Lula da Silva

Viernes, 11 Noviembre 2022 21:05

Ahora que Bolsonaro ha aceptado cumplir con la Constitución de su país — aunque evita reconocer la victoria de Lula en las elecciones brasileñas —, dice dirigiéndose a los suyos: «Somos más fuertes que nunca». Parece que al líder ultraderechista sólo le preocupa la fortaleza de su partido, o el apoyo violento de sus gentes, como si eso fuera lo más importante. Lo han demostrado estos últimos días en numerosas ciudades brasileñas, donde acuden en tropel, arrasando a todos los que se interponen en su paso, mientras lanzan consignas en contra de Lula, increpándole por haber ganado las elecciones, según ellos, de una forma fraudulenta, como si todo lo que no les gusta fuera un fraude.

Sin embargo, circula por las redes una frase de Lula da Silva, que dice: «Las urnas no son para depositar odios. Son para depositar esperanzas». Tanto una frase como la otra demuestran el calado político y social de cada uno de los líderes brasileños, y determinan a qué idea de las dos es más oportuno o más aconsejable acercarse.

No es nada ajeno para nadie que la ultraderecha está consiguiendo en todas partes cada vez más adeptos, y si había conseguido en la anterior legislatura el poder supremo en EE UU y en Brasil, ahora lo ha conseguido en Italia, y en breve lo puede alcanzar en cualquier otro país europeo o latinoamericano.

Sin embargo todos los que estamos unidos por una cierta conciencia social, nos hemos de preguntar: «¿Es esto lo mejor para un país, o es sólo lo mejor para unos pocos?». El capitalismo feroz sólo beneficia a los más ricos en perjuicio de la clase media y de la clase pobre, y los más ricos no se van a preocupar nunca por una equidistribución de la riqueza, porque consideran que lo que ellos han conseguido a través de sus empresas o sus negocios ha sido por el riesgo que han asumido y no por el empeño y la labor de trabajadores abnegados y modélicos.

En su informe anual, Global Wealth Report 2022 contabiliza en España a unos 246.500 titulares de grandes fortunas (superiores al millón de dólares) en el 2021, un crecimiento del 4,4 % con respecto al 2020. Según estas fuentes, España se situaría entre los veinte países que tienen más habitantes millonarios.

Sin embargo, para ser considerado rico, una persona debe tener unos ingresos de 3.673 euros al mes, lo que equivale a casi dos sueldos medios en España (situado por la EPA en 2.036,6 euros en 2020), y a casi cuatro veces el salario mínimo interprofesional (SMI), fijado recientemente por el Gobierno en 1.000 euros mensuales.

¿La riqueza determina la fortaleza de una persona, o la fortaleza se mide por otros parámetros diferentes? ¿La esperanza en el progreso humano es lo que debe condicionar nuestro semblante? ¿El bienestar social y económico de todas las personas es aquello en lo que deberíamos depositar nuestras esperanzas?

Tendríamos que reflexionar, todos y cada uno, y pensar si estamos más cerca de los postulados de Bolsonaro o de las ideas de Lula, entre otras cosas, porque nos estamos jugando cada día la estabilidad, el orden, la permanencia y el equilibrio del planeta.


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