El filósofo

Viernes, 21 Octubre 2022 21:07

Cuentan que un filósofo griego, al salir un día del templo vio a un mendigo en una esquina, y muchas de las personas que salían le dejaban alguna moneda. En otra de las esquinas había un filósofo sabio, al que la vida le había tratado mal, que estaba pidiendo también, pero nadie la había dado ni una sola moneda. El primero se acercó al segundo, le dejó una moneda y le preguntó: «¿Por qué al mendigo le dan monedas y a ti no?». El segundo respondió: «Porque mucha gente teme que algún día ellos puedan ser también mendigos, pero nadie piensa que pueda llegar a ser filósofo. La gente suele ser generosa con los que son de su condición, pero con los demás suelen comportarse de una forma ruin y mezquina».

Esta especie de cuento clásico, que he adaptado a mi manera, tiene implícita la moraleja, y esto me ha llevado a pensar que en muchas de las ONG que existen, al igual que las fundaciones o las asociaciones sin ánimo de lucro, son creadas por personas que tienen en su familia algún miembro con alguna deficiencia que le hace pensar en asociarse con otros de su misma condición para intentar dar luz, o visibilizar, esa enfermedad, perturbación, trastorno o problemática concreta, que hasta ese momento no se conocía y que, por eso motivo, ni la medicina, ni la sanidad, ni la sociedad se habían preocupado de que estuviese adscrita al cómputo de enfermedades a tratar o de problemas a solucionar.

Conozco a muchas personas que forman parte de alguna de esas asociaciones, que se han agregado a ellas porque tienen un hijo, un hermano o alguien muy cercano con ese tipo de dolencia o de discapacidad (no sé si es muy adecuado decir esta palabra en la actualidad, porque quizá pueda haber alguien que se sienta ofendido. Pido disculpas de antemano), y que si fuese de otra forma nunca se habrían preocupado de ello. Es más, conozco algún caso de niños con enfermedades raras, que necesitan de unos tratamientos muy específicos, y por lo tanto muy costosos, cuyos padres remueven Roma con Santiago, solicitando ayudas, promoviendo rifas o loterías, o haciendo lo que sea para sacar dinero, y cuando el niño, lamentablemente fallece, se desvinculan de todo aquello que habían promovido y se olvidan de los otros que pueden estar en unas condiciones similares.

Es muy lamentable todo esto. Lo sé. Y sé también que el cansancio extremo le puede hacer a uno, cuando todo está perdido, tirar la toalla, es muy humano que así sea, porque debería ser la administración, o en su nombre la sanidad pública la que se ocupara de estos casos raros o anómalos, y que, precisamente, por eso, se desvinculan de ellos, para que se hagan cargo los que sufren las consecuencias.

Pero vuelvo a la reflexión inicial del filósofo: «La gente suele ser generosa con los que son de su condición, pero con los demás suelen comportarse de una forma ruin y mezquina». ¿Pasa esto siempre, o hay excepciones?


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