lo posible, comprar en comercios de proximidad y a granel, son las mejores soluciones a nivel individual para reducir el consumo de plásticos, pero las grandes cadenas distribuidoras no pueden seguir actuando en contra del sentido común. Por suerte, el 1 de enero de 2023 entrará en vigor la Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular que, entre otras cosas, busca reducir en un 50% para 2026 el volumen de producción de plásticos de un solo uso. Planteará objetivos de reducción, fomentará que la industrial alimentaria busque alternativas en sus envasados y restringirá la introducción en el mercado de algunos de ellos. Esta ley podría ser más ambiciosa, pero va por el buen camino.


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