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Ainhoa Alberola Lorente

Gol a los derechos humanos

Viernes, 28 Octubre 2022 21:06

No me considero especialmente aficionada al fútbol. Diría que sin más, ni me va, ni me viene. En algunas ocasiones me he llegado a enfadar al ver cómo algunos lo utilizan como excusa para la violencia o anestesia para que la ciudadanía se olvide de sus problemas (como tantas otras cosas). También he podido disfrutar del fútbol en alguna ocasión, claro. Celebré el gol de Iniesta y salí a celebrar la Copa del Mundo a la rotonda de Aprendices, también he visto partidos enteros por estar con personas a las que quiero. El fútbol tiene algo de pegamento social que me fascina, sin lugar a dudas, es un elemento cohesionador de lo más potente. Intento entender a quiénes se emocionan con el fútbol, no es mi caso, como ya he comentado, pero quiero pensar que es lo mismo que yo siento cuando voy, por ejemplo, a un concierto de alguno de mis grupos favoritos y me noto en comunión con todo el público asistente que vibra al ritmo de la misma canción.

Queda menos de un mes para que empiece el Mundial de Fútbol Masculino de 2022 y, como otras veces, no tenía pensado seguirlo con especial atención, quizá algún partido importante o como evento social, pero este año me temo que ni eso. Después de saber todas las miserias que esconde, me va a resultar imposible hacerlo. Para empezar, porque el país en el que se celebra, Qatar, no es que sea precisamente el paraíso de los derechos humanos. Las mujeres están fuertemente discriminadas y viven bajo la tutela legal de un hombre, la homosexualidad está castigada con penas de cárcel y la libertad de expresión y reunión están limitadas.

Una investigación de Amnistía Internacional ha desvelado cómo los contratistas captan a personas que quieren huir de la pobreza en países como India, Bangladés, Pakistán o Nepal y les hacen pagar de 500 a 4.300 dólares estadounidenses para conseguir empleo en las obras del mundial. Además, les prometen sueldos que luego no se corresponden con la realidad. Al llegar, les confiscan el pasaporte para que no puedan abandonar las obras ni el país y se ven obligados a vivir en situación de hacinamiento e insalubridad. Lo peor es que el trato de Qatar a los trabajadores migrantes ya era de sobra conocido antes de la adjudicación del mundial, son prácticas habituales en los megaproyectos inmobiliarios que han llevado al país a ser una de las capitales mundiales de la ostentación. Similar es la situación de trabajo forzoso de las mujeres que sirven en casas de las familias ricas. Sin embargo, el dinero puede comprar muchas cosas, incluso un mundial. Múltiples investigaciones han ido desvelando cómo Qatar sobornó a miembros de la FIFA para asegurarse su elección como sede del evento.

El diario inglés The Guardian cifró en febrero de 2021 que 6.500 trabajadores habrían muerto en las obras del mundial de Qatar por la falta de medidas de seguridad, precariedad de los trabajadores y temperaturas extremas. Una cifra que se basa en datos proporcionados por los países de origen de los trabajadores, mientras que Qatar se mantiene totalmente hermético en esta cuestión y atribuye estas muertes a causas naturales.

Detrás de todo hay una importante operación de blanqueamiento del país. Con la celebración de grandes eventos deportivos o el patrocinio de equipos, Qatar busca proyectar una imagen de modernidad que nada tiene que ver con la realidad, con la complicidad de entidades como la FIFA, que en un evento como este ganará unos 2.000 millones de dólares. Mientras tanto, TVE podría haber pagado 35 millones de euros por los derechos de emisión, una estimación que ha hecho el portal verTele porque la entidad pública no quiere desvelar la cifra exacta, ¡así de grande tiene que ser la vergüenza! Tampoco ninguna de las selecciones nacionales llamadas a participar en este evento ha hecho el más mínimo tiento de boicot real. Lo máximo que hemos podido ver son las tibias protestas de Noruega, que llevará una camiseta en la que casi no se puede ver su escudo, o varias selecciones que han anunciado que llevarán un brazalete con la bandera arcoíris (la española ha confirmado que no será una de ellas). Gestos insuficientes y meramente estéticos, mientras que Qatar patea los derechos humanos y mete gol al mundo entero que estará mirando y aplaudiendo en un estruendoso silencio cómplice.


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