Televisión, te quiero

Lunes, 19 Septiembre 2022 11:46

Hace tiempo, por voluntad propia, que no veo televisión llamada “generalista”. Tampoco, y menos, la “de pago”; no estoy abonado a ningún canal sacacuartos. A estos últimos, entre otras cosas, porque para lo que promocionan que ofrecen…mejor no tirar el dinero. De los primeros, salvo alguna cosilla que, por lo que sea, me pudiera interesar: porque lo he leído, me han recomendado, me interesa conocer de qué va un tema para conocer qué y cómo nos están vendiendo algo (que aquí nadie da puntadas sin hilo), pues tampoco. Y si alguna cosa veía en su momento, dado el camino tomado y visto lo visto, además de puestas al descubierto como cloacas bien nutridas, pues ni eso. Un avis rara; aunque no crean. Todo está pensado, como la sanidad, la educación, los servicios sociales (la comunicación lo debería ser) para que cansado, aburrido y desarmado, te pases a lo exclusivo, propio de gentes bien y posibles: al pago.

Y sin embargo, se te quiere. No voy a nombrar a ninguna; intentaré que se identifiquen solamente dado que, por obligación ineludible, coincido en momentos del día con emisiones de cadenas en abierto. Es lo que tiene cuidar doce horas, todos los días, a un enfermo en cama que, aún, eso sí, no le apagues la tele: debe sentirse acompañado (aunque duerma), porque es su casi única ventana al exterior. Cuando lo levantan le deben poner una cadena con un rasurado cabezón que dispone de tres y tres a cada lado (normalmente) y van largando sobre el tiempo, lo plausible y censurable, vídeos cortos imposibles, alguna crítica velada, opiniones científicas obligadas de los seis tertulianos. Yo creo que el enfermo, que los ve también mientras le suministro el desayuno de buena mañana, abriendo la boca sin parpadear mirando el rectángulo tonto, lo hace por los “muslamen” femeninos que estratégicamente el realizador nos ofrece entre chascarrillo e ironía. Creo recordar que con la nueva temporada los colocaron a todos detrás de un mostrador en donde sólo se les veía el busto. Debieron conocer alguna queja o bajada de audiencia, y volvieron a la silla y al cruce de piernas que se ofrecía/ofrece a la derecha de la pantalla. Luego se duerme con ellos, yo ya me voy a mi pocilga y, cuando se despierta, ya tiene, sin cambiar de canal ,a “las cloacas” del matrimonio amigo de Florentino. No entiende nada, pero sabe que “esto no va bien”, que la vida se está volviendo más dura, y teme que su pensión escuálida….

A las 13 horas mira el reloj, y pide cambiar a la ventana abierta. Sabe que un poco después aparecerá un pesado vende-burras con gorro de cocinero, del que está enganchado para ver qué potingues mezcla. Le llama la atención. Si le acompaño, o estoy comiendo previamente a su menú, reconozco que quiera, o no, algo aprendo de cocina. Me tengo que tragar, claro, a su familia, las propagandas explícitas o encubiertas, el rico-rico, sus tonterías, su ideología de panza agradecida a todas las televisiones que en el mundo patrio han sido. Luego, sin remedio, se enlaza de seguido, a las catorce horas en punto, con la chica de las piernas largas (y algo flaca); pero le debe “poner” a sus noventa y cinco años. Es sagrada. No se entera de casi nada, pero oye, igualmente come lo que le embuchas sin dejar de mirar. Por mi parte, me queda claro a quién eligen para el concurso, qué venden, que ideología reparten. Y como ya llevo 564 caracteres, y esto tiene que terminar, sólo diré que, cuando se despierta de la siesta, hay que ponerle la telenovela española, la turca, el Booom, y, cómo no, el Pasapalabra de las risas tontas y demás personajes vendiendo sus bondades profesionales. Sábados y domingos, que no falte el goooooolllllllll; y la misa santa. Y así pasamos los días. Que para no querer ver la televisión por mi parte…tengo castigo divino (porque si fuese humano me parecería cruel). (Un día contaré mi experiencia televisiva turca y cómo vende el dictador ídem su ideología y modelo de sociedad, que nuestras televisiones comprar a capazos).


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