La Obra

Viernes, 28 Octubre 2022 21:05

El pasado mes de agosto saltó a la opinión pública una noticia sorprendente, que no había tenido tiempo de comentarla antes, por el tema vacacional, y que me parecía algo que no era necesario comentarlo enseguida, sino estudiarlo antes de una forma adecuada.

La noticia es la siguiente: El Opus Dei, una de las instituciones de la Iglesia católica más conservadoras, ricas y opacas que existen —que nació en nuestro país en el pasado siglo XX—, había sido degradada. El Papa Francisco dictó una medida por la que rebajaba los privilegios de los que disfrutaba la institución dentro del seno de la Iglesia. A través de la norma Ad charisma tuendum (Para tutelar el carisma), Francisco degradó al prelado de la Obra, negándole el cargo de obispo, por lo que tampoco podrá ostentar ni el anillo ni las vestiduras episcopales, signos externos de su autoridad eclesiástica.

Todo el éxito que el Opus ha tenido hasta ahora en su trayectoria, y no sólo en España, sino en el resto del mundo, ha sufrido un contratiempo importante al ponerle el Papa freno a su prosperidad desigual.

Hace 94 años que José María Escrivá de Balaguer fundara el Opus Dei, que tenía, como norma fundamental, la obediencia jerárquica de sus miembros, por encima de todo, a la Obra. Ahora, Francisco ha dicho que quiere que la forma de gobierno del Opus Dei esté «basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica», algo que, por otra parte, parece razonable.

Al mismo tiempo, la norma le anula una parte de la independencia que la institución poseía, y la Obra tendrá que rendir cuentas al organismo vaticano que valora la actuación ante determinadas cuestiones, entre las que están las controversias que afectan al Opus. El Dicasterio del Clero tendrá que presentar un informe anual sobre su situación y el desarrollo de su trabajo apostólico, ya que, hasta ahora, sólo tenía que entregar a la Congregación para los Obispos un documento parecido, pero mucho más suave y con una periodicidad de cinco años.

Estas condiciones del Papa han obligado al Opus Dei a tener una actuación desagradable, pues tiene que dar explicaciones sobre la gestión de sus centros educativos, sobre la formación de sus sacerdotes, y responder a las múltiples acusaciones de abusos de poder de ex miembros, así como de secretismo, sectarismo, dominación y proselitismo agresivo, acusaciones que hasta ahora la Obra había desmentido pero que nadie había investigado.

En 1982 numerosos obispos se opusieron a los privilegios que Juan Pablo II le concedió a la Obra: Una institución que no estaba adscrita a ningún territorio concreto, como una diócesis, pero que estaba dirigida por un prelado. Ninguna otra institución canónica disponía de ese privilegio, pero ahora, Bergoglio ha sorprendido a todos al encadenar a la organización que contaba con los favores del papa Wojtyla, y de la que se sabe que escondía abusos sexuales (numerosas víctimas en el colegio Gaztelueta del Opus hablaron de ello, indicando que no había que tener miedo a contarlo). 42 mujeres denunciaron también a la Obra ante el Vaticano por abusos de poder y explotación. Todo esto supone que la organización, que hasta ahora era considerada modelo de religiosidad, se haya resquebrajado al descubrir sus deplorables entresijos.

La respuesta oficial del prelado del Opus ha sido que «aceptan filialmente» la resolución papal. Sin embargo, de puertas adentro se sabe que el enfado de la Obra no puede ser mayor.

Su papel en la historia reciente de España ha sido más importante que el de cualquier otra institución religiosa, extendiéndose su poder a esferas, tan alejadas de las paredes de las iglesias, como puede ser la política. Por eso ha causado contrariedad la decisión de Francisco, hasta el punto de que un miembro de la Curia ha declarado: «Esperábamos muchas cosas de este papa, pero no que se atreviese a meter mano al Opus Dei». Porque el Opus durante décadas fue intocable. Sus miembros se consideraban puros, libres de toda acusación de pederastia, y libres también de cualquier otra imputación o denuncia, pero la realidad era muy distinta.

Ahora, si la Iglesia quiere seguir contando con la religiosidad de sus creyentes, debería seguir barriendo todo lo nefasto que siempre ha escondido debajo de la alfombra, y sacar a la luz sus miserias, haciendo que la Justicia actúe contra toda esa arbitrariedad que hasta ahora ha ocultado. Sería una muestra importante de transparencia y honestidad.


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Más en esta categoría: « El filósofo Jerry Lee Lewis »

 

 

SUCESOS

SALUD