Agresión a docente

Lunes, 07 Noviembre 2022 11:09

Me envían el texto en pantallazo de una entrada que ha publicado una maestra en una red social. Por la página y sus usuarios, deduzco que es una docente con la condición funcionarial interina. De las que cada curso, con suerte, maleta, renuncias familiares, cambio de cole y municipio, incertidumbre, ser “la última mona” del Centro, inestabilidad laboral, ninguneo…se gana el sustento y afronta sus gastos. La vida del trabajador interino en la Administración Pública: usar y tirar. Da casi igual el color del que gobierna. Claro que la respuesta es timorata, no llega ni a suave; y cómoda.

Pues bien. Afirma la docente que un alumno de diez años «le agrede físicamente». Es su tutora. Además, delante de la madre, afirma; la policía -añade- «me dice que no hay nada que hacer». Tiene parte de lesiones, y acta del centro docente. «El padre tiene amenazado a todo el centro y por eso el equipo directivo le protege a más no poder». Afirma que «todo el mundo lo sabe», en una situación que se afronta desde hace cuatro años. Reflexiona sobre las salidas que tiene: Baja laboral, con todo lo que ello implica; desde impotencia, humillación, haberes, historial profesional, temores, etc. A ella le pueden agredir, pero no puede ni reaccionar para defenderse. Además, se enfrenta a lo que el alumno pueda decir “o inventarse”. Él, y los padres. Y los propios compañeros, directivos, inspectores. Verdad/mentira, frente a mentira/verdad. Teme quedarse a solas con el alumno. Avisa. Prevé que un día saldrá en los Medios, y entonces…

La entrada es corta. Con doce-trece líneas es difícil hacerse una idea aproximada. Me surgen decenas de preguntas para matizar hechos; saber las distintas reacciones; saber si han hecho uso de planes, programas, y diarios oficiales; si la inspección educativa…; si la Ampa... ; si el claustro…; si los sindicatos…; si ella misma. Y, sobre todo, si en ese ambiente es posible el conocimiento, el aprendizaje, la convivencia. El niño-alumno inimputable (lógicamente), intuyo, bastante tiene con lo que, se deduce, tiene y ha mamado (se dispone de diagnóstico como trastorno de conducta). La inclusión educativa, ya sabemos, es letra sobre papel. Recursos para afrontar situaciones de este tipo (que van en aumento y, a este paso, desbordarán el sistema educativo), escasos, tendiendo a muy escasos.

Lo que aseguro es que, la trabajadora, tiene un problema: profesional, laboral, de repercusiones en lo personal y familiar, en la salud, en la autoestima. Más allá de “lo buena o mala, o regular, o competente, o negligente, o…” pueda ser la docente, que lanza un grito público para, al menos, nadie pueda decir que por ella no ha sido, hoy por hoy, en la práctica, tiene las manos atadas. Quien siga esta columna desde 2013 en El Económico, entenderán que, de todo ello, algo sé, algo viví, mucho tuve que afrontar por mantener la dignidad profesional y personal. Si un día mi libro aplazado ve la luz, podrán leer, y saber, de qué va esto. De cuánta miseria profesional, personal, institucional, de los usuarios… se dan cita en un centro educativo, cada día más aparcamiento y menos de enseñanza y conocimiento, en donde cada uno va a la suya (lo colaborativo es una quimera, una pantomima, una imagen), y sólo cuando truena, la inmensa mayoría de docentes ponen el grito en el cielo porque les ha pillado la tormenta desprotegidos.


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