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Miguel Álvarez Lozano

Espectadores

Viernes, 04 Noviembre 2022 21:07

Al pasar por un camino o carretera, al contemplar un ganado de ovejas, o vacas, en la ladera de una montaña, suelo tener la sensación de adivinar en sus tristes miradas un profundo aburrimiento, una mirada desinteresada, una actitud que viene a decirnos ─ El pastor sabrá qué es lo que hacemos aquí y cuál será el próximo movimiento. A mí que no me pregunten.

Es el mismo tipo de mirada que, desde no hace tanto, observo en personas con las que suelo tratar. Yo intento no engañarme, esta opinión se basa en las personas con las que me relaciono, de clase obrera o clase media baja, por supuesto nada que ver con la actitud y modos de la clase media alta, ni a los de los que son ricos o están subiéndose a la cresta de la ola, solamente hablo de los míos, de los que nos vemos por todas partes porque somos la gran mayoría, aquella que algunos llaman silenciosa.

Últimamente parece que nos hayan convertido en meros espectadores de nuestras vidas y nuestro destino, de forma muy similar al ganado al que antes hacía referencia. Nunca he podido comprender cómo grupos numerosos de personas se dejan llevar mansamente hasta el paredón o hasta los hornos crematorios, exactamente igual que se lleva un rebaño al matadero, sin una mínima sensación de resistencia. Las ovejas no saben para qué sirve el matadero, el rebaño humano sí; por tanto, no parece lógico este comportamiento entreguista o resignado cuando se conoce el destino final. ¿Se imaginan los trabajos de un pastor pretendiendo introducir una reata de ganado en un cercado ocupado por lobos?

Volviendo al tema inicial, me reafirmo en que nos han sabido convertir en contemplativos espectadores de la vida y de lo que nos acontece, con el idéntico mimetismo mental de los borregos y con la inefable pasividad de las vacas.

Frecuentemente, cada día más, me encuentro con personas o grupos de personas que cuando encuentran una dificultad frente al jefe o frente a un simple funcionario (no digamos nada si se trata de un policía o un militar) agachan inmediatamente la cabeza y no es que no ofrezcan resistencia: ¡es que hacen verdaderos esfuerzos para no denotar a los ojos de “sus superiores” sentirse soliviantados! Bienaventurados los pobres de espíritu…

Curiosamente, estos individuos, aquellos que no defienden sus derechos, suelen comportarse como si fuesen gente bregada, como si estuviesen de vueltas de todo, dicen que luchar o pelear no sirve de nada, que reclamar es perder el tiempo… pero sin embargo no tienen el menor reparo en poner el cazo cuando se reparte alguna cosa peleada y conseguida por algunos otros que SI han reclamado o luchado.

Pero como son gente sensata, al día siguiente, vuelven a su discurso derrotista.


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