COP 27: de la desesperanza a la acción

Viernes, 11 Noviembre 2022 21:07

Un otoño caliente nos ha recordado que avanzamos a paso rápido hacia los 1’5 °C de aumento de la temperatura global que la comunidad internacional determinó en el acuerdo de París como escenario a evitar a toda costa. El calentamiento global se está acelerando a marchas forzadas en la última década y hay un dato que lo ilustra muy claramente: en 2002 se empezaron a registrar cada mes temperaturas superiores a la media. Está siendo el noviembre más cálido de nuestras vidas, pero será el más frío del resto de nuestras vidas si nada cambia. Podría ser un motivo de alegría para personas como yo, que odio el frío, pero no lo es porque las consecuencias que subyacen del hecho de que pueda ir en manga corta en pleno noviembre son, simplemente, terribles. Antes de los años 2000 la previsión es que se llegaría al calentamiento de 1’5 °C en 2045 si se mantenía la tendencia, pero ahora hablamos de que podría ser en 2034. Incluso existen informes más pesimistas, como el de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que plantea que el planeta sobrepase esa barrera del 1’5 grados en los próximos cinco años.

Ante este escenario, es lógico y normal que cunda la desesperanza. Muchos días hablo con gente conocida que sufre ecoansiedad, que la American Psychological Association (APA) define como ‘el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones’. Sumado, a un enorme estado de desconcierto porque no sabemos qué hacer para reducir nuestro impacto ambiental, porque hacemos muchos esfuerzos que no sabemos qué repercusión real tienen en pro de la sostenibilidad y, por qué no, porque no queremos renunciar a ciertas comodidades que la sociedad de consumo nos ha dado. Tampoco ayuda el discurso generalizado que insta a las personas humildes a hacer cambios en sus formas de vida por el bien de la causa, y de una forma tremendamente culpabilizadora, mientras mira para otro lado ante el impacto ambiental que ejercen las grandes corporaciones y personas privilegiadas. Si un rico puede coger su jet privado a voluntad, ¿por qué no voy a poder coger yo mi coche que contamina bastante menos? Los esfuerzos se tienen que repartir de forma equitativa y la transición ecológica tiene que ser firme pero justa.

Este choque de intereses se puede palpar ahora mismo en la Cumbre del Clima COP27, que se está celebrando en Egipto. Las cumbres del clima tienen algo que es maravilloso y perverso a la vez. Por una parte, supone un espacio de encuentro para activistas por el clima y una oportunidad para poner el problema del calentamiento global en el centro de la agenda pública, también para los representantes gubernamentales es el momento de encontrarse y dialogar sobre una cuestión de enorme calado. Por otra parte, la presencia de lobbies como el de las energías fósiles, que en esta última reunión ha aumentado su presencia en un 25%, o de representantes públicos que acuden para hacerse un buen lavado verde de imagen o ‘greenwashng’ sin la más mínima voluntad de alcanzar acuerdos importantes. Si, un año más, los países más contaminantes se levantan de la mesa, hay acuerdos tibios y no se aprueban acuerdos contundentes para luchar contra el cambio climático, un año más caeremos en la desesperanza.

Pero de la desesperanza nace la rabia y brota la acción. Definitivamente, es el momento de pasar a la acción. Sin eludir ningún tipo de responsabilidad individual —porque de una en una podemos hacer un cambio global— pero señalando y siendo firmes con el 1% más rico que es responsable de producir el doble de las emisiones que el 50% más pobre de la población mundial. Además, el 12 de noviembre, varias organizaciones han convocado movilizaciones para exigir justicia energética y climática. Somos fuerza de cambio y, si nos unimos, podemos hacer que nuestro mensaje llegue más lejos, que la cumbre de Egipto verdaderamente sirva para emprender medidas decisivas. Queremos una pacto más ambicioso para reducir las emisiones de carbono a nivel global, una Ley de Cambio Climático más exigente, una apuesta decidida y valiente por soltar el lastre de las energías fósiles y avanzar en la implantación de unas energías renovables en manos de la ciudadanía y no de los poderosos de siempre y que sean respetuosas con el territorio. Cojamos toda la desesperanza y ansiedad climática y transformémosla en acción.


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