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José Manuel Pedrós García

Carácter y temperamento

Viernes, 07 Octubre 2022 21:04

He leído un artículo relacionado con el carácter y el temperamento de las personas —todas esas cosas de la personalidad humana siempre me han llamado la atención— que me ha parecido curioso. De una forma resumida, y con mayor o menor acierto por mi parte, dice así:

«El temperamento es la fuerza emocional de una persona. Lo llevamos en nuestros genes, y aunque no determina la trayectoria o la meta de las personas, sí que marca nuestra personalidad, pero es algo que siempre se puede controlar. Hay personas que dicen que tienen mucho carácter porque son explosivas, pueden ofender o herir a las demás, pasan por encima de los derechos de los otros, abusan de ellos y pretenden que se haga siempre su voluntad, aunque ésta sea nociva e inmoral. Pero eso no es tener carácter. Carácter es saber dominarse a sí mismos y no hacer todo lo anterior. A la gente así se le puede llamar inmadura y caprichosa».

«El carácter es la parte mediadora entre el temperamento y la personalidad, entre las decisiones que tenemos que tomar en nuestra vida que puedan influir de una forma positiva en aquellos que están en nuestro entorno o en nosotros mismos. Sin embargo cuando un ser humano se basa sólo en su temperamento es (o puede ser) peligroso, ahí radica la importancia del carácter».

Efectivamente, todo esto me ha parecido curioso, porque no sé si se ajustará a unos determinados parámetros psicológicos, que han sido comprobados y demostrados, pero podría ser, porque lo cierto es que a menudo cambiamos los términos, y cuando hablamos de que tenemos carácter, en realidad estamos justificando un temperamento descontrolado, airado, irascible, que se irrita con facilidad y que puede llegar a ser en determinados momentos hasta violento; pero insisto, lo justificamos diciendo que ese es nuestro carácter, cuando no es cierto, porque en circunstancias normales y cuando no hay entre nosotros y los demás desacuerdo en algo, nos mostramos pacíficos, sosegados y serenos.

Menos mal que a menudo nuestra educación puede contrarrestar el peligro que puede suponer para nosotros y para los demás el que lleguemos a ser tan irritables, porque la sociedad y el estado no nos ayudan mucho, y no aportan las medidas necesarias para que nuestra vida se pueda desenvolver por unos cauces positivos, y que todos los derechos que nos asisten, y que nuestra Constitución marca, los tengamos holgadamente satisfechos. Y es que el hecho de ver a diario todas las injusticias que se comenten en nombre de la ley, en nombre de los derechos humanos o en nombre de todo eso a lo que nuestros políticos llaman «gobernar», todo eso es lo que puede producir que nuestra sociedad cabalgue por el «sin sentido» de una cuerda tan floja, que hace que nos tambaleemos y que podamos caer al vacío, arrastrando con nosotros a todos los que se encuentran a nuestro lado, que son, precisamente, a los que más apreciamos.


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